antonio martínez aragón arquitecto

"El Centro al soho, que por más grafitis que pongan sigue como hace 20 años"

  • Defiende la necesidad de que la arquitectura aporte algo al entorno en el que se encuentre

  • Duda de la oportunidad de impulsar la obra para completar la segunda torre de la Catedral

El estudio de Antonio Martínez Aragón es vecino de las mismísima Catedral de Málaga. Se asienta en la calle Cañón, o la calle resbalón, como este joven arquitecto la rebautizó después de que fuese remozada dentro de la obra de reurbanización del entorno del templo. Lejos de los que huyen de la palabra crisis, él la abraza y la hace suya como una oportunidad de reinvención. Sin pelos en la lengua, asume el oficio con la naturalidad de quien quiere ofrecer algo en cada obra.

-Usted además de arquitecto es escritor. Ha llegado a publicar un libro de poemas. ¿Cuánta poesía tiene o debe tener la arquitectura?

La crisis nos ha hecho desechar el mercadeo con la arquitectura, donde todo daba igual"

-Creo que lo más importante en un arquitecto es que no solo se centre en arquitectura, sino que vaya a exposiciones, que lea, que tenga inquietudes, porque si no siempre será un mal arquitecto. Todo está relacionado. Una manera de adquirir sensibilidad, de tener otras visiones de la vida es fundamental. De hecho en la mayoría de los profesionales se nota esa falta de sensibilidad. Al final reducen la arquitectura a algo técnico. O como hay en Málaga, estudios grandes que hacen proyectos como churros. Para que la arquitectura haga ciudad cada edificio tiene que aportar. Que se hace una casita, que aporte al entorno, al barrio. Ahí es donde hay que demostrar sensibilidad y esa no viene solo de la arquitectura.

-¿Falta cierta poesía en la arquitectura que se desarrolla en esta ciudad?

-Totalmente. De hecho, mi tesis doctoral la hice sobre la literatura y la arquitectura. La arquitectura tiene un tema de relación con el entorno, de una idea con el cliente, con una historia que contar. Si no hay una narrativa, si solo es un objeto que colocar... Todo tiene que tener una lectura.

-Sus clientes acuden con esa idea...

-Llevo 16 años como arquitecto. Con 30 años tenía 16 arquitectos en el estudio. Hemos hecho cosas en Francia, Brasil... Y realmente aquello hacía que te convirtieses en uno más. Ahí me perdí un poco como arquitecto. Ahora, con la crisis, que ha sido fantástica a nivel profesional, hemos hecho poco, estamos solo cinco en el estudio, pero le hemos podido dedicar más tiempo a cada proyecto. Ha habido más tiempo para pensar. Al final haces arquitectura más o menos interesante y los clientes que te vienen es por eso, no por las 3.000 viviendas que hiciste. En estos años hemos rechazado proyectos que no nos han interesado. Ahora apostamos mucho por concursos, es donde tenemos más libertad.

-Está más satisfecho del arquitecto que es ahora que el de antes...

-Totalmente. Que vienen proyectos grandes, intentaremos hacer buenos proyectos. Si no somos capaces no los haremos. Porque lo único que te trae eso es dinero.

-Para muchos es más que suficiente...

-Ahora disfrutamos de la arquitectura, es un gustazo. Y es cierto que en proyectos interesantes no compites por honorarios, no necesitas rebajarte. Hay proyectos como una vivienda unifamiliar por 50.000 o 60.000 euros en los que compites con gente que cobra 15.000 o 12.000 euros, eso es una vergüenza. Uno no puede competir con un arquitecto que trabaja desde su casa. Cuando voy a una obra voy con otro arquitecto que lleva conmigo 16 años y con la aparejadora y vamos una o dos veces a la semana. Cómo vas a competir con uno que va a la obra una vez al mes.

-¿Imagina la arquitectura a la que daría forma Bukowski...? Es uno de los autores que cita en su tesis.

-Sería huir de lo remilgado, de lo artificioso, que fuera natural. La literatura de estos escritores era muy mecánica, sencilla, muy directa, sin artificios. Esa es la arquitectura que me interesa. En la arquitectura de Norman Foster no existe la imperfección, está deshumanizada. Pero la arquitectura se mancha, se ensucia, envejece.

-¿La crisis económica es oportunidad de reinvención?

-La crisis ha sido una maravilla total. Lo único que nos ha hecho es perder dinero. Pero el dinero va o viene, nos ha hecho reorganizarnos, desechar la vorágine, el mercadeo con la arquitectura, donde daba todo igual. Las cosas tienen su escala si no se empiezan a convertir en una fábrica. Promotoras grandes se dan cuenta de ello y buscan ahora estudios de una escala media comprometidos, con un único responsable, no grandes donde al final los proyectos los hace un becario y cuando uno habla con el dueño del estudio solo lo hace de los honorarios.

-¿La relación entre arquitectos es tan revanchista como parece?

-Yo soy poco academicista, me da igual el colegio, el colectivo, porque la única manera de ser libre es con el convencimiento de mis ideas. Si pienso en mis colegas, en la arquitectura de la Escuela de Málaga... Eso no me interesa porque dejaré de aportar algo nuevo. Mucha de esta arquitectura es de firma, se repite a sí misma con los mismos gestos, es como si un escritor escribiese siempre el mismo tipo de novela, con lo que leyéndome una ya está. En ese aspecto cuando hago algo lo hago solo por mi interés, por aportar algo a los demás y por un entorno que hay que respetar por encima de todo. Por eso cuando escribo artículos soy muy crítico con mis compañeros. La arquitectura me gusta verla como la literatura, una profesión de soledad. Me metí el primer año en la Escuela de Arquitectura y fui el primero en marcharme. Las universidades, los colegios de arquitectos, los ayuntamientos, sirven para acomodo de arquitectos cuyo fin, no el único, es tener un sueldo mensual. Y eso deja un lastre importante, porque un técnico municipal es determinante para la ciudad. Si coges un proyecto interesante, peleas con la normativa y además con arquitectos municipales, que son insensibles, que funcionan más como abogados. Sería lo mismo meter el proyecto por una máquina. Al final son puestos acomodaticios.

-Su estudio se encuentra junto a la Catedral. ¿Qué le parece el debate sobre la terminación de la torre?

-Intento ser comprensivo. Las catedrales se construían lo largo de los siglos, pero creo que no es el momento ni logro entenderlo. Si la acabaran, como ocurrió con la Sagrada Familia, uno tendría la opción de verla acabada, pero las cosas pierden valor, tienen su tiempo para construirse. Creo que sería un artificio, ir en contra casi de lo natural. Es como una patada a destiempo. Para mí no aporta más a la Catedral que esté o no esté.

-¿Que le parece la apuesta municipal por intervenir en la Alameda ampliando el espacio peatonal?

-El problema principal es la relación con el soho, que está a otra parte. La manera de intervenir en la Alameda no hay que verla de manera longitudinal sino transversal. Málaga tiene un Centro muy pequeño. Nunca ha crecido la ciudad de manera positiva desde la calle Carretería hacia el norte. Una oportunidad muy buena e interesante es la relación del soho con el puerto y en eso la clave está en la Alameda. Las propuestas hay que hacerlas mediante concurso, no podemos depender de los técnicos municipales. Un ejemplo es lo ocurrido con la plaza Camas. La Alameda es una pieza fundamental para Málaga y tendría que ser objeto de un concurso de ideas y discutir sobre ideas. Y coser la ciudad, trasladar el Centro al soho, porque por más que se inventen y más grafitis que pongan sigue estando igual que hace 20 años.

-Dice que es defensor de los concursos.

-Totalmente. Ahora en Málaga hay dos muy interesantes pero mal hechos. Nos vamos a presentar al de la Manzana Verde que ha estado un año para salir un concurso que son dos paneles para explicar 900 viviendas. Eso es una vergüenza. Que un arquitecto tenga que pensar un proyecto donde hay unifamiliares, equipamientos, zonas verdes y tenga que resolverlo en dos paneles A-2. Es la primera vez que veo eso. El principal error de esos concursos puede ser no saber explicarlo. Otro que es importante es el del Astoria. Nosotros votamos a un alcalde o un equipo de gobierno para que decida, porque si no empezamos a ser podemitas. Uno de los problemas era el no tener claro qué usos poner en los sitios.

-¿El suyo es uno de los 72 equipos que han presentado oferta para reformar el antiguo cine Astoria?

-Hemos estado pensando en presentarnos, pero es otra vergüenza, es un concurso de arquitectura en el que le pides al arquitecto que aporte usos; después no hay un proyecto que gane, que escoges cinco... La ciudadanía vota a los políticos y los políticos ponen a unos técnicos que forman parte del jurado. No podemos estar permanentemente en revisión. Lo que no puedo es tener cinco tribunales o poner tribunales que no son profesionales. Lo que quieren los ciudadanos es que se use el edificio, no que un arquitecto tenga que coger un gabinete de Madrid para que plantee la viabilidad económica de la propuesta. Está muy mal planteado. Creo que había un compromiso de sacar algo, mal planteado. Lo del Astoria es un engaño.

-Más allá de estas críticas, qué valor le da a esta manzana.

-Yo llevaba dos o tres años pensando en presentarme a ese concurso. Me parece el mejor equipamiento que puede haber en la ciudad, la conformación definitiva de la Plaza de la Merced, el tema de la Alcazaba, regenera eso y pensando en la parcela del cine Andalucía. Es determinante. Si al final se va a dedicar a un bajo de bares y lo de arriba una cosa que no lograremos controlar lo que es, serán otros 20 millones enterrados. Lo más importante del concurso era definir qué hacer ahí.

-Da la impresión de que siempre son los mismos los arquitectos que hacen cosas en Málaga.

-Es así. Aquí tenemos buenos arquitectos, buenos gestores, buenos arquitectos políticos, buenos arquitectos parlanchines. Y en Málaga somos muy malaguitas, muy del terruño. Con Pepe Seguí, al que tengo mucha estima, ha hecho grandes proyectos con un estudio pequeño. Es un tío implicado al máximo, una persona que se relaciona bien. Que siempre tenga que ser él, es muy trabajador. Casi veo más otros casos. Es verdad que ahora parece estar otra vez en racha.

-Tiene esa habilidad...

-Tiene una habilidad. El caso de la torre, por ejemplo. Es muy difícil conseguir un cliente, muy difícil plantear una buena idea y que se quieran gastar el dinero, solventar la normativa, terminar y construirlo. Pepe ha conseguido un cliente y es muy fácil y muy cainita criticar a Pepe por la torre, que si el sitio. Prefiero más a Pepe que a otro porque ha demostrado más que otros, tiene un prestigio, una solvencia. Sobre el edificio no sé si será bueno o malo. Pero en el puerto nadie critica las grúas o el Palmeral, que me parece una aberración.

-¿No le gusta?

-No. Me parece que es una línea muy contundente. Lo digo de cara a que se diga que la torre será lo primero que se vea. Pero es que se verá la torre, las grúas, los silos, la cubierta de la Aduana. Uno cuando hace un proyecto en el casco histórico, no puede haber nada que brille en la cubierta. Eso se comprende porque si están en la Alcazaba a lo primero que se van los ojos es a lo que brilla. Es una cubierta muy llamativa. Y lo mismo pasa con el Palmeral, que es una línea que no está nada integrada. El mismo defecto que le veo a la pérgola se la veo a La Coracha o a la boca del túnel. Todo es muy relativo, y la arquitectura viene determinada muchas veces por el entorno. ¿Que tiene que haber un concurso internacional? Creo que es la manera más justa siempre que haya un buen jurado y cuantos menos políticos mejor.

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