Materno, planta segunda de Pediatría, habitaciones 218, 219 y 220: asignatura pendiente de la Administración sanitaria. Esas habitaciones todavía son de cuatro camas. Es la única planta del centro que aún no ha sido reformada. Así que cuatro niños, sus padres, sus visitas y los profesionales que los asisten deben compartir el mismo espacio. Frente a la tendencia a dar mayor intimidad con habitaciones individuales, ese área pervive entre la resignación de algunos padres y las quejas de otros.
"Eso supone cuatro niños llorando, cuatro máquinas pitando, cuatro veces que entra la enfermera o el médico y cuatro familias compartiendo la misma habitación. Es inaguantable. Los niños no pueden descansar porque casi siempre hay ruido", protestaba un padre. El Sindicato de Enfermería (Satse) advertía que la situación se agravará cuando con los procesos gripales y respiratorios, las cuatro cunas estén ocupadas.
Miércoles pasado, 16:30. Una madre da el pecho a su bebé. En ese momento en la habitación hay tres niños, incluyendo el suyo. La cuarta cuna está libre. El bebé de al lado llora con fuerza, la televisión suena de fondo y el murmullo de los otros familiares rompe el silencio. Todos los que comparten la habitación intentan no hacer demasiado ruido, pero es imposible.
De pronto entra un médico a hablar con una familia, luego una enfermera porque en otra de las cunas pita una máquina, después aparecen unos abuelos a ver a otro niño... "Las instalaciones son las que son, pero me gustaría tener más intimidad. Llevo dos semanas y he tenido suerte porque mis vecinos de habitación no son conflictivos", comenta otro padre. El sillón en el que tiene que dormir está a escasos 40 centímetros del acompañante del niño de al lado. Una cortina que se corre y se pliega a discreción divide el espacio de cada familia.
La habitación contigua tampoco está completa, hay tres pequeños pacientes. Un niño juega con un móvil y el sonido se suma al runrún de las conversaciones de los mayores. "Yo he estado pocas noches en el hospital, no me puedo quejar demasiado; pero cómodo no es", admite Alicia, una madre.
Dos abuelas cuidan de su nieto. Reconocen que es "complicado" compartir una habitación porque "cuando no llora un niño llora el otro", aunque ponen en el otro lado de la balanza que ahora se da desayuno, almuerzo, merienda y cena al acompañante del menor ingresado. "Esto es como un hotel de cinco estrellas, pero en el que tienes que compartir la habitación", concluía una de ellas.
Álvaro, un padre que no le quita ojo a su hijo, admite que "le impactó" descubrir que aún había habitaciones de cuatro camas en el hospital. Y a continuación opina que sería fácil convertirlas por lo menos en espacios para dos pacientes, simplemente con un tabique por la mitad. "Hay niños que son trabajosos para dormir y en una habitación de cuatro es más difícil todavía", comenta.
Otro padre relata que estuvo en una de las habitaciones después que operaran a su hijo. "Había dos niños e ingresaron dos más. La habitación se completó. Mi hijo estaba con 39 de fiebre, recién operado. Allí había padres, abuelos, enfermeros... Otro niño que estaba mejor, hacía ruido tirando los juguetes al suelo. Aquello parecía una discoteca", lamentaba. Además, se queja de que pongan cunas incluso para los niños de más de dos años que ya duermen en camas y ocupan más espacio. "Tras una queja que pusimos en Facebook, vinieron de Atención al Usuario e incluso el subdirector médico. Nos reconocieron que en 41 años esta área no se ha reformado", añade.
Frente a estas sombras del sistema, están las luces. Una niña de Mauritania que acaba de ingresar para ser operada ocupa una cuna. Los responsables de su acogida se esmeran cuando rompe a llorar; para que se calme y para que su llanto no moleste a los demás.
Las familias se muestran satisfechas con el trato de los profesionales. Algunas abuelas valoran incluso que ahora se pueda permanecer junto a los niños durante su hospitalización, una posibilidad que afirman no existía hace muchos años. Unos padres llevan con resignación las habitaciones para cuatro. Otros son más críticos. Pero todos coinciden en que el mismo espacio para cuatro niños y sus familias aparte de poca intimidad supone poco descanso.
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