Transexualidad

Lucas y Mateo: el éxito de ser uno mismo

  • El caso de los dos gemelos transexuales que se 'despiden' como mujeres, revoluciona las redes sociales

  • Piden que la autodeterminación del género sea un derecho fundamental

"Para quien no nos conozca, somos Natalia y Lucía. Mañana nos cortamos el pelo y, de alguna manera, queríamos despedirnos. Queremos hacer algo bonito de todo esto, una historia bonita". Las imágenes que grabaron aquel 4 de abril de 2013, poco antes de comenzar el tratamiento hormonal, parecían la antesala a un fenómeno que terminaría agitando conciencias. O esa, al menos, sigue siendo su intención.

Lucas y Mateo Ocón, una semana después de proclamar su transexualidad, están convencidos de que su mensaje, que se propusieron inculcar en la sociedad para dotar de visibilidad a un colectivo que todavía sufre rechazo, está calando hondo. "Queremos que se nos escuche y lo estamos consiguiendo. Nos han llamado de Canarias y de Argentina y hemos salido en la prensa italiana. Cruzamos el charco", expresa agradecido Lucas, que junto a su hermano ha acaparado titulares en prensa, programas de radio y cadenas de televisión e incluso participarán en un documental.

Con un vídeo de apenas cuatro minutos, que ahora suma cerca de 30.000 reproducciones en su canal de Youtube (Twin brothers), los gemelos dan por finalizada "la historia de Lucía y Natalia" -esa en la que se maquillaban y llevaban tacones- para inaugurar la de Lucas y Mateo y recordar que "para ser lo que queremos ser tuvimos que ser así".

Los gemelos transexuales: "Para ser lo que queremos ser tuvimos que ser así"

Había llegado el momento de hacer público que, desde los 3 años, pese a vestir de rosa, sabían que eran niños y que durante más de dos décadas se habían visto atrapados en un cuerpo que no se corresponde con su identidad sexual.

Con un grado de madurez impropio en unos jóvenes que cuando se sentaron frente a la cámara tenían 24 años -y todavía apariencia femenina- ya soñaban con una sociedad que algún día pudiera ser "más libre y justa". Abogaban así por que las etiquetas "no separen", sino que contribuyan "a expresarse y a entenderse". Sin olvidar, precisaban, "que existe un punto de encuentro entre dos personas que no comparten una misma opinión", como es el respeto.

Durante estos días, los gemelos, que ya encontraron la "pócima" con la que fantaseaban cuando eran pequeños para ser hombres, han recibido numerosos mensajes, en su mayoría de apoyo. "Por edad podría ser vuestro padre y estaría orgulloso de teneros como hijos". "Me conmueve el nivel de aceptación y autoconocimiento. Gracias por compartir y por promover el respeto a la diferencia". "La naturaleza es sabia, pero también comete algún que otro error, suerte que la ciencia puede ayudar a subsanarlos", apostillan algunos de los miles de usuarios que han conocido el caso de los Ocón.

La anécdota más emotiva la protagonizó una niña de apenas 10 años, hija de unos conocidos. "Lo ha entendido perfectamente, nos sorprendió. Le dijo a su madre: 'Son chicos, solo que han nacido con otro cuerpo'", explican los hermanos.

Un selfi de los hermanos. Un selfi de los hermanos.

Un selfi de los hermanos.

Las críticas, que también han arreciado, no han hecho sino fortalecer su proyecto de vida y demostrarles que aún queda mucho camino por recorrer. Ahora alzan la voz para reivindicar que la autodeterminación del género se convierta "en un derecho fundamental", de manera que un psicólogo "no deba" cuestionar "quién es" cada persona. Porque el género, destacan, "no se determina en base a un aspecto físico o a unos genitales". Pretenden seguir utilizando las redes sociales como altavoz para acercar a niños y adolescentes el mundo transexual, ese que en su día también para ellos fue un universo desconocido.

En las imágenes que han difundido para mostrar cómo han afrontado el proceso de cambio en cada etapa de su vida, Lucas y Mateo recuerdan a la pequeña Natalia, esa a la que, cuando estaba en Preescolar, una profesora recriminaba que quisiera usar el baño masculino. "Ahí no, Natalia. Ese servicio es de niños y tú eres una niña. Yo no lo entendía", recuerda Mateo, que continuamente se hacía la misma pregunta: "Soy un niño, ¿por qué la gente me trata como si fuera una niña? Tenía 4 ó 5 años".

"Gracias por compartir y promover el respeto a la diferencia”, reza un mensaje de apoyo

Lucas rememora que comenzaron a sentirse "diferentes" cuando cursaban Primaria y dividían las clases "en niños y niñas". Algo más conformista que su hermano, optó por aceptar la situación que le "había tocado vivir" y, hacerlo "de la mejor manera". "Socialmente era una niña, pero tenía un secreto que nadie sabía", afirma.

Durante su infancia, los gemelos, que ahora tienen 29 años, sufrieron agresiones verbales por parte de compañeros a los que nunca denunciaron. "Los niños se metían con nosotros. Nos veían machorrillas. De algún modo, yo entendía por qué nos pegaban. Éramos conscientes de cómo nos veían. Aunque teníamos buen fondo, nos defendíamos", narra Lucas.

La adolescencia se erigió en la etapa más complicada, aquella en la que se les pasaba "de todo por la cabeza" y encontraban sentido a pocas cosas en la vida. Dormían bocabajo, confiados en que de esta forma no les crecería el pecho. "Llegaba incluso a golpearme. Usábamos camisetas anchas y nos encorvábamos", reconoce Lucas, que se sentía "disfrazado".

Fue entonces cuando decidieron sacarle partido a la imagen de mujer que la naturaleza les había proporcionado. "Nos dejamos el pelo largo. No sé si éramos conscientes de la repercusión que aquello podría tener a nivel psicológico, pero creíamos que era una opción. Quisimos adaptarnos al físico femenino. Aunque nos ayudaba, también nos destruía", agrega Mateo.

Los hermanos Ocón, antes de empezar el tratamiento. Los hermanos Ocón, antes de empezar el tratamiento.

Los hermanos Ocón, antes de empezar el tratamiento.

Perdieron peso, aprendieron a maquillarse y hasta a andar con tacones. "Notamos esa retroalimentación positiva por parte de los demás, que nos decían lo guapas y delgaditas que estábamos", cuenta el joven. Pero les resultaba casi una tortura, apostilla, mirarse en el espejo, hasta que se preguntó "en qué momento" se había convertido en una chica, esa a la que tantas puertas del mundo laboral se le abría. "No me faltaba el trabajo como azafata, pero lo perdí con solo cortarme el pelo", se lamenta. Ahora los Ocón buscan trabajo.

Fue en una cadena de supermercados en la que Lucas estaba contratado (eso sí, como Lucía) donde decidió "escucharse a sí misma". "Una pareja joven a la que estaba cobrando me pidió una bolsa y me llamó por mi nombre. Mientras me giraba, caí en la cuenta de que lo habían leído en mi chapa identificativa. Me sentí idiota al verme reflejada en el espejo y pensé: me ha llamado Lucía y yo no soy ésa. Era la primera vez que podía reconocerme a mí mismo", relata.

A partir de ahí, los hermanos, que nunca antes habían verbalizado lo que les ocurría sino que lo daban por sentado, se adentraron en un proceso que les llevó a pasar varias veces por quirófano para la reconstrucción del pecho y que, pese a las numerosas trabas que tuvieron que sortear, les ha devuelto la felicidad.

En España, hay más de 47.000 personas transexuales y unas 8.000 en Andalucía. En torno a 5.000 son menores de edad, según los datos aportados por Mar Cambrollé, la presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA), que aboga por que las familias "apoyen el proceso de sus hijos y nunca se interpongan en el libre desarrollo de su personalidad". "Nacemos transexuales y morimos transexuales. El niño no se confunde, muchas veces los que deben aclararse son los progenitores", subraya la portavoz.

Los hermanos Ocón defienden que, aunque los transexuales sean "una minoría", a cualquiera "le puede tocar", y hay estar preparados. "No tiene perdón que haya niños que lo pasen mal por esto. Existen tratamientos, se les puede ayudar", sostiene Lucas. Porque la transexualidad, remacha, no se elige.

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