El Prisma

Barra libre de promesas

  • El PP malagueño puede encontrarse con la desagradable sorpresa de ganar las elecciones autonómicas y enfrentarse a los muchos compromisos de difícil cumplimiento que ha hecho Arenas

DEBO de ser uno de los pocos imbéciles que dan cierto crédito de partida a las promesas electorales, ésas que, según dicen, sólo comprometen a los que se las creen. Básicamente, porque si no las creemos de inicio, ¿cómo exigir después que se cumplan? Y si hay una función para la prensa ésa debe ser la de curar la desmemoria de los dirigentes políticos a base de golpes de hemeroteca. Todo indica, como estos días de convenciones populares y presencia de los aspirantes socialistas, que en Málaga, territorio colmatado de promesas, se librará la madre de todas las campañas autonómicas. Por tierra, mar y aire el electorado será bombardeado con proyectos, críticas feroces al rival y solemnes compromisos. No es nada nuevo. Pero por primera vez parece factible que los futuros incumplidores sean distintos a los habituales.

El presidente actual y candidato novato de los socialistas, José Antonio Griñán, despide una accidentada legislatura casi como empezaba su mandato: con guiños a Málaga. Escogió esta ciudad para anunciar la convocatoria de las elecciones, y subrayó que lo hizo conscientemente por la importancia de la capital malagueña y porque "Andalucía no es solo Sevilla". Lástima que Griñán, que no gana para espantos heredados de su antecesor pero que el partido se empeña en afrontar de la forma incorrecta (como esa continua acusación a la jueza Alaya de hacer campaña a favor del PP en lugar de colaborar más con la investigación del escándalo mayúsculo de los ERE), no haya cumplido su promesa de venir cada quince días, de despachar en Málaga -aunque fuera en una oficina de prestado-, de poner al menos la primera piedra del megahospital o la primera traviesa del tren de la Costa del Sol.

Tras inaugurar el Andalucía Lab en Marbella, un acto que al menos por respeto a la institución que quieren gobernar y al sector turístico debió contar con la presencia de alguno de los muchos alcaldes del PP de la zona, el presidente andaluz se dio una vuelta en el Metro. No estará hasta 2013, pero pese a su retraso, el Metro de esta ciudad se ha convertido en la principal obra del Gobierno andaluz, y a pesar de las penurias económicas y la falta de financiación que caracterizan a estos años, ahí siguen unas obras históricas, de enorme trascendencia y gran impacto para el empleo, con alrededor de 1.500 trabajadores. Pero no es serio que tras cuatro años de dudas, y especialmente tras un verano de espanto en el que la consejera se desdijo varias veces, se anuncie que el tramo vital del Metro, el Guadalmedina-Malagueta, vaya a salir a concurso prácticamente en campaña electoral.

Tampoco parecen muy serias las promesas del PP. Si recordamos el furor anterior al 20-N, debemos dar por descontado que el corredor ferroviario del Mediterráneo pasará por Málaga, Marbella, y Estepona hasta llegar a Algeciras. ¿O acaso no prometieron añadir en la propuesta a Bruselas ese tramo si gobernaban? Si creemos lo que Javier Arenas -al que solo le ha faltado jurarlo solemnemente sobre el trono de la Esperanza- ha repetido hasta la saciedad, si gobiernan los populares Málaga contará además con las sedes de la Consejería de Turismo, la Cámara de Cuentas y el Consejo Consultivo. Y se hará, albricias, el tren de la Costa del Sol. Y dos huevos duros, oiga.

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