calle larios

Málaga, lugar de un solo relato

  • Que Francisco de la Torre vuelva a aspirar a la Alcaldía no sólo evidencia que no hay candidatos alternativos: también que no hay más visión para la ciudad que la vigente

  • A pesar del éxito

A ver quién propone una estrategia mejor para tirar del carro, joven.

A ver quién propone una estrategia mejor para tirar del carro, joven. / javier albiñana

Disculpen ustedes, pero si algo no perdono en la Cuaresma es una remesa de torrijas. Como a Schopenhauer, me fascina todo lo relativo al pecado original y las cenizas que me recuerdan el polvo del que vengo y al que me encamino; pero hasta el Domingo de Ramos, mi principal dilema en lo que a tradiciones se refiere será escoger entre el azúcar y la miel, y que Dios me perdone. Por eso me planté el otro día en Aparicio, en Santa Lucía, a por el avituallamiento correspondiente y, esperando mi turno, compartí tiempo y espacio con dos compradoras concienzudas abrigadas con frondosas pieles, abuelas autoritarias de ésas que no dejan escapar una y prestan especial atención en la homilía a ver si el cura ese tan joven no saca los pies del tiesto. A una le dio por discutir, porque sí, sobre la reelección de Francisco de la Torre como candidato por el PP a la Alcaldía de Málaga, y al instante la otra trajo a colación a Rosa Francia. De inmediato ambas exhibieron una solidaridad generacional, casi gremial, con la profesora, hay que ver, la pobre, con lo discreta que ha sido siempre, bien harta tenía que estar para salir así a pedirle al marido que no siguiera y fíjate, cuando todavía podían quedarles algunos años para disfrutarlos, pero cuando acabe el otro de alcalde con ochenta años ya a dónde van a ir, con ochenta años te quedas en tu casa, eso es así. Casi sin remedio, impelido de hecho por sus miradas inclusivas, y por mucho que yo estuviera pensando en otras cosas, terminé tomando posiciones en el debate, sin más aportación que un asentimiento con media sonrisa a cada frase, mientras llegaba mi turno o el de aquellas señoras de una vez y podía volver a rumiar mi arbusto tranquilo. No obstante, al final terminé dándole vueltas a Rosa Francia y a su protagonismo adquirido durante nuestro particular procés. Esta mujer ha ganado siempre mi respeto, por su talla intelectual y su talante humanista; las razones por las que comparta o no la decisión de Francisco de la Torre de seguir en la política activa no le incumben a nadie, pero sí, confieso que su reciente exposición mediática (debida más al creciente amarillismo, sospecho, que a su propia iniciativa) me ha sorprendido un tanto. Total, que cuando por fin salí de Aparicio con mi bandeja de Torrijas perfectamente equipada, seguía pensando en Rosa Francia y no en el café de la tarde, como hubiese preferido, a cuenta de cierta similitud con la propia Málaga. Siempre me gusta mirar estas cosas desde fuera, porque con la refriega diaria uno termina viendo a Málaga como al gato de escayola tan feo del salón (a lo mejor el gato no está desde hace diez años pero te lo sigues encontrando todas las mañanas, sin falta). Y desde fuera, el argumento predominante respecto a Málaga refuerza la idea de que Francisco de la Torre ha sabido definir un proyecto para la ciudad y, más aún, ha sido capaz de poner en marcha los instrumentos políticos necesarios para materializarlo. Los museos, la recuperación del Puerto como espacio urbano (el otro día, por cierto, reparé en una cosa de lo más tonta: la vieja valla sigue ahí, donde ha estado siempre. La recuperación se ha dado a pesar de la valla. A lo mejor el siguiente gran paso sería crear un continuo que incluyera el Paseo del Parque, el Paseo de los Curas y el Palmeral, sin obstáculos. A ver quién se atreve), la proyección turística, la redefinición del centro como área comercial y de ocio y otros elementos responden, ciertamente, a un plan envidiado por muchos y llevado a cabo con éxito. Un plan que seguirá su curso si De la Torre, como es previsible, gana las elecciones. Con el éxito como causa mayor de legitimidad.

Sí, todo esto es bien sabido. Y por todo ello casi resulta fácil entender que no se haya forjado en todo este tiempo una alternativa política real, en cualquier partido, a Francisco de la Torre. Pero el problema no son las alternativas nominales, sino las ideas. El éxito del alcalde reluce bien de puertas afuera, pero sorprende aún más el modo en que Málaga ha asumido naturalmente su relato sin pararse a pensar que tal vez las cosas podrían ser de otra forma. Supongo que a esta ciudad le gustan mucho los pelotazos, los grandes titulares a cinco columnas para anunciar actuaciones y candidaturas, los golpes de efecto a mayor gloria del toma ahí Sevilla, y De la Torre los ha proporcionado a raudales, reponiéndose además a cada tiro por la culata. Pero no sé de qué manera afectará en el futuro que Málaga haya sido durante tiempo una ciudad de un único relato, de una visión nítida y efectiva pero al fin y al cabo única. No nos tiene que ir mal, claro. Siempre nos quedarán torrijas en Cuaresma.

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