calle larios

El invierno de nuestro descontento

  • Es genial ser la envidia de todo el mundo a cuenta del clima, pero tampoco está mal ponerse en la piel de otros de vez en cuando

  • E imaginar otra ciudad, tal vez, bajo la nieve

También es mala pata que pocos días después de animarnos por fin a ir a Sierra Nevada a ver la nieve los Montes de Málaga amanecieran blancos, a diez minutos del salón. Estos paisajes siempre son ajenos, remotos, ocasiones para una fuga más o menos prolongada en la que una impresión de distancia, de exilio homérico, casi extranjería invasora, cunde en el paladar. Uno nació bajo el mismo sol al que Albert Camus señaló como responsable primero de su huida del nihilismo ya en su infancia argelina, se ha tostado la piel con sus ardores, ha respirado el aire salino aunque prefiera el mar para fines contemplativos, desde niño también, vacunado con este paisaje de humedad y terral contra las tentaciones pueblerinas, la nostalgia de la tribu, las marchas patrióticas e identitarias. Cuando pisas el hielo, sabes que no estás en casa. Por eso, la posibilidad de ver ciertos paisajes cotidianos convertidos en estampas del Norte, como en una inversión brutal de los polos, como si alguien de pronto jugara al escondite o como si las teorías cuánticas decidiesen aliarse para dar luz verde a la alternativa, se traduce en una inquietud primitiva, un momento, será todo el invierno que quiera ser pero qué diantre han hecho con mi luz; al mismo tiempo, la novedad aporta un no sé qué de juguete a estrenar, de excepción divertida, de viaje hecho al otro confín sin necesidad de subir al tren. Y, sobre todo, la invitación a ponerse en la piel del otro, la de visitar el país de quienes tienen en la nieve y el frío sus aliados más comunes. Ciertamente, este clima mediterráneo que nos corresponde, africano ya como San Agustín y estable como la Tierra que rechazó Galileo, es una bendición que nos define no sólo como malagueños, también como ciudadanos. Incluso, sospecho, como especie, como caso aparte. Las mayores refriegas de esta ciudad tienen que ver con el hecho de que disponemos de más horas de luz y de opciones de esparcimiento que la mayoría de los mortales: todo lo relativo al turismo, la movilidad, la cultura, las infraestructuras, las tradiciones, el urbanismo, los equipamientos, la historia, las inversiones públicas y la madre que nos parió gira en torno a una vida hecha hacia fuera, desplegada, abierta, ferozmente contrarreformista, sentada en un bordillo hasta las tantas de la madrugada, mira qué hora es José Manuel, se nos ha ido el santo al cielo, acábate el helaíto. El invierno acude a su manera, claro; pero aquí siempre podemos dar por hecha la esperanza de Ricardo III: tras el invierno de nuestro descontento, volverá el verano con el sol de York. Libre y soberano.

Pero con el camino de Colmenar cubierto por entero de blanco, coronada cada rama de los pinos con sus témpanos, cabe imaginar, por una vez, una Málaga en la que la nieve fuera moneda de cambio habitual. ¿Qué sería de la calle Larios? ¿Luciría igual el alumbrado navideño de Teresa Porras? ¿Y El Pimpi? ¿Conservaría su filosofía expansiva, su entrañable ambiente propicio a la más distinguida francachela, tuna mediante? ¿O quedaría como taberna de vecinos en la que buscar refugio, aliento para la chimenea y partida de dominó sobre el brasero y la mesa camilla? ¿Se metería entonces Antonio Banderas en el negocio, o se lo pensaría mejor? ¿Qué haríamos con la noria del Muelle Heredia bajo un cielo permanentemente gris y opaco? ¿Valdría la pena levantar una torre de 135 metros de altura en el Puerto para poner un hotel? ¿Seguirían viniendo cruceristas? ¿Habría que inaugurar más museos para compensar la ausencia de sol y playa? ¿Tendríamos tantas procesiones extraordinarias durante todo el año o seríamos más rigurosos con el calendario litúrgico, como en Valladolid? ¿Escalaríamos puestos en los rankings o habría que dedicarse a la pesca y ser más huraños, más tercos, más insaciables? Tal vez iríamos más al teatro. Rechazaríamos la indolencia. Mejor no. Gracias.

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