El Prisma

Telebasura municipal

  • ¿Realmente puede el Ayuntamiento de Málaga presumir de participación, vista la papelera en la que acaban las alegaciones que se presentan a algunos de los proyectos de la ciudad?

GRAN HERMANO no es un reality show. En realidad se trata de un programa de terror. Porque la sola idea de que constituya un reflejo fidedigno de nuestra sociedad provoca auténtico pánico. Más miedo que la cara de Jack Nicholson a través de una puerta astillada a hachazos, que una pelotita botando sin parar hasta el final de la escalera, que la dichosa niña saliendo del pozo, reptando hacia nosotros, con el pelo mojado tapándole la cara. Hacer zapping se ha convertido en un pasatiempo de alto riesgo. Hay quien baja cañones en El Chorro, quien hace parapente y quien se dedica a cambiar de canal. Sentado en el sofá, existe una alta probabilidad de toparse con algún engendro salido de Gran Hermano discutiendo a gritos con otro, como si fuera una pelea de zombies putrefactos. No es una idea original, que conste que se le ocurrió hace un par de años a la cadena británica que emitió la divertida y gore Dead set, una miniserie en la que todo el mundo, excepto los odiosos inquilinos de la casa televigilada, se había convertido en muerto viviente.

A Telecinco no le hace falta ficción. Lo suyo son los vertederos reales. Y se ha especializado en servirnos cada mañana, tarde y noche, y ahora que tiene un segundo canal lo hace por partida doble, una abundante ración de basura, mayoritariamente procedente del reality, aunque la cadena amiga también quiere cautivar a la audiencia dando cancha a corruptos, a maltratadores y cebándose con las desgracias ajenas, como si de la triste tragedia del Spanair se pudiera hacer una obra genial y seria como United 93. Pero el abuso con Gran Hermano es ya insoportable.

Al Ayuntamiento, de cuyos gustos estéticos ya tenemos un amplio catálogo -la última entrega, la aberración de entregar la Casa Natal para el sacrilegio de comparar a José María Cano con Picasso y Goya-, no se le ha ocurrido nada mejor que montar una versión "ciudadana" de Gran Hermano. Tras una selección y filtro previos, un grupo de 14 jóvenes, residentes en el centro histórico, "experimentarán el descubrimiento y vivencia de la ciudadanía" (sic). Los meterán en el Albergue Municipal durante una semana para recibir clases de la Escuela de Ciudadanía, sea eso lo que sea, aunque suena bastante mal, visitarán instituciones y se reunirán con el alcalde -esto último no sabemos si como castigo o como premio, aunque podemos especular que ganará quien aguante hasta el final sin dormirse-. Todo será grabado y retransmitido por internet, y según sus promotores municipales, el proyecto "ayudará a la toma de conciencia de los jóvenes y les iniciará en el conocimiento de las instituciones". Uno pensaba que para eso ya estaban las juventudes de los partidos políticos, para tomar posesión de las administraciones.

De la capacidad de trabajo del edil Julio Andrade no tenemos duda. De que se aburre mucho en el área de Participación Ciudadana, tampoco. ¿Realmente puede el Ayuntamiento presumir de participación, vista la papelera en la que acaban las alegaciones que se presentan a algunos de los proyectos de la ciudad? ¿Realmente el equipo de gobierno quiere conocer las inquietudes y propuestas de los jóvenes residentes del centro histórico o sólo hacer el paripé? No hace falta copiar lo más cutre de la televisión. Ahí van: no hay trabajo, todo es muy caro, los edificios se caen a pedazos sin que Urbanismo haga demasiado por evitarlo, faltan parques, sobran coches, la red de carriles bici que se ha diseñado es una chapuza, son necesarios más equipamientos deportivos y más actividades culturales y de ocio, porque no sólo los cruceristas se aburren cuando llega el fin de semana. Y a quien le pueda interesar: Chayanne y Bisbal pueden ser los favoritos de la audiencia de Gran Hermano, pero no son precisamente lo último de la escena musical internacional. En la Casona del Parque, más de uno debería ser nominado.

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