educación | la única escuela andaluza catalogada como 'changemaker' por la fundación ashoka

El cambio que se gesta desde la atalaya

  • El CEIP La Biznaga no ha parado de sumar matrículas en los últimos tres años gracias a su proyecto educativo

El acceso cada mañana es complicado para las familias. Parece una atalaya inaccesible vista desde abajo. Sin embargo, cuando se llega a su puerta se convierte en un centro acogedor que da cabida a todo alumno que solicita su entrada. En lo más alto de la barriada de La Mosca se construyó hace 36 años el colegio público La Biznaga, cuando aún no había autovía y sus alumnos procedían de su entorno más cercano. Ahora llegan desde distintos puntos de la ciudad, desde otras localidades incluso, para formar parte de esta escuela inclusiva, basada en el aprendizaje cooperativo, en el protagonismo del propio alumno y en la construcción de sus normas de conducta. Este CEIP que habitan unos 190 escolares y 14 docente es uno de los siete de España considerados Escuelas del Cambio por la Fundación Ashoka. El maestro César Bona lo ha incluido en su último libro, Las escuelas que cambian el mundo.

En el colegio que dirige María José Parages desde hace siete cursos los matriculados no han parado de crecer. "Hasta ahora teníamos aulas muy pequeñas, hemos pasado de tener 10 ó 15 niños por clase a una ratio de entre 20 y 25", explica la directora. Este año se han sumado unos 40 escolares nuevos. Valga como paradigma de su crecimiento el grupo de primero de Primaria. La clase de 3 años la comenzaron en septiembre de 2013 un total de 3 niños. Ahora en el grupo son 22. "Había familias que buscaban un colegio pequeño pero, fundamentalmente, lo que les atrae es el proyecto educativo", estima María José Parages. "Consideramos que a la escuela se viene a ayudarse y a aprender, trabajamos de forma cooperativa, no competitiva, pretendemos enseñar a los niños a resolver situaciones problemáticas siguiendo procesos lógicos de pensamiento", agrega.

Así expresado podría resultar complejo, pero la idea se convierte en sencilla observando el trabajo en sus aulas. Los propios niños, de forma asamblearia, son los que debaten, aprueban y establecen las normas del baño, de los pasillos o del patio. Son sus reglas, las pautas que tiene que seguir para que mejore la convivencia y, por tanto, ellos mismos se encargan de velar por su cumplimiento. "En septiembre los alumnos se encuentran las clases y los pasillos vacíos, en blanco, y el colegio se va llenando de vida a medida que empezamos a trabajar, vamos construyendo", dice la directora. Sí permanece el Gusanillo de la Lectura formado por decenas de anillos que son los libros que los alumnos han leído y que recomiendan o no a sus compañeros. También tienen un telar en el que tejen con restos de camisetas viejas alfombra para las clases. Y un invernadero hecho a base de botellas de plástico.

La Biznaga es una ecoescuela y eso se percibe en cada rincón. "Pretendemos ser un centro sostenible y cuidar el medio ambiente, estamos educando a ciudadanos responsables con su entorno y con la diversidad, consideramos que cualquier niño tiene competencias para aprender y que lo va a hacer en relación, con la ayuda de los demás, construyen su conocimiento", comenta Parages. Aunque el centro no trabaja exclusivamente por proyectos -sí que cada años se hacen trabajos generales en los que participa todo el colegio según el Proyecto Roma- está haciendo el tránsito hasta este tipo de enseñanza. Incluso los docentes que trabajan con libros de textos lo hacen de una forma grupal y diferente. "Queremos dar autonomía a los niños para que se conviertan en personas competentes", apunta la directora.

Este colegio es, además, comunidad de aprendizaje, lo que supone que las familias participen en el proceso junto a sus hijos. "Los padres consideran también que éste es su espacio, se reúnen aquí y hallan esa participación que venían buscando", agrega Parages. Magdalena Rodríguez lleva seis años como profesora de este centro que ha adoptado a una gata callejera como mascota. "No trabajamos solo el saber, los conceptos, sino que aprendemos a pensar, a comunicarnos, a convivir y ser autónomos, nosotros los docentes facilitamos estrategias para ese aprendizaje", indica esta especialista en Pedagogía Terapéutica que ha encontrado en La Biznaga "un cambio de paradigma increíble, desde la integración a la inclusión".

"Tenemos que ver qué hay que cambiar en el contexto de la escuela y la familia para que todos los niños aprendan", considera Magdalena Rodríguez y afirma que el boca a boca de las familias ha provocado este crecimiento. "La gran ventaja de tener más alumnos es que hay más variedad, más aportaciones en las clases y con ellas más oportunidades de aprendizaje". Igual que Magdalena es una de las veteranas, Rosa García, la especialista de Francés, acaba de incorporarse al centro. "Este colegio ofrece un panorama totalmente diferente a la enseñanza tradicional, los niños son protagonistas, son los actores de su propio desarrollo", apunta y señala que para ella "es una escuela viva".

Las familias que llegan a La Biznaga tienen "un nivel cultural importante y confían en nosotros, además de estar en proceso de participación con ellos en todo momento", subraya la directora. Porque para ellos es imprescindible el resultado del proyecto educativo. Como dicen los responsables "estamos construyendo la ciudadanía del futuro, culta, responsable, solidaria y feliz".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios