Feria de Málaga

La vida nómada de los repartidores de suerte

  • Los 'tombolores' recorren las fiestas de los pueblos españoles

“No pregunten por los premios, abran sus papeletas”. La incansable voz del tombolero comienza a clamar a los que esa noche han decidido pasear por las calles del Real, antes de entonarse en las casetas, que compren y compren papeletas de la tómbola. Y así,

una y otra noche durante la semana y pico que dura la Feria. Lo mejor (o peor) para ellos es que mientras haya fiestas en cualquier rincón de España su tómbola, su casa y su vida se planta allí donde un resquicio de juerga se aprecia.

Es esta, por tanto, la vida de Toni,uno delos hijos del dueño de El Terremoto, una tómbola que lleva dando vueltas por las ferias de nuestro país más de 60 veranos, pues fue su abuelo quien con tan sólo 12 años comenzó con el negocio. Sin embargo, la tómbola se enfrenta hoy día, tal y como ocurre con muchas de las tiendas tradicionales de cualquier ciudad, al temido, sobre todo por los mayores, relevo generacional.

Toni, por ejemplo, es entrenador de fútbol. Así, sólo acompaña a su familia durante tres ferias. También Vanesa, que regenta la tómbola Mergari, tiene otra vida durante el invierno. Esta cordobesa, que deja muy claro que “esta vida” no le gusta, es auxiliar de enfermería. Pero no sólo los hijos buscan alternativas. Loli, que dirige una atracción que simula una diana gigante, montó hace 6 años una cafetería para “quitarse de la feria”. Aunque se muestra orgullosa de que su hija “va a ser enfermera” y probablemente no siga con el negocio familiar, Loli ha sabido sacar el lado positivo de esto: “es una vida bonita, conoces a mucha gente y haces muchos amigos dentro de los feriantes con los que te reencuentras de vez en cuando en las fiestas a las

que vamos”, asegura. Con ella también se cumple la regla de la doble vida del tombolero. En los meses de invierno una casa en El Palo y una cafetería son el día a día de Loli. Cuando llega la Feria de Abril de Sevilla hace las maletas y muda su hogar a una caravana con la que recorre las fiestas de pueblos y ciudades hasta que en octubre la Feria de San Pedro de Alcántara

pone fin a este periplo.

Y para acabar, un paralelismo. Por un lado, el que participa, que entra en una espiral donde compra y compra papeletas en busca del gran premio. También el feriante se engancha. “Cuando entras, el mundillo de la tómbola te atrapa”, finaliza Loli.

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