De ruta

Mijas, una estampa urbana singular

  • Esta localidad que se alza en el corazón de la Sierra de Mijas y frente al mar ha sabido mantener todo su tipismo

El pueblo de Mijas, para muchos de los que se han enamorado perdidamente de él, lo tiene casi todo. Desde su atalaya, en el corazón de la Sierra de Mijas, la mirada puede perderse en una increíble vista del litoral. Sus calles conservan un trazado mudéjar de casas encaladas que lo llenan de encanto y sus tradiciones han sido capaces de sobrevivir a los envites de la globalización, lo light, el minimalismo y lo descafeinado. El olor a pino se entremezcla con el salitre que sube de la cercana costa, a cinco kilómetros en línea recta, y si se visita en las próximas tardes de invierno navideñas, sorprende el aroma dulce de unas almendras garrapiñadas que se preparan en puestos ambulantes, o el de los roscos que se fríen artesanalmente en plena calle, junto a la plaza de toros.

El coso de la localidad se ubica en el Paseo de las Murallas y está enclavado sobre la roca. Presenta una planta ovalada, algo poco usual en la geografía española. Se puede visitar a modo de museo. Pero, sin duda, una de las atracciones más particulares del municipio son los burros-taxi. A comienzos de los años 60, el regreso de los campesinos en burro se convirtió en todo un reclamo para las estampas de los turistas. Y las propinas, en muchos casos, superaban los salarios de los jornaleros. De esta manera surgió este oficio, que hoy es toda una institución. El Ayuntamiento tiene habilitado un aparcamiento para ellos en la Avenida Virgen de la Peña, que recibe el nombre de la ermita excavada en la roca por frailes mercedarios en 1548.

El interior de este templo custodia la patrona de Mijas. En el pueblo se cuenta que la imagen fue descubierta en 1586 en las murallas del viejo castillo, donde la habían ocultado para impedir que cayese en manos de infieles. La leyenda popular también cuenta que la virgen se apareció en forma de paloma a unos niños que jugaban en el entorno, a los que esta imagen sagrada pidió que la rescataran.

La iglesia de la Concepción es otro de los monumentos destacados que se pueden visitar en el pueblo. Fue construida en el siglo XVI sobre la explanada de un cerro y los vestigios de un antiguo castillo y posterior mezquita. Consta de tres naves con un artesonado mudéjar en la central. En 1510 se le añadió un campanario defensivo, que resalta desde el exterior y algunos autores consideran que se asienta sobre los restos de otra anterior perteneciente a la fortaleza.

El visitante también puede hacer una parada en el Museo etnológico, que se ubica en la Plaza de la Libertad. En él se recrea la historia del municipio, marcada por un pasado agrícola y por la artesanía. Contiene salas dedicadas a la elaboración del vino, el pan y el aceite.

Pero, sin lugar a dudas, el Carromato de Max es otra de las grandes particularidades de Mijas. Se trata del primer museo de miniaturas de Europa y lo componen 360 piezas que el coleccionista Juan Elegido Millán, un médico que se autodefinía hipnotizador, fue formando gracias a sus viajes. Obras de arte realizadas en migas de pan, chinchetas o cerillas. Una rareza para no perderse.

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