Málaga

La reforestación de las cabeceras de los arroyos, una solución a las inundaciones

  • El catedrático de Geografía Física José Damián Ruiz Sinoga advierte que la alteración urbanística de las cuencas de la zona este y su carácter torrencial incrementan el riesgo

Lo ocurrido el pasado domingo en la capital malagueña no es una excepción. Fue sólo un ejemplo más de lo que la naturaleza es capaz de hacer cuando su orden natural ha sido alterado sin ningún pudor por la mano del hombre. Asumido que el urbanismo ha invadido parte del espacio que pertenece a los arroyos, los expertos vuelven a insistir en que no se puede demorar más una solución para minimizar los efectos de las inundaciones "recurrentes y crónicas" que ponen en jaque a la ciudad cada vez que se producen.

La experiencia dramática de noviembre y diciembre de 1989 ayudó en gran medida a las administraciones a entender el serio riesgo en el que se encuentra la capital malagueña para hacer frente a unas inundaciones de esa magnitud por la ausencia de infraestructuras. Pero únicamente se intervino en la desembocadura del río Guadalhorce al aumentar su capacidad de evacuación en caso de lluvia torrencial. El mayor peligro de riadas desde entonces se concentra en la zona este de la ciudad donde hay numerosos arroyos, caracterizados por fuertes pendientes y una distancia de apenas varios kilómetros entre la cabecera y la desembocadura.

El mayor riesgo se concentra en las desembocaduras al estar obstaculizadas

La única solución posible a estas alturas para José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga, es un plan urgente de intensificación de la cubierta vegetal en las cabeceras de estos arroyos "y tan urgente como ya dije en los años 90". Este experto, autor del Plan de Defensa Hidrológico-forestal de la Ciudad de Málaga frente a las Inundaciones que se encargó tras los episodios de 1989 y que pretendía reforestar más de 15.000 hectáreas de la cuenca alta del río Guadalmedina, lamentó que durante estos más de veinte años no se ha hecho nada al respecto, aunque sí en cambio "sellar prácticamente las cuencas con jardines y urbanizaciones privadas".

Cuencas de arroyos rodeados de mastodónticas urbanizaciones, arroyos encauzados sin tener en cuenta las grandes avenidas que se producen cada ciertos años, arroyos convertidos en calles asfaltadas y arroyos, en definitiva, integrados en una trama urbana como una trampa mortal en la zona este de la ciudad. Pero además a todo eso se suma, según el experto, que las vías de evacuación están convertidas en calles y el agua se encuentra obstáculos en su salida al mar como ocurrió el domingo con la tapia de los propios Baños del Carmen".

Pero nada de esto es nuevo y es de sobra conocido por todos. Si la mayor parte de los cauces de Málaga tienen un carácter torrencial que se acrecienta por la influencia del urbanismo, lo que Ruiz Sinoga dijo que hay que procurar es que "el agua discurra por ellos lo más limpia y lentamente posible, y que tengan libres sus salidas hacia el mar". Y para que eso suceda, señaló, "solamente se me ocurre que la gota de lluvia impacte sobre vegetación para que llegue de forma más lenta y menos agresiva". Eso en las cabeceras porque en las cuencas bajas el catedrático de Geografía Física de la UMA insistió en que es necesario "no obstaculizarlas" y recomendó que se realice un mapa con los puntos negros de la ciudad que se inundan con más facilidad para intervenir sobre ellos.

La reforestación es también la solución que considera clave el ex director técnico de la extinta Confederación Hidrográfica del Sur Juan Antonio Rodríguez Arribas, que coincidió en que "los arroyos de la zona se han urbanizado mucho y hay que posibilitar que tengan vías de salida".

Este ingeniero de caminos, canales y puertos propuso que antes de que se urbanicen más habría que hacer "un estudio de corrección de los cauces para aminorar la pronunciada pendiente que tienen". Para ello, consideró prioritario construir pequeños diques de retención forestal desde las cabeceras de los arroyos, lo que advirtió que "cambiaría el equilibrio de los arroyos al suavizar su pendiente y, por su supuesto, una repoblación forestal". Esta última acción es la que el también miembro de la Academia Malagueña de Ciencias afirmó que "haría que el agua torrencial se frene y lamine las avenidas", ya que se mostró convenido de que aunque parte de estos arroyos están ya urbanizados "todavía hay posibilidades de arreglar las cosas si hay ganas de hacerlo".

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, volvió a repetir ayer que el Ayuntamiento busca plantear a las demás administraciones "fórmulas de colaboración y cooperación" para poder abordar las obras necesarias ante este tipo de situaciones y se pueda conseguir "una respuesta de la ciudad lo mejor posible". A juicio del regidor "no son obras que sean fáciles, pero tampoco son inabordables". De la Torre reconoció que quedan "cosas por hacer" y reiteró las posibles obras que se tendrían que llevar a cabo para que a las aguas que caigan en los espacios urbanos se les facilite su salida al mar a través de los arroyos y el río Guadalmedina. En suma, dijo que se trata de que "el agua no pasee cogiendo gran velocidad y haciendo daño cuando hay gran cantidad por las calles, creando, por lo que señaló que el objetivo "tratar de facilitar esa salida natural".

"No son obras que sean fáciles, pero tampoco son inabordables", según el regidor, que citó, entre otras, una actuación en el arroyo de La Caleta. Precisamente éste es uno de los arroyos que más daños ocasionó el domingo en su intento desesperado por encontrar su salida al mar. Para entender lo que ocurrió aquel día, y lo que puede volver a ocurrir si llueve con esa intensidad, no hay más que subir hasta la cabecera de la cuenca de este arroyo, por la que discurren el Toquero y el Carnicero que confluyen ya en la zona de El Limonar, y comprobar que está completamente desprotegida. Es decir, carece del suelo que contribuya a retener el agua cuando llueve, lo que hace que actúe como "un gran embudo o colector de aguas de lluvia" que, según Ruiz Sinoga, se une peligrosamente a la gran pendiente que caracteriza la cuenca alta de la mayoría de los arroyos de esta zona de la capital.

Si a esos dos factores ya de por sí de riesgo, se añade la escasa distancia de apenas cuatro o cinco kilómetros que existe entre la cabecera y el mar, el carácter torrencial del arroyo es más que evidente. Y es que tiene que salvar en muy pocos metros un gran desnivel, con lo que adquiere velocidad, aceleración y energía cinética de arrastre de materiales que lo convierten en un peligroso tobogán de agua. Esas características naturales no adquirirían tanta relevancia, si no fuera porque a medida que la cuenca del arroyo se aproxima a la zona urbana la alteración urbanística comienza a aumentar el riesgo de inundaciones. La dinámica se repite en el resto de los arroyos de la zona este.

El azote del mar, ayer, sobre un chiringuito de Huelin, con la playa totalmente desparecida.

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