Málaga

"Tuvo la cara dura de seguir matando animales cuando el Seprona la investigaba"

  • La que fuera secretaria de Parque Animal de Torremolinos narró ayer cómo se producían los supuestos exterminios

La directora de Parque Animal, en la primera sesión del juicio.

La directora de Parque Animal, en la primera sesión del juicio. / javier albiñana

La que fuera secretaria de Parque Animal de Torremolinos, entre principios de 2009 y noviembre de 2010, arrojó ayer nuevos detalles sobre lo que ocurría tras las paredes de las instalaciones y aseguró que la directora entonces, Carmen Marín, y principal acusada por el presunto exterminio de casi 3.000 animales "tuvo la cara dura de seguir matando cuando ya sabía que el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) había iniciado la investigación".

Fue uno de los testigos más esclarecedores de los más de una docena que declararon en la segunda sesión de la vista oral que el Juzgado de lo Penal número 14 de Málaga celebra estos días contra la directora de Parque Animal y el que fue su mano derecha Felipe Barco. Así narró que casi un mes después de que ambos fueran detenidos por la Guardia Civil presenció uno de esos sacrificios y vio cómo "Carmen Marín estaba pinchando en el lomo a una gatita mientras Felipe sujetaba una caja de gatitos".

Esa fue la única vez que esta antigua trabajadora de Parque Animal pudo constatar por sí misma lo que supuestamente hacían los dos acusados con los animales, aunque señaló que tenía sospechas desde hace tiempo porque "había animales que entraban abandonados y luego no salían en adopción, y yo me preguntaba dónde estaban esos animales porque es que todos se adoptaban los fines de semana fuera del horario laboral y sin quedar registrado". Además, contó que incluso "me obligaron a mentir diciendo a una familia que los animales que llevaron habían sido adoptados en Alemania cuando no había ni hoja de adopción ".

Con el tiempo, comprobó que "las cámaras de seguridad de las instalaciones se apagaban cuando se hacían los sacrificios de animales que no convenían" y explicó que los presuntos exterminios se incrementaban cuando la residencia canina externa que también gestionaba la directora de la protectora tenía problemas de espacio. "¡Qué causalidad que en época de vacaciones parte del refugio quedaba libre para la residencia".

Según contó, desde el primer día que entró a trabajar en Parque Animal "Carmen me advirtió que nunca dijera que no había espacio ni para la residencia ni para recoger animales abandonados porque en el 95% de los casos se cobraba también por eso". Unos 45 euros por cachorro de perro, 60 por adulto, y entre 25 y 30 euros por gato, por lo que insistió en que "la protectora era claramente un negocio y había totalmente ánimo de lucro"

Esta empleada que se ocupaba de todo el "papeleo" del centro, y a la que Marín trató de culpar en el primer día de juicio de las presuntas irregularidades cometidas en cuanto a la elaboración de los listados de animales muertos que era incinerados, señaló que era Felipe Barco "quien me orientaba para cuadrar la lista de animales que se enviaban a incinerar con la factura que Carmen le llevaba al Ayuntamiento de Torremolinos para cobrar por ello". Pero aclaró no saber "qué animales se sacrificaban", a pesar de que "todos los meses había que cuadrar listados de unos mil kilos de animales muertos".

Otra de las testigos que declaró ayer, una auxiliar de veterinaria que estuvo en Parque Animal dos meses, coincidió en el modus operandi con el que los acusados presuntamente mataban a los animales y dijo que era habitual ver a "Carmen Marín con un bote de Dolethal -producto eutanásico- y una jeringa clavada como si fuera un shérif preparada para usarlo en cualquier momento".

Precisamente fue ella, junto al veterinario que trabajaba entonces allí, quienes se reunieron con la directora de Parque Animal antes de denunciar los hechos a la Guardia Civil para decirle que "teníamos pruebas de los sacrificios porque habíamos logrado grabar un vídeo con los animales agonizando en el patio y que así no se podían hacer las cosas". La respuesta de Marín fue, según explicó, que "los sacrificios siempre se habían hecho así y así iban a seguir, y que no iba a admitir que un trabajador le dijera cómo tenía que hacer su trabajo. Al día siguiente nos despidió".

En esa versión coincidió un veterinario, que había colaborado habitualmente con la protectora desde sus inicios, y que también estuvo presente en aquella reunión. "Carmen reconoció que las eutanasias seguirían porque si no el centro se iría a la ruina" y añadió que sin la dosis y la forma adecuada de eutanasiar "los animales chillan y duele muchísimo".

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