La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Buenas noticias

Un buen ejemplo de ese periodismo ciudadano que se abre paso en los nuevos medios tal vez sea este artículo

Es un clásico entre los periodistas: nos pasamos el día quejándonos pero nunca cambiaríamos de trabajo. La contradicción se sustenta en la propia esencia del oficio: mucho de vocación, una espiral interminable de esfuerzo y una pizca de olfato. Le decía esta semana Maruja Torres a Buenafuente que el periodismo "nunca nos haría ricos" -ni tenía por qué- "pero sí felices". Justo ese día se lo habría rebatido con vehemencia: cuando estás en el barro del día a día nunca piensas que es la "profesión más bonita del mundo" como proclamaba García Márquez y ni te da tiempo a preguntarte si eres ser feliz…

El viernes me acordé de ella: sí, hay veces en que la magia del periodismo te despierta y te recuerda por qué estás ahí… Les cuento.

Se llama Antonio José García Bascón. Si he investigado bien, es técnico de Cultura, colabora en un grupo de investigación de la UGR y es un gran lector. Esto último lo deduzco por el libro que me dejó el jueves sobre mi mesa. Justo había salido para la tertulia de Canal Sur y no llegué a verlo. El sobre lo abrí al día siguiente entre una maraña de correspondencia. Con rutina. Diseccionando lo que tendría vida en la redacción y lo que iría directamente a la papelera.

Me dio un salto el corazón. ¡El libro de Gabriel Celaya que tanto busqué para escribir el artículo sobre Lorca y Primo de Rivera! La edición del 79. Con la "aventura poética" que dedica a Amparitxu. Con "la razón de la sin-razón" con que abre las memorias recordándonos el Segundo manifiesto del surrealismo de Breton: "Todo nos lleva a creer que existe un cierto punto del espíritu en el que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo pasado y lo futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo dejan de ser percibidos contradictoriamente". Como el periodismo; malvado y hermoso a la vez...

Me sentí con cinco años abriendo regalos de Navidad. La nota que me dejó en el libro superó con creces la bicicleta que nunca llegó: "Estimada señora Trillo, hay ocasiones en que los libros quieren cambiar de mano. Espero que lo disfrute, ahora es suyo".

Mucho más eficiente que yo, fue Jerónimo Páez quien consiguió una edición del libro y me pasó el capítulo sobre Lorca. El mismo día de la publicación, el profesor Antonio Chicharro me escribió compartiendo los ensayos literarios que publicó en 2009 con una minuciosa recopilación de todos los trabajos del poeta vasco. A Celaya lo llegó a conocer, mantuvo con él correspondencia y me aseguraba que, antes que nada, "era un hombre cabal". Hay por tanto motivos más que suficientes para creer lo que escribió en Poesía y verdad y hay motivos, también, para sorprendernos de que haya quienes lo sigan ignorando u ocultando.

El propio Celaya siguió a Goethe para titular sus memorias conectando con su personal forma de entender al poeta: desde la honestidad. Normalmente es a los periodistas a quienes se nos exige ser honestos; que seamos buenas personas, que hagamos buen periodismo. Junto a la objetividad y la independencia, es uno de los grandes principios de la profesión y no difiere mucho de lo que escribió Kapuscinski cuando advirtió que "los cínicos no sirven para este oficio".

Claro que un escenario es el deseable y otro el real... Cínicos hay, y muchos, y malos profesionales también. Pero, por un día, porque se lo debo a ese lector que esta semana me ha recordado que todo tiene un sentido, incluso en el periodismo, podríamos pensar que tanta probabilidad hay de que el día amanezca soleado como nublado, de que las buenas noticias venden tanto (o más) que las malas, de que internet no es el reino de lo frívolo y lo breve y de que hasta la doctrina de la curva de Quartz se equivoca cuando descubrimos que hay lectores que no sólo tienen la paciencia de devorar un artículo de más de 500 palabras; también reflexionan, lo enjuician y lo comparten.

Un buen ejemplo de ese Periodismo Ciudadano que se ha ido expandiendo a la sombra de las redes sociales y los nuevos medios -como colaboración, no como suplantación- tal vez sea este artículo. Un inesperado crowdfunding de ideas. La constatación de que también las buenas historias buscan su sitio.

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