maría elvira roca barea. escritora y profesora

"La leyenda negra da confort a muchos"

  • La Medalla de Andalucía reconoce a la autora de 'Imperiofobia y leyenda negra', un ensayo que, más allá de su condición de 'best-seller', se confirma como imprescindible

María Elvira Roca Barea (El Borge, 1966), en su casa de Málaga.

María Elvira Roca Barea (El Borge, 1966), en su casa de Málaga. / málaga hoy

La aparición de Imperiofobia y leyenda negra (Siruela) a finales de 2016 llegó en el lugar más oportuno y en el momento exacto para arrojar una luz razonable al debate sobre las garantías democráticas vinculadas a España desde una perspectiva histórica. Hoy, convertido en best-seller, aclamado por historiadores y críticos del más diverso pelaje y con varias ediciones a sus espaldas, el ensayo goza de su cualidad de imprescindible mientras los acontecimientos (véanse los últimos sucesos relacionados con los límites de la libertad de expresión) se emplean una y otra vez como excusa para airear el fantasma de la leyenda negra en España. Detrás de esta obra está la filóloga malagueña María Elvira Roca Barea (El Borge, 1966), profesora cuyo curriculum incluye trabajos en el CSIC y clases en la Universidad de Harvard. La Medalla de Andalucía reconoce un órdago intelectual que prolonga con mimbres propios la mejor tradición humanista alumbrada desde antiguo en la comunidad.

-El favor de los lectores y críticos para su Imperiofobia ya lo tenía, ¿qué significado le otorga ahora a la Medalla de Andalucía?

-Sólo puedo recibirla con mucha gratitud. Todo lo que está sucediendo con este libro es muy sorprendente. El destino natural de un ensayo como éste no es, ni mucho menos, convertirse en un best-seller ni obtener tales reconocimientos. A nadie se le ocurrió imaginar algo así cuando se publicó, ni en la editorial ni, por supuesto, a mí misma. Que tuviera una acogida tan abrumadora ya fue algo del todo inesperado en su momento, y desde entonces no dejo de recibir el cariño y la gratitud de muchas personas que lo han leído.

-¿Tal vez la clave, en gran medida, fue publicar el libro en el momento más apropiado?

-Sí, supongo que sí. A lo mejor en otro momento hubiera pasado más desapercibido. Pero cuando se publicó ya se vivía un momento de verdadera depresión en la opinión pública respecto a España. A diario acontecía un mapa bien negro en el que supongo que Imperifobia funcionó como una pequeña luz para el debate.

-Lo que nos llevaría a otro debate sobre la utilidad de las humanidades en un momento en que estos saberes son por lo general desestimados precisamente por inútiles, por poco rentables.

-Sobre este asunto, mi posición es clara. Se ha creado un debate absolutamente falso sobre la utilidad de las humanidades a favor de la proyección de ciertos conocimientos a priori más rentables. Y hay que dejar bien claro que no sólo las humanidades son útiles; es que no hay un conocimiento más útil que el que nos transmiten las humanidades. Los mejores momentos que podemos identificar en la Historia de Europa, los de mayor esplendor económico y político, coinciden siempre con una mayor relevancia de las humanidades en los procesos sociales y educativos. El problema es que hoy predomina una actitud mayoritariamente cortoplacista que atiende únicamente a una rentabilidad inmediata. Las humanidades son más rentables y más provechosas, pero lo son siempre a largo plazo. De esta visión cortoplacista, tan pacata, podemos decir aquello de "pan para hoy y hambre para mañana". Pero la formación que hoy necesitamos es la que aporta un conocimiento duradero, la que prepara a los individuos para ganar con autoridad el futuro, no para sortear los accidentes momentáneos.

-¿Qué modelo social se derivaría de esta formación?

-Justamente, el que necesita la era de la comunicación. Hablamos de personas con criterio, capaces de buscar información, discernir y extraer conclusiones propias. Personas que desechan las posturas acomodaticias y los prejuicios más asentados. Estas personas son las imprescindibles para cualquier democracia. Y es imposible que se den sin las humanidades.

-A tenor de los últimos sucesos relacionados con los límites de la libertad de expresión, algunos portavoces políticos han vuelto a comparar a España con Turquía. Pero, ¿cómo habrían reaccionado el resto de países europeos ante casos como el de ARCO y las letras del rapero Valtònyc?

-Mucho peor.

-Entonces, ¿por qué se sigue comprando la leyenda negra a un precio tan módico?

-Porque la leyenda negra española ofrece un argumentario que aporta confort a muchos sectores sociales y a muchos países de Europa. Si España ocupa el lugar de los malos, algún otro ocupa el lugar de los buenos. Así de fácil. Hablamos de una respuesta absolutamente prerracional que, de nuevo, se emite a tenor de criterios de rentalidad inmediata. Para ciertos líderes como el alcalde de Amberes y los secesionistas catalanes, la tentación de aprovechar la leyenda negra es irresistible. ¿Cómo no van a poner en marcha un mecanismo que ya está ahí, que funciona solo, en el que ya está todo hecho? Ya dijo Arnoldson que la leyenda negra es "la mayor alucinación colectiva de Occidente". Pues bien, la alucinación continúa. Con su rentabilidad para algunos.

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