Conservación · Legado Medieval

El olvido sitia 90 castillos medievales

  • Fruto de la intensidad con la que se ha fajado la historia en Málaga, la mayoría sucumben al abandono

La provincia de Málaga atesora 90 castillos medievales, testigos de la intensidad con la que se ha jugado la historia en un territorio que ha ejercido de frontera entre reinos, religiones, culturas y continentes. Salvo un puñado que han logrado sobrevivir a las tensiones de los tiempos, la mayoría son desconocidos, permanecen todavía bajo tierra o se encuentran en pésimas condiciones de conservación. El profesor de historia medieval de la Universidad de Málaga Sebastián Fernández ha dedicado su vida profesional a identificar, localizar y estudiar cada uno de estos monumentos. Recuerda que el 60% de los municipios de la provincia tienen, al menos, un castillo, aunque los hay que tienen hasta cuatro como Alhaurín el Grande, o tres como es el caso de Antequera y Cañete la Real.

La historia de los castillos medievales de Málaga se puede reconstruir al compás de la historia. La llegada de los musulmanes a la península, en el siglo VIII, provocó que la población hispano romana que permaneció en el territorio promoviera fortificaciones en riscos y montañas para refugiarse tanto de la presión fiscal como de ataques que esporádicamente perturbaban la razonable convivencia que mantenían los pueblos de las tres religiones del Libro (musulmanes, judíos y cristianos). Sebastián Fernández explica que cada vez que en un mapa aparece el término castillejo, alude a una construcción de esta época. Ejemplos singulares son los de Alpujata (Coín), Tolox o Los Negros (Marbella).

Los castillos que se levantaron durante el emirato independiente (finales del siglo IX y siglo X), están condicionados por las sublevaciones de bereberes, mozárabes (cristianos residentes en territorio musulmán) y muladíes (cristianos convertidos al Islam) contra el califato omeya. Omar Ben Hafsún fue una figura principal de este periodo. Las fortalezas de este periodo responden al desafío que los levantamientos liderados por este caudillo desde Bobastro representaron para el emirato cordobés.

El castillo de Comares es un ejemplo significativo. El profesor de la Universidad de Málaga también recuerda el castillo de Montemayor, una construcción olvidada que se levantó en una zona montañosa del término municipal de Benahavís. El cronista del emirato escribió que "los rebeldes", en alusión a Omar Ben Hafsún, guardaban allí "pertrechos y armamentos". Aunque las fuerzas musulmanas arrasaron la fortaleza desde la que se podían controlar los movimientos sobre el Estrecho, todavía se mantienen en pie algunas torres y muros 12 y 14 metros de altura.

A partir del siglo X, coincidiendo con el periodo del califato cordobés, se produjo un boom de infraestructuras coherente con el esplendor, la salud de las arcas y el poderío de Al-Ándalus, con Córdoba como la gran capital del mundo conocido, a la que acudían los reyes cristianos para pagar tributos. "Abderramán III y su hijo promovieron muchísimas obras públicas, no solo castillos", agrega Sebastián Fernández.

Son características de esta época las fortificaciones de planta cuadrada que con el paso de los años se irían transformando y perdiendo esta impronta para ganar resistencia frente a los bombardeos. A este periodo pertenecen, por ejemplo, los castillos de Álora, Marbella, Estepona o Vélez, concebidos para proporcionar protección y defensa a zonas muy productivas y, por tanto, de gran interés económico.

Es también el momento de las fortificaciones conocidas como qala, de la que derivan topónimos como Alcalá o Catatayud, emplazadas en puntos estratégicos vulnerables como vados de ríos o cruces de caminos, que se protegían con una única guarnición militar. El ejemplo más potente y posiblemente peor conservado que se conserva en Málaga de qala es el castillo del Turón, en Ardales, desde el que se combatía el empuje castellano y se protegía el acceso a Ronda y la Serranía.

La desintegración del califato omeya dio lugar a la aparición de los reinos de taifas, en el siglo XI, y nuevas necesidades defensivas. A este momento histórico corresponden la Alcazaba de Málaga y castillos rurales como El Nicio, situado apenas a un kilómetro de distancia de Estepona descubierto por el arqueólogo municipal de Estepona, Ildefonso Navarro, siendo alumno de Sebastián Fernández.

Cajiz alberga otra construcción desconocida y fabulosa de este periodo. Sebastián Fernández la descubrió espoleado por el interés de una doctoranda francesa empeñada en encontrar un castillo denominado Benadalid en la Axarquía. El tesón que puso venció la incongruencia de buscar Benadalid fuera de la Serranía de Ronda y dio frutos. La investigación de campo condujo hasta Cajiz donde un vecino del pueblo habló de una fuente con un nombre parecido: Ben Jalid. Una vez situados en la fuente pudieron localizar un cerro que cumplía todos los requisitos para convertirse en una zona de control y vigilancia. Allí descubrieron restos visibles de un castillo del que no se tenían noticias y su necrópolis en una ladera.

La disgregación del antiguo poder califal en las taifas supuso vulnerabilidad militar frente a los reinos cristianos. La solución fue buscar el apoyo almorávide del norte de África que, a partir del siglo XI, unificaron el territorio musulmán y expandieron su visión rigorista del islam. El castillo de Sohail, en Fuengirola, fue edificado en ese momento. Sebastián Fernández subraya que es uno de los legados que ha llegado en mejores condiciones hasta nuestros días "porque se ha reutilizado hasta el siglo XX". Durante la Guerra de la Independencia albergó un batallón polaco y después una guarnición de la Guardia Civil.

La supremacía almorávide fue sustituida en el siglo XII por la de otro pueblo del norte de África: los almohades, que desplazan la capitalidad a Sevilla y reforzaron las fortalezas y construcciones defensivas de Al-Ándalus ante la creciente presión cristiana que alcanzó su máxima expresión en Las Navas de Tolosa, donde fueron derrotados en una batalla "con espíritu de Cruzada" por un ejército de reinos cristianos y francos apoyados por el Papa.

El medievalista de la UMA explica que desarrollaron una técnica de excepcional utilidad aplicada ya en Medina por Mahoma: el tapial (tabbya). Mezcla de cal, arena, paja y cerámica molida con la que en solo unas horas conseguían grandes bloques de construcción. El sistema era muy eficaz porque evitaba acudir a canteras para cortar piedra, así como los largos, lentos y costosos desplazamientos. Incorporaron también el sistema de construcción conocido como soga y tizón que fundamentalmente consistía en levantar los muros combinando los lados largos y cortos de los bloques para dotar el muro de más consistencia. Esta fórmula se ha encontrado, por ejemplo, en un tramo de la muralla de Málaga excavado en la calle Almacenes.

Durante el reino nazarí de Granada se ampliaron las principales fortalezas y se reforzó el aparato militar costero a través de un sistema de torres almenaras que se erigieron cada siete u ocho kilómetros para vigilar el acoso de la poderosa flota aragonesa. La Costa conserva de aquella época 45 torres en diferente estado, la mayoría reutilizadas y reformadas después durante la época cristiana.

Tras la conquista, los Reyes Católicos encargaron al bachiller Serrano un informe detallado del estado en el que se encontraba el aparato militar al que siguieron después inspecciones periódicas de cada fortificación y torres. Las construcciones de utilidad se mantenían y mejoraban, pero otras se destruían, como la de Aznalmara (Valle de Abdalajís) y Gévar (Villanueva de la Concepción), para disuadir de cualquier pretensión levantisca de la nobleza.

El profesor de historia medieval de la Universidad de Málaga Sebastián Fernández lamenta el mal estado de conservación del legado medieval que ha pervivido en el ámbito rural y a veces también en el urbano, como ocurre con el castillo de Cártama. "Muchos monumentos han sido declarados bien de interés cultural (BIC) lo que no ha impedido que queden sin protección", un abandono que no ha hecho más que crecer con la crisis. Pone como ejemplos significativos los castillos de Turón y Bentomiz. El primero, en Ardales, fue relevante en la protección de Ronda y la Serranía, mientras que el segundo, en Arenas, jugó un papel de primer orden desde el periodo califal hasta la revuelta morisca de 1570. A finales del siglo XIV era cabeza de distrito y de él que dependían 22 lugares de la Axarquía. Con una superficie de 36.000 metros, es el más grande de la provincia. Han sobrevivido al abandono restos de muro, cuatro aljibes y las almenas que son, además, las únicas originales que se conservan en la provincia.

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