Rutina de los agentes El lugar del delito o la apariencia de los imputados son recurrentes a la hora de bautizar un caso

El ingenio detrás del delito

  • Desde Mortadelo, Monchito o Abanico pasando por Chuleta, Polvorón o Sudoku, las operaciones policiales esconden una anécdota que origina su nombre

Las operaciones policiales también tienen su parte creativa. A pesar de que cada caso tiene detrás el rostro serio del delito, la Guardia Civil y la Policía aportan en muchas ocasiones su toque personal de ingenio. Desde Mortadelo, Monchito o Abanico pasando por Chuleta, Polvorón o Sudoku, todas esconden una historia de fondo.

Los detalles y las anécdotas marcan el bautismo de una operación policial, de manera que cualquier cosa que pase por la mente del responsable de rellenar el informe es susceptible de acabar como título. Guillermo Alonso, miembro de la Guardia Civil de Sevilla, narra a este periódico un caso en el que dos de los sospechosos se enzarzaron en una pelea tremenda y, "como se fueron calentitos a la cárcel, la llamamos operación Calentito".

Algo similar debió ocurrir con la operación Sudoku, que terminó con la detención de ciudadanos orientales por piratería, o con la llamada Chuleta, en la que se desarticuló una red que filtraba las respuestas de los exámenes de conducir. Otro ejemplo de cómo los nombres quedan al capricho de los agentes fue la acción Pink contra la inmigración ilegal en la que todas las detenidas tenían un teléfono rosa (pink en inglés).

Las autoridades demostraron su capacidad irónica al bautizar como operación Abanico a la detención de uno de los integrantes del grupo Locomía por tráfico de drogas, en clara alusión al estilo del grupo. Un proceso mental similar tuvo la operación Relax, que consistió en la desarticulación de casas de citas regentadas por travestis donde se satisfacía cualquier deseo carnal, de ahí su sarcástico nombre.

Pero hay sistemas más prosaicos para decidir un título, como la zona geográfica en la que se desarrollan, los apodos de los imputados o la jerga de los detenidos.

Es el caso de la operación Polvorón, "que se saldó con cuatro atracadores detenidos en Estepa, el paraíso de los dulces de navidad", recuerda Alonso. También la llamada Tailandia surgió "porque se inició en una calle sevillana con ese mismo nombre" o simplemente la Coria, "cuyo nombre no necesita explicación".

El apodo o la apariencia de los imputados también han dado lugar a muchos títulos. Por ejemplo Monchito, que suena inocente para aludir a diez detenidos por tráfico de drogas, lo mismo sucede con Mortadelo o Enano, que también surgieron por las características personales de los principales imputados.

La jerga de la calle también ha servido de inspiración para designar las actuaciones de los agentes. Ocurrió con la operación Cacharra, que es como se llaman a las pistolas en el gremio de delincuentes o Blanca, que es cocaína en el argot de los narcotraficantes.

Antes de 1990 los casos se distinguían por un número de referencia, lo que resultaba muy poco funcional tanto para los medios de comunicación como para los propios agentes. Hace ya 20 años que el sistema para bautizar es más natural y es básicamente el mismo para la Guardia Civil y la Policía. El nombre se fragua conforme se va investigando y teniendo sospechosos. "El momento en el que se judicializa la operación, cuando hay que dar parte" es cuando hay que elegir uno, con la "única condición imprescindible de que no coincida con otro" y, a ser posible, que sea fácil de identificar, explica Alonso.

Sin embargo, existen algunas diferencias entre ambos cuerpos, ya que la Policía Nacional puede poner el nombre al final e incluso cambiarlo en mitad del proceso si conviene (porque el caso trascienda a la opinión pública o porque se den cuenta de alguna inconveniencia). Esto ocurrió con la operación que en un primer momento se llamó Pavo y se desarrolló en Villanueva de la Serena. Para evitar que la opinión pública asociara el nombre a una conocida marca alimentaria, al ser presentada a los periodistas se la llamó operación Frío.

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