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Alcohol, 'garrafón' y contrabando, un cóctel explosivo

  • La Policía intensifica los controles para poner coto al fraude fiscal · La operación Resaca vuelve a sembrar dudas sobre la calidad del alcohol que se sirve en los bares

Más de 15.000 botellas de alcohol inmovilizadas, tres naves intervenidas, una veintena de establecimientos inspeccionados, cientos de clientes investigados... Ése es el balance de una de las mayores intervenciones policiales contra el contrabando de alcohol y presumiblemente contra el garrafón desarrollada en los últimos meses en España. La bautizada como operación Resaca se inició tras detectarse una serie de irregularidades en varias botellas que un comercio vendía habitualmente a menores. Lo que los investigadores no sabían en ese momento era la magnitud del fraude. La investigación permitió comprobar que en botellas de bebidas alcohólicas de todo tipo, tales como ron, ginebra y whisky, entre otros, y de múltiples marcas se había colocado una etiqueta que ocultaba el número de lote de las mismas, que aparecía borrado o raspado.

Según la Policía, ese dato es el que permitía especificar la fecha de caducidad, al tiempo que identificar su trazabilidad, "es decir, dónde se fabrica, quién lo distribuye a nivel nacional y cuál es su destino minorista, por lo que su eliminación hace imposible conocer la cadena de producción y distribución del producto". Además, los agentes comprobaron que las etiquetas no se correspondían con el original de la marca, lo que abría la posibilidad de que pudiera ser de garrafón. Fuentes policiales confirmaron a este periódico que este extremo aún no está confirmado y que las muestras fueron trasladadas a un laboratorio de Madrid para comprobar si la partida está adulterada.

Más allá de los resultados de la investigación, la operación ha vuelto a arrojar dudas sobre la calidad del alcohol que se sirve en los bares malagueños. En cualquier caso, resulta muy complicado detectarlo. La diferencia entre una resaca causada por ingerir una cantidad moderada de alcohol adulterado y los efectos de un exceso de copas es, muchas veces, demasiado difusa. Tanto que las versiones son totalmente contradictorias si el protagonista está detrás o delante de la barra. En cualquier caso, dos distribuidores que operan en la provincia, los dos prefieren permanecer bajo el anonimato, confirman que se trata de "una práctica con un cierto impacto". Uno de ellos confirma que la semana ha sido muy "complicada": "El teléfono no ha parado de sonar estos días. Los clientes nos llaman para saber si nosotros estamos implicados y los rumores son muy malos. Nosotros estamos libres de cualquier culpabilidad", asegura este empresario.

El otro distribuidor consultado por este periódico arroja una serie de claves en torno a la operación Resaca: "Lo que se han falsificado han sido las marcas. Hasta las etiquetas tienen faltas y las medidas de la botella eran diferentes. No es que el alcohol sea malo, sino que, lógicamente, no es igual al de la marca", mantiene este distribuidor que, no obstante, deja claro que el fenómeno del garrafón no está "muy extendido". Este distribuidor confirma que los precintos fiscales del impuesto especial no estaban correctamente colocados, lo que apunta a una evasión de impuestos. "Si las botellas no pasan por los cauces ordinarios se puede ahorrar hasta 1,5 euros por botella. Empiece a multiplicar y compruebe los beneficios que se pueden obtener", mantiene. Desde la Policía Local prefieren ser cautos. Un alto mando asegura que están a la espera de los resultados del laboratorio y que la investigación continúa abierta.

La Federación Española de Bebidas Espirituosas (Febes) agrupa a 130 empresas productoras y distribuidoras de bebidas alcohólicas y productos derivados, con lo que representa a prácticamente el 100% del sector en España. Desde el inicio de la operación Resaca ha mantenido un contacto fluido con la Policía Local para intercambiar información. Su portavoz, Elena Martín, asegura que por la información que dispone, el objetivo de los implicados en la trama era el evadir impuestos. "La operación es muy importante, de eso no hay duda, pero dudo mucho de que el alcohol estuviera adulterado. Los precintos no corresponden con el titular de la marca", asegura Martín. En cuanto al garrafón, la portavoz de Febes asegura que es un mito.

En el otro lado de la barra están los propietarios de los bares musicales. Juan Rambla es vocal de la asociación que engloba a este colectivo y una de las voces más autorizadas en el gremio de la noche. Su conclusión es clara: "El garrafón no existe, no le quede duda. Nosotros compramos directamente a las casas oficiales y a los distribuidores. Lo del garrafón es una leyenda urbana. Además, esto es muy fácil. Si ve un bar sirviendo copas toda la noche a 2,5 euros es que algo raro hay. ¿Cuántos bares de ese tipo hay en el centro de Málaga? Ninguno".

Su punto de vista difiere, y mucho, del de José Ignacio Díez. Hace unos meses, "cansado" del garrafón que se sirve en algunos bares decidió montar una página web (www.guiagarrafon) en la que sus usuarios denuncian con votos negativos a aquellos bares que, a su juicio, sirven garrafón. "La web ha sido todo un éxito y cuando se creó tuvimos un crecimiento espectacular. ¿La clave? Muy fácil, el garrafón está generalizado y nosotros sólo damos una herramienta para canalizar el malestar de los clientes".

Varios trabajadores de la hostelería consultados por este periódico coinciden en que el garrafón existe. "Lo peor es que te lo cobran al precio normal", asegura una de ellas. La propietaria de un bar del centro, que tampoco quiere decir su nombre, asegura que en más de una ocasión el distribuidor le ofrece dos tipos de botella, la correcta y otra que está adulterada o rebajada con agua. "El procedimiento es muy sencillo. Ellos dicen que cuesta mucho y que es muy laborioso adulterar la botella, pero no es así".

Quienes afirman que esta práctica existe sostienen que hay dos tipos de garrafón. Uno, que es el adulterado con alcohol metílico o industrial, de menor coste que el alcohol etílico del que se componen las bebidas. Y otro que consiste en rebajar el producto con agua. Ambos casos constituirían un fraude, aunque solo el primero provocaría los consabidos dolores de cabeza.

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