Feria de Málaga

El amor comienza a partir de las cinco

  • Cupido, Eros o simplemente las feromonas entrenadas para desfilar por Larios y aledaños, hacen que el cortejo se convierta estos días en una técnica al alcance de todos

Lo que no consigue la primavera que el verano lo remedie. Cupido no es previsor, Eros tampoco, y a veces a la improvisación le gusta sentirse protagonista. En Feria, como en las mejores familias, las filias y folias salen a relucir cuando se baja la guardia. El roce hace el cariño, o al menos despierta el deseo, que no es poco. Las feromonas, la testosterona y su progenie también tienen derecho a unos días de asueto. El sexo en Feria empieza escrito en las camisetas y puede acabar tatuado en cualquier esquina. O de vuelta a casa. Al menos hay que intentarlo, dirán algunos.

El caso es que ayer el centro de Málaga volvía a intentar parecerse al Huerto de mi amada, pero Bryce Echenique no dejó manual de instrucciones a pie de página. Sí lecciones para querer sin contemplaciones. Su novela es todo un tratado del cortejo y el amor a contracorriente. Trasladado a calle Larios y aledaños se queda en un relato corto. Tu me miras, yo te miro, bailemos esta rumbita y compartamos el mojito. La semana fantástica. La que hasta el sábado depara a vecinos y voyeurs rituales de seducción merecedores de un discurso a cámara de Eduard Punset.

"¡Viva tu Burberry niña!", exclamaba en calle Granada un veinteañero al sol, cuando en realidad quería decir me gusta tu camiseta amarilla y la percha más aún. No es que los modales se pierdan por contaminación etílica sino que se transforman en el lenguaje de la selva. Las metáforas para quien las entienda, los circunloquios para los pacientes, y los versos para Neruda. Aquí de lo que se trata es de ligar. En la lengua de Cervantes o en la de Huelin. Y si no a tirar del repertorio rumbero: "Caramelo, caramelo la niña que yo quiero me la como sin quitarle el papel". A las cinco de la tarde en Sancha de Lara se escuchaba este estribillo y con él se abría la puerta a las pulsiones. La hora de los valientes.

El amor y los ángeles recopila la poesía que Alberti dedicó a sublimar el sentimiento. No es el mismo que sale de boca de los galanes en los mismos callejones donde media hora antes miccionaron. Porque cuando el del Puerto de Santa María imploró Ven, mi amor, en la tarde del Aniene y siéntate conmigo a ver el viento...no tuvo que hacer nada más. Cortejada. A las siete de la tarde, la Plaza de las Flores ya no suena a funky. Ahora se escucha enlatado a Joe Cocker. You Can Leave Your Hat On y las afroditas con shorts y sombrero de ala ancha se dejan querer.

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