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La lucha por vivir sin drogas

  • Un hombre dilapidó 90.000 euros en seis meses en cocaína, juego y alcohol · Una joven tuvo que operarse de la nariz por los daños que se ocasionó de tanto esnifar · La realidad de la drogadicción en boca de sus víctimas

Unos han perdido parejas, otros trabajos. Algunos se han arruinado, muchos han desquiciado a su padres. Hay quienes han robado para costearse la adicción y al final han acabado con problemas judiciales. Todo por la droga. Ahora intentan salir adelante con la ayuda de sus familias y de Proyecto Hombre.

Cuatro jóvenes que están en tratamiento en esta ONG desnudan su intimidad quizás para reforzar su idea de que serán capaces de lograrlo, quizás como advertencia para otros que creen que controlan. Unos cuentan su historia con orgullo porque lo están consiguiendo, otros con vergüenza por haber robado hasta a sus propios padres para drogarse; todos con esperanza de superar una etapa alocada y destructiva de sus vidas.

David empezó a torcer su rumbo a los 20 años. Alcohol, cocaína, juego... Era propietario de tres restaurantes y tenía un situación económica envidiable. "Mi casa estaba pagada, pero la hipotequé por 90.000 euros y me los gasté en poco más de seis meses". Era capaz de gastarse 6.000 euros en una noche. Sus ingresos le permitían un tren de vida alto, pero no tanto. Así que para costearse la droga, empezó a consentir que se trapicheara en su bar. Hasta que la Policía lo pilló y fue condenado a prisión por tráfico de drogas. En Proyecto Hombre conmuta la pena de privación de libertad por su rehabilitación. Reconoce el apoyo de su pareja, que le dio el ultimátum: o ingresaba en un centro para desengancharse o se separaban. Lleva 10 meses limpio. Acepta fotografiarse sin titubeos y lo justifica: "Estoy orgulloso de estar aquí, de cambiar mi vida. Me he arruinado, podría tener una casa y cuatro restaurantes. Pero estoy recuperando cosas que había perdido".

Con 37 años, David es de los mayorcitos que se ven por Proyecto Hombre. Pero hay otros más jóvenes. Como Javier, que tiene 24 y empezó a "curiosear" con las drogas cuando apenas tenía 12 ó 13 años. Primero fue hachís, luego cocaína y más tarde drogas de diseño. A los 16 comenzó a trabajar en un hotel. Ganaba unos 600 euros, pero el sueldo no le alcanzaba. Así que comenzó a traficar MDMA. "Sólo quería estar de fiesta, en la calle; tener buenos coches. Empecé dando tirones y abriendo kioscos, pero era más fácil traficar con drogas de diseño. Hasta que me pillaron", relata. Fue condenado y ahora conmuta desintoxicación por pena. Mira hacia atrás y reconoce sus errores. "Yo estaba despegado de mi familia y de la gente que me quería. Por la droga he perdido buenos amigos. Aquí estoy recuperando a mi familia y muchas otras cosas", reflexiona.

Alberto Guardiola, trabajador de Proyecto Hombre, explica que en realidad el origen de la adicción no es la droga, sino la persona: "El problema no es la sustancia, sino el modo en que esa persona resuelve su vida".

Marta la resolvió directamente con cocaína. Con 16 años probó su primera raya. Hasta los 21 fue consumidora sólo en fines de semana. Después ya era a diario. Con sus ojazos verdes y su apariencia casi de modelo no le resultaba difícil conseguir trabajo como dependienta. Pero el dinero no le alcanzaba. Su novio estaba bien económicamente y le costeaba la droga. "Tenía un grupo de amigos de unas 20 personas. Había parejas con críos, mujeres consumiendo cocaína estando embarazadas y hasta dando el pecho", relata. Ella se tiró nueve años enganchada. Sus incumplimientos laborales la llevaron a perder empleos. Hizo intentos por desintoxicarse y tuvo recaídas. La operaron de la nariz porque de tanto esnifar se le había pegado y no podía respirar. Dice que en 29 días llegó a ventilarse 3.200 euros. Tocó fondo el día que, desesperada por conseguir dinero, le robó a su madre los euros que tenía para pagar la hipoteca. Ahora lleva tres meses limpia, aunque todavía se avergüenza de lo que hizo. No se explica cómo se lo podrá perdonar su madre. Quizás la respuesta la encuentre en la entrada del centro de Proyecto Hombre. Allí una decena de mujeres esperan pacientemente a sus hijos que están en tratamiento. También hay padres, pero son los menos.

Ignacio no quiere fotos, pero cuenta su historia. Tiene 19 años. Su madre está fuera, esperándolo, apoyándolo. "Empecé a consumir hachís con 16 años. Trabajaba en un hotel, pero me gustaba ir por encima de mis posibilidades. El sueldo no me alcanzaba así que hacía horas extras. Me gustaba ir a comer a buenos sitios y cuando me quedé sin trabajo, robé para mantener la buena vida". Dice que podía gastarse 500 euros mensuales en porros.

Ahora los cuatro intentan encauzar sus vidas. David aspira a una vida estable, con su pareja y sus hijos. Marta -aunque no tiene novio- confiesa que quiere ser madre, un proyecto que había aplazado porque era consciente de su dañina adicción a la cocaína. Ignacio planea trabajar en el taxi de su padre y echarse una novia. Javier, llevar una vida sana, recuperar los afectos de la familia y no perder a la gente que le quiere. Cuando se les pregunta qué les parece esta tendencia de los jueces a conmutar pena por ingresos en centros de desintoxicación, Javier no lo duda: "Es una gran oportunidad porque en la cárcel no te vas a rehabilitar".

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