Aulas hospitalarias

Contigo aprendí cuando el hospital era mi colegio

  • Siete profesores atienden cada curso a más de 800 menores ingresados en los tres hospitales de la provincia para que no pierdan el ritmo escolar

Los menores ingresados realizan actividades en una de las aulas hospitalarias con la profesora Elisa Bernárdez, con más de treinta años de trayectoria en el centro.

Los menores ingresados realizan actividades en una de las aulas hospitalarias con la profesora Elisa Bernárdez, con más de treinta años de trayectoria en el centro. / rafael gonzález

Cada curso más de 800 menores de la provincia van al cole sin salir del hospital. No pierden el ritmo escolar y la rutina de ir a clase les mantiene unidos a la rutina de ser niños. En un ambiente distendido y lúdico aprenden a humanizar y desdramatizar su estancia clínica y reciben atención personalizada, casi a la carta, por un equipo de siete profesores en Torrecárdenas, La Inmaculada y Poniente. Desde que entrara en funcionamiento el servicio académico a finales de los ochenta -antes había enfermeras en ludotecas- son miles los niños y niñas que han pasado por las aulas hospitalarias consiguiendo que su enfermedad no interfiera en su educación y crecimiento, además de hacer más llevadera su estancia orientada a la curación. Y logran reincorporarse a sus escuelas de origen sin descolgarse y aprenden la pedagogía del sacrificio gracias a docentes implicados al máximo y entregados al aprendizaje en un lugar atípico en el que el soporte para apoyar la bandeja junto a la camilla se acaba convirtiendo en un pupitre y las clases se adaptan a las prescripciones médicas y a los tratamientos farmacológicos de los pacientes. Niños y niñas de 3 a 16 años disfrutan de la liberación de salir de la habitación gracias a las aulas hospitalarias que estos siete profesores han convertido en espacios en los que aprender con un componente de ocio. Cuentos, dibujos, talleres de magia, música, manualidades y ordenadores se funden con el temario habitual y los niños, además de no perder el ritmo escolar, logran abstraerse del ambiente de hospital. Y es que el trabajo de los docentes de estas aulas hospitalarias, coordinado adecuadamente con el resto de las intervenciones sanitarias, es un impulso motivacional a la hora de conseguir recuperar la salud.

La relación de profesores y médicos es tan estrecha que a veces reciben encargos de los facultativos para supervisar durante las clases como suele ocurrir con el neurólogo. Y es que hay maestros que realizan el primer diagnóstico en el colegio y a partir de ahí los menores pasan a manos de los especialistas. No son los únicos con los que suelen colaborar. Los profesores y tutores de sus colegios de origen también se coordinan habitualmente con la plantilla hospitalaria para llevar al día el temario y exámenes y en los niños con procesos oncológicos, crónicos y en diálisis se programan visitas periódicas al hospital por parte de sus compañeros. Otro de los principales apoyos del equipo docente son los voluntarios de las asociaciones que colaboran de manera activa como Cruz Roja y Argar, además de los psicólogos y trabajadores sociales que ponen al servicio de los niños y sus familias. Una treintena de hospitales de Andalucía cuentan con las aulas para los menores ingresados en base a un convenio firmado por las consejerías de Educación y Salud que se enmarca en el seno del Plan Integral de Atención al Niño Hospitalizado. Instrumento que tiene a los profesores como piedra angular en lo educativo al ser portadores de conocimiento y valores y el principal sostén de los pequeños cuando su sueño se resquebraja ante un hecho tan traumático y agresivo como una enfermedad, más aún cuando la hospitalización es prolongada.

Con motivo del Día del Docente, la Junta lanzó esta semana una campaña para prestigiar la labor del profesorado andaluz en redes sociales bajo el nombre Contigo Aprendí. Sobran las razones para reconocer el trabajo de una parte vital del sistema educativo que, en un discreto segundo plano y sin pisar ni colegios e institutos, hacen lo imposible para que no se interrumpa la escolarización de los niños enfermos y facilitar su reincorporación. Con psicología y mucho cariño hacen que la estancia en el hospital sea más llevadera y también son un respiro para sus familiares. Un trabajo querido y ansiado por los profesionales que lo desempeñan, porque supone un plus en lo personal. Y un buen ejemplo es Elisa Bernárdez con más de treinta años de servicio en el cole del hospital. De hecho, fue la única maestra hasta 1996 y llegó a prestar servicio a más de treinta niños repartidos por las plantas de Torrecárdenas cuando no había área pediátrica, más la atención domiciliaria que en la actualidad cuenta con otros siete profesores en la provincia. En el curso académico 2015/16 abrió el Aula de Diálisis Infantil con la incorporación de María del Mar Bautista a un servicio que hasta entonces implicaba el traslado a Málaga. Ya es su tercer curso, al igual que para María del Mar Valls y Javier López-Gay, todos referentes para los pequeños.

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