El Festival de Málaga echó ayer a andar con la consabida gala inaugural, que empezó con algo de retraso después del paseíllo de la alfombra roja y la sonora aclamación popular a los artistas. Y lo hizo, además, apelando al optimismo de cara a los diez días de certamen: lo que hay que celebrar aquí es una fiesta, y ya habrá tiempo para reivindicaciones más graves; aunque, eso sí, tampoco faltaron guiños a la delicada situación de la industria española en la gala.

Quien abrió fuego sobre el escenario del Teatro Cervantes fue Manuel Carrasco, con su muy coreado No dejes de soñar. Después comparecieron los presentadores del evento, Leonor Watling y Juan Diego Botto. Y fue Watling quien de manera más contundente invicó el espíritu optimista para el Festival de Málaga, para que no haya que discutir "sobre la necesidad del cine español". Botto la secundó gozoso, aunque no evitó un dardo certero: "De todas formas, la persona con la que habría que discutir sobre las necesidades del cine español no ha venido", en clara alusión al ministro José Ignacio Wert.

Con citas audiovisuales de la Película de Oro de esta edición, La tía Angélica de Carlos Saura; y de los cuatro artistas que recibirán los homenajes en los próximos días (José Sacristán, Maribel Verdú, Pablo Berger y Gil Parrondo), fueron dos Pablos quienes cobraron después protagonismo: el compositor Pablo Cervantes, que dirigirá el tradicional concierto de música de cine con la Orquesta Filarmónica de Málaga, y que interpretó un tema inédito al piano; y Pablo Pineda, que presentó al jurado de la Sección Oficial (Manuel Gómez Pereira, Najwa Nimri, Ernesto Alterio, María Barranco, Xavi Puebla, José Antonio Garriga Vela y Jocelyne Faessel). Claudia Llosa cerró el acto para presentar su película No llores, vuela. Y el cine pidió más cine. Habrá de sobra.