calle larios

El feminismo revelador

  • Hoy es uno de esos días milagrosos en los que las ausencias permiten ver con claridad

  • Lo esencial es la defensa de la igualdad como respuesta a un mundo deshumanizado

  • A pie de calle

Mujeres en la calle Larios. No son invisibles. Pero podrían parecerlo.

Mujeres en la calle Larios. No son invisibles. Pero podrían parecerlo. / málaga hoy

En el imperio del ruido, donde las ideas deben vérselas con las jaurías más feroces antes de cristalizar en el debate, el feminismo no iba a tenerlo más fácil. En los último días, con toda la atención puesta en la jornada de hoy, se ha escrito, analizado, conversado e injuriado en todos los púlpitos, domésticos y gubernativos, analógicos y digitales, de las tertulias televisivas a las redes sociales, de las mesas redondas a las barras de bar, de las paradas de autobús hasta los garitos para intelectuales, a cuenta de un Día Internacional de la Mujer que incorpora como preclara novedad una huelga feminista: el paro de las mujeres en pro de su visibilidad social. Llegamos hoy a la cita de la mano de un manifiesto respecto al que un servidor, como cualquier hijo de vecino, se muestra partidario en algunas cuestiones y más reservado en otras. Lo que, al cabo, no tiene ninguna importancia. No deja de llamarme la atención, sin embargo, el modo en que muchos se han aferrado a diferencias puntuales para intentar desacreditar no ya la convocatoria de hoy, sino el feminismo en todos sus órdenes. Y sospecho que justo así funciona la post-postmodernidad desde que el éxito en el intercambio de criterios se adjudica a quien vocea más fuerte: el tanto máximo se lo lleva quien propina el zasca de mayor envergadura, independientemente de lo que diga y con qué sentido de la oportunidad. Bajo la bandera del feminismo, muy en contra de lo que denuncia cierta crítica a la presunta homogeneidad del movimiento, hay personas que piensan de manera muy distinta respecto a la política, el capitalismo, el deporte, la cultura y los huevos con jamón. E, inevitablemente, resulta imposible acuñar una fórmula que pueda gustar a todos. Un servidor, por ejemplo, no comparte las tesis recientemente divulgadas sobre la Lolita de Nabokov que vienen a exigir una determinada postura moral previa como condición sine qua non a los lectores de la novela, lo que seguramente me distancia de otros y otras que, como yo, consideran que el feminismo es una causa justa. Pero sí coincidimos en lo esencial: el feminismo es la praxis política y cultural que defiende como argumento fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad la igualdad de derechos, en todos los órdenes, entre hombres y mujeres. A partir de aquí, caben todas las discrepancias. Yo también creo que determinadas voces del feminismo han errado al señalar a los hombres como enemigos, al cebarse en posturas victimistas y al proponer usos culturales e intelectuales que delataban cierta anhelo respecto a una posible censura. Pero nada de esto invalida el feminismo como garantía social para el presente.

Ni siquiera lo invalida el sagrado derecho a no hacer huelga hoy. Faltaría más. También la diferencia en este sentido cabe dentro del feminismo sin que incurramos en contradicción. Eso sí, confieso que el paro despierta simpatías en el aquí firmante por aquel viejo milagro que permite hacer visible la realidad justo cuando la realidad se esfuma. Habrá que ver, por un día, cómo funciona el mundo sin mujeres (a los hombres nos corresponde mantenernos en nuestros puestos para que esa visibilidad sea efectiva; lo siento chicos, hoy no somos los protagonistas) del mismo modo en que resultaría conveniente comprobar cómo funciona el mundo sin personas. En otra ocasión escribí que el feminismo es un humanismo; hoy me reafirmo: en una jerarquía cada vez más deshumanizada, donde cuentan únicamente las relaciones comerciales con el absoluto desprecio a las personales, donde las ciudades se han convertido en mercancía de usar y tirar, donde la educación convierte a los hombres y las mujeres del futuro en clientes de antemano y donde la cultura es únicamente ocasión de vano lucimiento, el feminismo ofrece una respuesta de humanidad precisamente desde la mitad más desfavorecida. Sí, claro que hablamos de política, claro que hablamos de capitalismo. Es que la lógica capitalista que nos dirige ha dictado que la mayoría somos prescindibles, y seguramente podemos encontrar otro modelo, a lo mejor dentro del propio capitalismo. Vamos todos. No faltamos ninguno.

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