Aniversario Alcohólicos Anónimos de Málaga

50 años de lucha contra el alcoholismo

  • Historias diferentes pero con elementos comunes como la soledad y el alejamiento de la familia unen a personas que todas las semanas se reúnen para ayudarse a combatir la enfermedad

"Me llamo Bea y soy alcohólica". Como si de una película se tratara, así comienzan los testimonios de todas las personas que cada semana acuden a las reuniones de Alcohólicos Anónimos en cualquier parte del mundo y, en particular la de Málaga, que el pasado jueves abrió sus puertas a este periódico, con motivo del 50 aniversario que cumple este domingo para "llevar el mensaje de esta comunidad a personas con problemas".

"Lo más importante es darte cuenta de que te enfrentas a una enfermedad", reconoce Juan antes de la reunión. Y una vez dentro, después de la lectura de su enunciado, en el que queda claro que el "único requisito para ser miembro de esta comunidad es el deseo de dejar la bebida", llama la atención la historia de Belén. Es la segunda vez que esta malagueña asiste a una reunión y ya es consciente de que tiene un problema, de que es alcohólica, aunque no bebiera todos los días. "Para mí un alcohólico era una persona que bebía a diario, y yo lo hago de forma esporádica. Pero es que cuando lo hago, desaparezco tres días de casa y abandono a mis hijos, a mi familia. Ya no puedo más", relata Belén, que se muestra esperanzada en su lucha particular cuando escucha los testimonios de otros alcohólicos que llevan más de 40 años sin beber.

En estas reuniones la familia tiene siempre una mención destacada. Al igual que Belén habla de sus hijos, la mayoría de las personas que acuden reconocen el sufrimiento de sus seres queridos debido a su enfermedad. En el caso de Julián, acudir a estas reuniones le ha devuelto a su mujer y a sus tres hijos; emocionado, cuenta con orgullo que le queda el alivio de que su madre, que ha fallecido recientemente, lo vio "sobrio antes de morir". Aunque Julián nunca pensó que fuera una enfermedad, sí que era consciente de que tenía un problema y con el tiempo se ha dado cuenta de que "llevaba 20 años distorsionando la vida".

Después de más de 30 años bebiendo -desde los 18 a los 48- y de intentar dejarlo por varios métodos, Juan descubrió Alcohólicos Anónimos gracias a su mujer, que llamó al 091 pidiendo ayuda para su marido. Desde ese día ya han pasado 16 años y Juan reconoce que dejaron de sufrir él y su familia.

Pilar también habla de su familia, de cómo se fue alejando de ella, de sus amigos, del trabajo, y todo porque la cuestionaban por beber. Hoy día, cuando lleva sobria muchas 24 horas, confiesa que "no quería ver la realidad, con el alcohol me anestesiaba". "Yo le pedía a Dios no despertarme y cuando pides algo así, es que algo pasa". La manera en la que afrontaba la vida Gabriela era bebiendo y ahora "conociendo a otras personas y sus historias, me doy cuenta de que nosotros lo podemos controlar", explica, dispuesta a luchar por ella, y por su familia.

A otros alcohólicos, la enfermedad les ha costado su ingreso en un psiquiátrico, hasta que reconocieron que el único problema que tenían era el alcohol. Es el caso de Alicia, que acabó ingresada en un centro de este tipo en varias ocasiones, pero siempre recaía. Más tarde intentó dejarlo ella misma, "podía engañarme, me decía que iba a beber menos, pero no lo hacía". Así que buscó ayuda en Alcohólicos Anónimos y aprende a "vivir sin beber". A Roberto el alcohol le ha costado pasar por cárceles y hospitales, "quería autodestruirme", cuenta. Después de las reuniones a las que ha asistido, y que tanto le han ayudado, se analiza y llega a la conclusión de que ha perdido su juventud: "Tenía muchos complejos y al beber me sentía más hombre".

Estos son sólo los testimonios de algunas de las personas que todas las semanas acuden a las reuniones de Alcohólicos Anónimos para seguir luchando por mantenerse otras 24 horas más sin beber, porque como explicaba Ana "es una sentencia diaria, mientras no bebas no pasa nada", pero si lo haces vuelves al principio, porque el "alcoholismo es una enfermedad incurable, progresiva y mortal". Los nombres que aparecen en este artículo son ficticios para contribuir al anonimato de las personas que han prestado su testimonio.

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