Málaga

Ureña se hace con la oreja de la tarde

No lo tenía difícil Ricardo Gallardo para echar al ruedo algo mejor que lo de El Pilar en la II edición del Desafío Taurino de este año. Y cumplió. Con sus más y sus menos pero estuvo a la altura. No tanto para los premios pero sí para permitir el toreo que hoy en día se pretende hacer. La corrida estuvo bien presentada menos el primero de Ureña, que fue un tío, alto y feo de cuerna. Parecía de la Camarga francesa. El último tampoco fue un caramelo, pero ayer salieron cuatro toros que desparramaron temple, nobleza, clase y bravura en el caballo. Eso sí, falto algo para que terminaran de romper en la muleta. Sin embargo, ante unas oportunidades así, lo único que se podía esperar es que el reparto de trofeos, o al menos de toreo, hubiera sido algo mayor.

Bullicioso(nº 169) se llevó el premio al mejor toro del Desafío. Alto y feo, el animal rompió en el último tercio de la muleta, mostrando casta y codicia. Había avisado por el izquierdo en algunos momentos pero Paco Ureña le vio posibilidades. Brindó al público y lo sacó al centro del ruedo. En la justa igualdad, el murciano le puso la muleta muy de verdad por el derecho, pegando tandas de 7 y 8 muletazos más el remate. Roto y entregado. No quiso perder su oportunidad y tomó la muleta con la mano zurda. Allí sacó algunos pases sin el mismo calado que al comienzo de la faena. Dejó la espada en lo alto y cortó la primera y única oreja de la tarde, que se pidió con mucha fuerza.

Salieron cuatro toros que desparramaron temple, nobleza y clase en la muleta

El cuarto no era bravo, solo tenía carácter, pero Iturralde le aguantó la pelea con la pica. Le apretó hacia los adentros a Curro Vivas con las banderillas. Se puso Ureña sin probaturas en el centro del ruedo. Pronto y alegre para evitar medias tintas. El toro no era malo y embestía con dulzura pero desde la primera tanda se vio que tenía poco aguante. No tomó el ritmo del inicio ni la continuidad debido a la sosería del animal. A Ureña le faltó orden al final. Se tiró firme pero cayó algo desprendida la espada. Se le pidió la oreja, más con la voz que con los pañuelos, aguantando Ildefonso del Olmo acertadamente. Dio una vuelta al ruedo.

El ritmo y tranco con el que salió el primero de Jiménez fue magnífico. Se arrancó con prontitud al caballo, vendiendo cara la lucha y llegando a derribar al varilarguero. Llegó justo de fuerza a la muleta y cuando parecía que aquello iba a tomar ritmo, el de Fuente Ymbro se apagó. Continuó a paso lento y muy por abajo buscando la muleta del diestro, dominante pero algo precipitado. Fue dulce y noble, tanto como larga la faena. Pinchó varias veces y saludó desde el tercio.

El quinto toro tenía 20 muletazos contados. Fueron los que aguantó hasta que Insólito se rajó. Pero había dado tiempo a lo importante. Jiménez se echó desde el principio la muleta a la mano izquierda y le cuajó tres tandas de toreo largo, profundo, desmayado. Variado en remates, cerraba tandas alternando entre molinetes, trincherillas y algún que otro pase de pecho bien conseguido. Pero cantó el de Ricardo Gallardo. Hizo bien en tomar la espada con prontitud para evitar emborronar lo ya realizado. Puso media estocada algo desprendida y se le pidió la oreja sin demasiada fuerza. Cuando iba a dar la vuelta al ruedo, el público reaccionó y solamente saludó desde el tercio.

El paso de José Garrido por La Malagueta fue como una madrugá en Sevilla. Silencio. Ni tuvo buen lote, ni tampoco tenía buen día el de Olivenza. Salió con genio el primero. Garrido lo dejó en suerte y el de Fuente Ymbro mostró condición de bravo en el caballo. Ahí quedó. El toro se paró rápido, requería cercanía y el extremeño no se entendió con él. Algunos pases sueltos, de estética composición, pero poco más. Un bajonazo y dos avisos fueron la antesala del primer silencio.

El que hizo sexto fue reservón y desagradable en el remate del muletazo. Pegaba un tornillazo que Garrido no supo corregir. Parecía como si no le viera el sitio o no sé qué, pero aquello no funcionó. Metió la mano con habilidad y dejó la estocada caída. Nuevamente se repitió el resultado anterior y el aficionado se quedó con sabor agridulce, con ganas de algo más.

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