TODOS los ciudadanos de Málaga, y de media España, hemos cerrado los ojos durante unos segundos ante el accidente que se produjo en la Autovía A-7, en Torremolinos.

Nueve fallecidos, más de 40 heridos y miles de sueños e historias que se han quedado de nuevo en una cuneta, en un amasijo de hierros que han puesto fin a un trayecto que comenzó con otros deseos.

Y esta vez el culpable ha sido el alcohol, como tantas otras, mezclado con la velocidad y el estado de la carretera, pero podía haber sido el sueño, la inexperiencia o un guardarraíl cualquiera (que también).

A quien ha dejado su vida en la carretera, solo nos queda recordarlo, llorarlo, y desear que no vuelva a ocurrir lo sucedido, emprendiendo medidas de control que impidan que estos hechos se repitan.

Para quien afortunadamente salvo su vida en esta trágica escena, comienza una nueva etapa.

Tristemente, además de las víctimas de accidentes de tráfico, cada fin de semana, cada operación salida, se convierte en una operación a vida o muerte que consigue sin duda rebajar el numero de fallecidos, y que con sabor agridulce incrementa una lista de personas, a las que su vida, por su culpa, o no, ha dado un giro radical.

Podemos ser arquitectos, médicos, socorristas, fontaneros, administrativos o estar en el desempleo. Pero desde ese día, y desde esa hora, ante todo, somos minusválidos.

Con tiempo y esfuerzo, lucharemos por ser discapacitados, nos esforzaremos en mostrar una imagen de normalidad y la mayoría de los días, procuraremos, mediante una sonrisa, no mostrar el dolor que nos invade, y, cada día, al levantarnos, nos preguntaremos ¿por qué?

Mil y un porqués, que no encontrarán solución. Mil preguntas que jamás te has cuestionado, y que a partir de ahora toman una importancia superlativa.

Pero a todo le encontrarás solución. Absolutamente a todos los problemas que te origine tu nueva vida, le encontraras una fácil solución, que lamentablemente no se traduce en el día a día de las personas.

No solo cambia tu vida, cambia la sonrisa de los que te rodean. Inundamos a nuestras madres con una saliva ácida difícil de tragar, abrimos la puerta de nuestra casa para que nuestra pareja poco a poco, eso sí, vaya buscando el aire que ha dejado de respirar.

Y con buena cara, que si no aparece el sabio de turno, portador de refranes y dichos populares y nos acusa de tener mala leche.

Y la pregunta vuelve a nuestra mente, ¿por qué? ¿Por qué dejamos que cada día los sueños e ilusiones de cientos de personas se queden en cunetas?

Pues porque no nos ocurre a nosotros. Porque hemos llegado a asimilar conceptos que nos hacen peores personas. Hemos llegado a no querer ver el dolor que provoca el frío asfalto, hemos asumido como normal lo que ocurre cada fin de semana. Hemos perdido la sensibilidad y hemos dejado de apreciar la vida, sencillamente por eso.