El Prisma

No se culpe a nadie

  • Tras décadas de debate ciudadano, la actuación singular del plan del Puerto puede ser un supermercado. Para una vez que Linde y De la Torre se ponen de acuerdo, en su contra, no parecen tener influencia

YA iba siendo hora, tras tres décadas de debate ciudadano, de presentar y retirar proyectos, de frases grandilocuentes, de poner a arquitectos estrellas en fuga, de que en el Puerto se hiciera una actuación singular. Singularísima. Algo que sólo podría ocurrir en Málaga. En sus mejores suelos libres, en la plataforma donde se funden el mar, Gibralfaro, el Parque y la Malagueta, en los dos muelles que envidian muchísimas ciudades porque en contadísimos lugares del mundo se puede desembarcar a los pies de una Catedral y una Alcazaba, nosotros pondremos un supermercado.

Es lo que tiene ser la gran metrópoli del sur de Europa, la excelsa urbe que aspira a la Capitalidad Cultural Europea, el Silicon Valley del viejo continente: cuando los demás van, nosotros volvemos. No es que seamos unos catetos sin redención posible. Es que somos unos innovadores, unos visionarios, unos iconoclastas sin remedio. Aunque de momento, ningún coolhunter se ha arrogado la idea. Como en aquel genial cuento de Cortázar, nadie tiene la culpa de que nos asfixiemos a fuerza de dar tantas vueltas con nuestro plan del Puerto. Si hace diez años el arquitecto Moreno Peralta -qué incordio de hombre, siempre aportando ideas o poniendo el dedo en la llaga- encendió la mecha de la revuelta ciudadana ("Donde otros ponen un Guggenheim, nosotros cines y pizzerías", dijo), el tiempo ha acabado empeorando sus perspectivas. Cualquiera preferiría un multicine a un supermercado de barrio.

Porque lo que va a ocurrir en el muelle de la Farola, si no lo impide un tsunami o una rara epidemia de sentido común entre nuestros gobernantes, es como poner la basura en el salón de casa, como instalar contenedores soterrados en la entrada de la calle Larios. ¡Huy, disculpen, pero me temo que eso ya ha sucedido!

Enrique Linde, presidente de la Autoridad Portuaria, asegura que él no ha propuesto la idea de ubicar un supermercado en la zona noble del plan especial del Puerto. Incluso afirma que no le gusta. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, del que se espera y se sigue esperando el liderazgo en cuestiones de diseño urbano, dijo en su momento que tampoco le apasionaba, que el lugar no parecía el más adecuado. A priori, el primer consenso de ambas autoridades en una década de tramitación del plan debería ser más que suficiente para zanjar el asunto. Pero no.

En el pleno municipal del jueves, el concejal de Urbanismo, Manuel Díaz, dio un giro a la posición del Ayuntamiento y del regidor, suponemos que con su consentimiento. Como, según afirma el edil en base a no se sabe bien qué estudios demoscópicos o consultas populares, los vecinos y comerciantes de La Malagueta están a favor, quizás no esté tan mal poner un ultramarinos de multinacional francesa en los bajos del paseo de la Farola. Justo junto al gran edificio cultural icónico que defiende De la Torre. Así los cruceristas podrán comprar embutidos. Así los malagueños podremos al fin presumir de algo que ninguna otra ciudad tiene: una infinita capacidad para hacer el ridículo. Habrá pruebas.

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