José Sánchez Rosso. Empresario y dueño del café chinitas

"Chiquito ha dejado un hueco aquí que no lo va a cubrir nadie"

  • El fundador de uno de los restaurantes más emblemáticos del centro reivindica una industria auxiliar para la hostelería

  • Rememora su amistad con el cómico fallecido, con el que comía a diario

José Sánchez Rosso lleva tres décadas al frente de uno de los negocios más emblemáticos y antiguos del centro de Málaga, el Restaurante El Chinitas, lugar de peregrinación de turistas y refugio en los últimos años del humorista Chiquito de la Calzada, amigo personal del dueño. Este empresario, que ha sido vicepresidente de la asociación de restauradores, miembro de la Cámara de Comercio de Málaga y presidente de la asociación Amapacce, cree que al centro de la ciudad le falta orden y a la economía local, una nueva industria.

-¿Cuánto lleva al frente del negocio?

-Llevo 30 años en este negocio. El mismo día que se inauguró la restauración del Teatro Cervantes se abrió este restaurante. Y dio la casualidad de que realizamos la petición para restaurar el Cervantes cuando yo era concejal en la corporación con Luis Merino y Cayetano Utrera.

-¿Se propuso evocar el viejo Chinitas del siglo pasado?

-Yo me crié en el Pasaje de Chinitas y el viejo Chinitas se cerró en el 1937. He recogido la antorcha de aquel local y le he dado dignidad a la colección de cuadros que conmemora el recuerdo de grandes artistas del cante y del baile. Una persona muy cualificada, el presidente de la Peña Juan Breva, dijo que menos mal que le puse el nombre. Porque el pasaje de Chinitas quedó como plataforma donde se reunían los cantaores y donde había no menos de treinta limpiabotas. Le puse el nombre porque me he criado en ese Pasaje, al que iba gente como Paula y los cantaores de la época. Y a mí me ha gustado el flamenco y por supuesto los toros.

-¿Y ha logrado mantener el espíritu de aquel Chinitas?

-Claro, mi apego y mi cariño al Chiquito viene de que también él se encontraba cómodo y teníamos una amistad de donde él empezó a cantar. Ya se ha perdido la fiesta como tal, antes no había comida o reunión de amigos donde no estuviese una guitarra o un par de cantaores.

-¿Se ha perdido esa tradición de locales?

-Lo que ocurre es que hoy es más caro y el público se reúne, pero le cuesta más pagar una guitarra y el cantaor que la comida.

-Málaga ha cambiado su oferta de restauración. ¿Tienen los locales tradicionales su espacio?

-Hay una realidad y es que el cante flamenco siempre ha sido minoría. Los cafés cantantes antiguos eran pequeños y se llenaban con 30 o 40 personas. Hoy económicamente no tiene rentabilidad un local tan pequeño.

-¿Le gusta el modelo de restauración que tiene la capital?

-Yo no soy nadie para poner vallas al modelo. La verdad es que Málaga ha recepcionado el progreso con el turismo y el centro de la ciudad. Si no tuviera todas estas instalaciones, que a lo mejor algunas se han excedido, al puerto se lo habría comido el centro. Quien viene a Málaga ve cómo está el centro, que tiene acogida y variedad. He estado en muchos países y dentro de España hay también calles enteras llenas de hostelería. ¿Quién pone en un local otro tipo de negocio cuando ve que no hay recepción? Usted piense que este local es de los más antiguos y que con las dimensiones del Chinitas no hay muchos. Los emblemáticos de antaño han cerrado. Y ahora hay algunos negocios que tienen 30 metros de local y 60 de terraza.

-Eso es precisamente lo que propone la nueva ordenanza, limitar al 75% del negocio en la calle. ¿Está de acuerdo?

-Yo soy industrial y he vivido del comercio siempre, en negocios de zapatos, inmobiliaria, lencería o tejidos. No he salido en mi vida de la calle Larios, de Monroy, de la Plaza de la Constitución. Empecé con 13 años en Costa Azul, que estaba en la Constitución. Y si ahora doy una opinión, verían que tiro para mí o que hago una crítica. Tengo una opinión y la autoridad que es el Ayuntamiento, está obligada a poner las cosas en su sitio y si es capaz de mantener que no haya más taxis, que piense cómo se ordena esto. Hay buenas cabezas para pensar y esto es una cosa muy compleja. Pero el comercio es libre, hay que limitar lo que es de sentido común. No se pueden poner los negocios a ojo de buen cubero, en una esquina porque lo digo yo y después cierra. Tiene que ser todo más ordenado.

-¿Qué le falta a Málaga para completar este boom de la restauración?

-La restauración, como otros negocios, consume muchísimas coas, desde sillas a manteles y no está la industria que la fabrica. Y tiene que haber una industria, como pasó con el textil malagueño. Hoy solo tenemos comercios y restauración. Hay que buscar una industria que pegue y las administraciones deben dar facilidades para poder crearla.

-¿De qué industrias habla?

-Las auxiliares del turismo serían unas, pero en Sevilla se hacen piezas para los aviones. Tenemos la sanidad, agricultura, sólo falta desarrollar lo que es posible de acuerdo a nuestros tiempos.

-Estamos en tiempo de sequía y se van a limitar los regadío. ¿Ese problema le preocupa?

-La economía es global y la Axarquía produce de todo. También aquí tenemos los limones y naranjas del Guadalhorce. A la administración le cabe provocar y ayudar a toda industria a que nazca. Hay que ayudar porque los industriales actualmente son pocos lo que tienen posibilidades. Yo me descubro con empresas como Zara, que ha sido capaz de hacer un imperio y dar muchos puestos de trabajo. En Málaga, Confecciones Sur e Intelhorce tenían miles de trabajadores, pero se ha producido la renovación de la industria, que hoy está en Marruecos o China, donde lo copian todo y infinitamente más barato.

-¿Le gusta como funciona la asociación de empresarios de hostelería?

-No me gusta hacer críticas. El empresario a veces se despega de las asociaciones, que son necesarias porque son una manera de comunicarse con la administración, y si funcionan bien, pues olé. Lo que tiene que hacer el empresario es preocuparse. Pasa lo mismo con la Cámara de Comercio o la Confederación de Empresarios. Aplaudo el orden de los asociados.

-Uno de los más asiduos a este restaurante fue Chiquito de la Calzada ¿Qué significó?

-Lo de Chiquito, primero, fue un fallecimiento inesperado. Era un hombre al que conocíamos de siempre, que venía con su señora. Aquí encontró el apego, el calor y la amistad que le dábamos. Almorzábamos juntos todos los días pero todo el personal era cariñoso con él y él con ellos. Casi todos los días les regalaba un décimo de la ONCE a cada empleado y para nosotros era tan familiar que entristece no tenerlo. Ha dejado un hueco que no lo va a cubrir nadie. El único retrato de nivel que tiene Chiquito es el del Chinitas, una foto del lienzo de Miguel de los Ríos, que lleva aquí 17 años. Esta fue la foto que se llevó a su funeral y entierro. Como artista Chiquito ha sido excepcional. Málaga se ha portado muy bien, y España también. Aquí ha venido a saludarlo gente de lo más variopinta; la última una señora que vino a verlo desde Barcelona quince días antes de su muerte.

-Para encontrarlo había que acercarse al restaurante.

-Totalmente, y además la gente lo sabía, Málaga entera sabía que para encontrarlo tenía que venir aquí. Se sentaba siempre en esa mesa, la mía, porque es donde más visión tengo del restaurante, de la barra, del salón, la salida de la cocina, a los clientes que llegan. El Chiquito llegaba antes que yo y preguntaba por mí; y si no estaba se iba y volvía a los quince minutos.

-¿De qué hablaban?

-Nosotros, cuando no era el nivel de broma, su conversación más corriente era sobre su señora, Pepita, y luego muchas veces comentábamos sobre los cantaores de antaño, sobre el Tiriri, el Cándido, Antonio de Canillas, toda una gama de artistas de hace 50 años sobre los que contábamos anécdotas.

-¿En estos 30 año de negocio han cambiado mucho los gustos del cliente ?

-Ha cambiado a peor, porque esto de compartir es para no gastar y luego yo digo que si quieren comer sin mantel, sin vajilla, sin cubertería, sin servilletas, hay otros restaurantes.

-¿Va a seguir mucho tiempo al frente de este restaurante?

-Nuestro Señor me dirá. Ahora está mi hijo que ha aprendido bien. Esto nos pasa a todos los del oficio, que ya los hijos nos mandan más que obedecen. Esto es una sociedad con 20 empleados, pero en Feria o Semana Santa tenemos hasta 30.

-Hablando de Feria, todos los años se abre el debate sobre si cambiar o no el modelo de la Feria del Centro.

-Yo fui uno de los que participó en la creación antes de que fuera hostelero. Por entonces tenía Telas Sánchez Rosso y surgió porque El Corte Inglés ponía en su puerta una feria por la mañana y cinco o siete comerciantes del centro dijimos de hacer algo y se nos ocurrió contratar los coches de caballos para darse un paseo por la calle Larios y además invitar a los clientes a una copita. Era una cosa artesanal y así surgió. Se ha convertido en una Feria única. Si la quitáramos, pese a las críticas, seríamos una feria como la de cualquier lado. El Centro le da un sello a la Feria y el que lo niegue es que está ciego.

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