Málaga

Un héroe de 5 años

  • Un jugador de la Premier League permanece toda la noche junto a un niño con cáncer terminal

  • Solo un hombre completo es capaz de cumplir el sueño de un pequeño en esas circunstancias

Bradley Lowery duerme abrazado a su ídolo, el jugador Jermaine Defoe.

Bradley Lowery duerme abrazado a su ídolo, el jugador Jermaine Defoe.

Un niño duerme abrazado. A su destino, terminal, que le conduce irremediablemente a la muerte; y a su esperanza. Se agarra a la ilusión, la más potente de las energías para amanecer un día más, para combatir en su particular guerra contra el cáncer. Maldita enfermedad. Su nombre, Bradley Lowery.

La imagen del pequeño Bradley me reconcilia con el ser humano. La suya y la de Jermaine Defoe, jugador de fútbol del Sunderland, equipo de la Premier League.

El niño duerme abrazado a su ídolo. Lo hace como si no hubiera mañana. Porque en su reducto hospitalario, el mañana es una quimera. Cada minuto de más es una bocanada de aire. El impacto emocional de la fotografía que el propio niño colgó esta semana en su cuenta de Twitter es incalculable. La sencillez de la estampa retrata la inocencia de la infancia y, al tiempo, la grandeza que puede alcanzar un ser humano.

Defoe acudió al centro sanitario, junto a otros compañeros del club del que es hincha Bradley, con el simple propósito de saludarlo, de animarlo en el difícil momento por el que atraviesa. Una corta visita. Nada más. Pero acabó siendo mucho más. El niño, en su enormidad, verbalizó su deseo. Y éste, como en un cuento, se cumplió. Jermaine se quedó a su lado toda la noche. Bradley vio cumplido su sueño. A veces ocurre. Y es hermoso que quede constancia de ello. Una fotografía para colgar en todos los hogares del mundo, un antídoto emocional a tanta miseria, a tanta podredumbre; un fogonazo de luz entre tanta sombra.

Remueve mi conciencia. No puedo ayudar a sobrevivir a Bradley, no puedo regalarle una 'vacuna' que le permita sanar y eliminar el tumor. Sólo puedo reconocerlo como mi pequeño héroe. Lo es, como lo son todos esos niños que se topan de frente con el envés de la vida, que es la muerte. La suya es una lección de plenitud y oportunidad, que para los afortunados que nada sabemos de la enfermedad, sólo puede y debe hacernos saborear el instante. Sin esperar nada a cambio, sin proyectar ambiciones inútiles.

La suya, por más diminuto que sea su cuerpo, es una gran historia. A mis ya 39 años ambiciono acercarme a su grandeza. Y a la de Defoe, un simple jugador de fútbol, cuyo mérito profesional no es otro que el de darle patadas a un balón. Él, como otros muchos, han pasado a convertirse en referentes sociales. A muchos de ellos esa categoría les sobrepasa sin disimulo. Quizás Jermaine estaba entre ellos, pero solo un hombre completo es capaz de cumplir el sueño de un niño de 5 años.

El héroe moderno, el espejo en el que se miran miles de niños, como Bradley, calza botas de tacos, corre la banda detrás de un balón, enciende los ánimos amigos y enemigos... Y a pesar de lo realmente insustancial de su 'oficio', a veces, un futbolista demuestra su enormidad. Defoe rompe cualquier barrera intelectual, no hay prejuicio que se sostenga ante la hermosura de su gesto, extraordinario.

Es la realidad del tiempo que nos ha tocado vivir. Pero hay más Defoe en este mundo repleto de respetables miserables incapaces de abrazar a un niño moribundo. Hay personajes anónimos, sin focos, capaces de disfrazar sus rostros para que un niño se someta a una resonancia, seres divinos que hacen hermosa la humanidad.

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