Málaga

"La música es el arte más abstracto que hay y lo aceptamos sin prejuicios"

  • Pionero en Málaga en la especialidad de talla en madera, es profesor de la Escuela de Arte de San Telmo · Es gallego pero lleva 30 años en la ciudad entregados por igual a la escultura vanguardista y la imaginería

Desde que tiene uso de razón su vida ha estado al servicio de los materiales. Suso de Marcos (A Coruña, 1950) se rodeaba de pequeño de virutas de madera y confiesa haber roto más de una herramienta en el taller de carpintería de su padre. Hoy atesora una de los perfiles más brillantes en lo que a escultura contemporánea se refiere. Le gusta explorar el potencial creativo de la materia prima y transmitírselo a sus alumnos de la Escuela de Arte de San Telmo. Concibe las artes como territorios interrelacionados. La música, la poesía y la plástica son los tres apoyos sobre los cuales siempre encuentra estabilidad, "la justa para que el taburete no se mueva", admite.

-El Museo del Patrimonio Municipal acoge una exposición antológica que aúna su obra vanguardista y su estatuaria religiosa, ¿mantiene el equilibrio?

-Por dedicarme por igual a ambas facetas algunos galeristas en Madrid me califican de un bicho muy raro [risas]. La imaginería cumple una función muy concreta y, en mi caso, la hago porque alguien viene a encargármela. Nunca la he producido por voluntad propia como elemento expositivo aunque la disfruto. Adquirí conocimientos en talleres profesionales que luego perfeccioné en la escuela de arte y que me he preocupado en mejorar. Aunque mi producción artística siempre ha ido ligada más a la inquietud contemporánea. Para mí los materiales deben estar al servicio de la creación, con la riqueza que eso puede suponer.

-En la muestra dedica un apartado a la poesía con piezas centradas en autores contemporáneos. ¿De dónde le viene esa querencia?

-Mi relación con la poesía viene de antiguo. Yo he llegado a encargar obras musicales y poesías ex profeso para mis exposiciones. La poesía, como la escultura, es un mundo muy minoritario. A mí la masa me interesa poco, porque la mueven a su vez los que tienen el poder para hacerlo. Sin embargo, los que pertenecen a la minoría son mentes más privilegiadas. Me gusta disfrutar con cada uno de los ámbitos de la cultura. Y luego que cada uno haga lo que debe hacer. Picasso se formó conociendo la realidad para luego, a partir de ahí, hacer con esa realidad lo que quería. Una casa se construye sobre cimientos, no en el aire. Y yo soy partidario de esos principios.

-Su clientela más fiel está en las hermandades, cofradías y en los templos, ¿hasta que punto comparte la influencia de este colectivo en la sociedad malagueña?

-Creo que es muy lícito que cualquier colectivo intente alcanzar las mayores cotas de poder posibles. Llámense cofradías, peñas, o clubes deportivos. No hay nada objetable, si acaso la formación que debe tener la sociedad para poder elegir con claridad sus objetivos. Ahí es donde estriba el problema siempre, en la educación. La cuestión está en elevar el nivel de la sociedad para que sepa elegir. Es cierto eso de que un hombre sin formación es un hombre sin opinión.

-¿Hasta que punto es necesaria la formación para entender ó valorar el arte?

-Quien visita una exposición debe estar informado para que no piense que le toman el pelo, que en algunas ocasiones ocurre, porque en todo existe la picaresca. Pero detrás de una manifestación contemporánea tiene que haber una reflexión y un motivo muy concreto.

-En este sentido, ¿las artes plásticas se llevan la peor parte en la elección del espectador?

-Es curioso, porque la música es el arte más intangible y abstracto que hay pero, sin embargo, la asimilamos sin más. El arte contemporáneo deberíamos intentar trasladarlo a ese estadio. No habría tanto reparo. Uno simplemente se situaría frente a una obra, intentaría percibir las sensaciones que le transmite, más allá incluso del título o de otras consideraciones. Pero aún tenemos muchos prejuicios porque arrastramos la educación del pasado. El arte es lo más ligado a lo anímico, lo más subjetivo que hay, y lo que más se puede poner en tela de juicio.

-En una ciudad como Málaga, ¿queda espacio para el arte emergente?

-Lo que hay es mucha inquietud artística. Otra cosa es el mercado, que es reducido. Cuando yo llegué sólo existía como espacio expositivo la Sociedad Económica y, haciendo lo que podía, el colectivo Palmo, y para de contar. No había ni un teatro, sólo estaba la Sala María Cristina y en malas condiciones. Yo lo pasé mal para decidir si me quedaba aquí o no. Al final decidí quedarme por esas necesidades que vi y por querer cambiar las cosas. Mi especialidad es la talla en madera. En Málaga no existía, la creé yo.

-¿La escultura es, si cabe, la forma más difícil de encajar en el mercado?

-Es más difícil de colocar que la pintura, en cuanto a producción, traslado y ubicación. Por un particular que se interesa por una escultura, hay cien que se interesan por la pintura. Siempre hay una pared donde colgar un cuadro.

-Sé que ha propuesto varias ideas para mejorar la oferta artística en la ciudad, ¿con cuál se queda?

-Hace más de 20 años propuse crear en el Guadalmedina un gran museo al aire libre. Siempre he abogado por que ese cauce tuviera una especie de boulevard hacia el núcleo de la ciudad, pero con criterio, no de forma arbitraria. Yo apostaba por un programa de obras a exponer mediante un sistema de plazos, y donde el espectador pudiese ver un discurso de la producción escultórica española del siglo XX, por ejemplo.

-¿Por qué no cuajó?

-No se ha hecho como otros muchos planes en Málaga, que se quedan en el tintero. El auditorio, por ejemplo, estaba proyectado en 1983, si no recuerdo mal, con un proyecto de Moreno Peralta en los aledaños de la Plaza Manuel Azaña. A Málaga, y más ahora con la candidatura europea 2016, le faltan proyectos con criterio, exigentes, con reclamo interesantes para foráneos y malagueños.

-¿Qué parte de responsabilidad tienen los políticos?

-A los políticos no se les puede exigir conocimientos, en este caso de arte, se les debe exigir una buena administración de lo público y que atiendan a las necesidades sociales y culturales. Exigirle responsabilidad, la mínima como para darse cuenta de que no tiene esos conocimientos y entonces asesorarse.

-El futuro Museo de Málaga, ¿es una de las deudas culturales de la administración?

-Hace más de diez años, en 1997, se vació el Museo de Bellas Artes para trasladar las obras. Había que hacerlo, de acuerdo, pero antes se tendrían que haber habilitado espacios y buscar soluciones. En la Academia de San Telmo, que tenía la sede allí, protestamos porque preveíamos lo que iba a pasar, que se iba a quedar parado en el tiempo. Y vamos a ver cuándo se pone en pie. No hay que olvidar que la Academia es la que crea el museo, con los primeros fondos de Muñoz Degrain.

-Cuando mira al pasado, ¿encuentra más asuntos que corregir?

-La Casa de la Cultura, por ejemplo, se tiró para los fastos de 1992 y se dijo que el Teatro Romano iba a estar restaurado para esas fechas. La primera barbaridad fue construirla encima del teatro, vale, pero prestaba un servicio y hubo consenso mayoritario para que se tirara. Aún no se ha hecho un edificio que lo supla con una biblioteca en condiciones, no ese emplazamiento provisional en la avenida Europa.

-Usted formó parte del colectivo que luchó por la conservación del silo del Puerto ¿en qué se falló?

-Recuerdo que junto a Rosario Camacho, Vicente Granados, Paco Peñalosa y otros muchos luchamos para que nunca se derribara. Se podían haber hechos las obras del Puerto pero conservándolo. El silo es una obra civil, funcional, de los años 50, que en otros países la han reconvertido para otros usos pero conservando la memoria de lo que constituyó ese edificio, con unas características industriales determinadas. Aquí tenemos mucha facilidad para tirar enseguida las cosas.

-También participó en la presión para recuperar las chimeneas...

-Afortunadamente, ese esfuerzo ha merecido la pena. Yo presenté una moción en la Academia de San Telmo para que no se derribaran. El mensaje es el mismo, esa lectura a lo largo de la bahía de la industria malagueña.

-Lleva más de tres décadas viendo evolucionar Málaga, ¿que perspectivas tiene de futuro?

-Creo que debería diversificar más su potencial, que está excesivamente volcado en los servicios y en el turismo. Ya lo vimos en otros momentos de crisis como en los 90, que se vendía medio Torremolinos. Aunque afortunadamente van saliendo iniciativas. Una de las más interesantes es la creación del PTA, en el que muchos no creían. Hoy es uno de los motores de Málaga. En la medida en que se siga potenciando puede seguir aportando mucha riqueza en lo que se refiere a nuevas tecnologías y penetración en nuevas vías de mercado. Igual de importante ha sido la universidad.

-¿Qué peligro encuentra en la explotación del sector servicios?

-Agotando los servicios y el turismo podemos caer en lo que ya se está cayendo, en hacer ciudades clonadas, iguales unas a otras, sin identidad. Conviene volver un poco la mirada hacia atrás, hacia nuestras raíces para sentar las bases sobre las que caminar y crear personalidad que haga la ciudad más atractiva, de cara precisamente al turismo.

-¿Se llega a abusar de firmas nuestras como la de Picasso?

-Al final siempre se abusa del icono, de esa excelencia, y terminas aborreciéndola. La primera exposición colectiva en homenaje a Picasso se le hizo en el Museo Diocesano en 1981, yo participé con una obra. En esos momentos era cuando había que luchar porque se reconociera (y se conociera) la figura de Picasso. Hasta que murió Franco no se le podía prácticamente mencionar. Me molesta que ahora se viva de las rentas y a la sombra de Picasso. Además el aprovechamiento se hace cuando el ya no puede decir ni mu. Yo siempre digo que las flores, en vida.

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