Málaga

"La sociedad paga por una formación que luego tira a la basura"

  • Experta en el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), muestra su inquietud por que la universidad no pueda ir más allá de la formación teórica para generar profesionales realmente preparados

Aurora Gavino fundó en 1986 el servicio de atención psicológica de la Universidad de Málaga, que fue el primero de estas características en España.

Aurora Gavino fundó en 1986 el servicio de atención psicológica de la Universidad de Málaga, que fue el primero de estas características en España.

Aurora Gavino (Valencia, 1955) cuenta que su padre le dio alas para volar a territorios vedados a las mujeres del posfranquismo. Aquel hombre que regentaba un negocio familiar de sacos y por la noche leía a la familia pasajes de El Quijote la empujó más allá de los límites socialmente asignados. Narra un episodio esclarecedor cuando recién licenciada en Psicología, a bordo de un tren de la época, abandonaba su barrio, El Grau, en Valencia, para probar suerte como doctoranda en La Sorbona. "Ay, que me voy, que me dejan irme", rememora. Nunca se despegó de aquellas alas. Ni el día que se sentó en las escaleras de la residencia universitaria de Mónaco en París dispuesta a aguantar hasta conseguir una habitación porque no tenía donde dormir, ni cuando dejó un confortable trabajo en Cullera para investigar con las tribus aimaras del altiplano andino los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo (TOC) fuera de las sociedades occidentales, justo cuando los golpes de Estado desgarraban Bolivia. Delicada en el recuerdo, agrega que junto a su padre los puntales de su vida han sido María Victoria del Barrio, su mentora en la Universidad de Valencia, Fanny Muldman, psicóloga chilena que dirigió su investigación en Francia, y la catedrática de Psicología Marisa García Merita. "Sin todos ellos no sería quien soy".

-¿No es el trastorno obsesivo compulsivo un problema exclusivo de la sociedad occidental?

-Hice mi tesis doctoral en París sobre el TOC y me di cuenta de que todo lo que había tratado respondía a conductas del mundo occidental. Por ejemplo, lavarse las manos, ¿pero qué pasa si donde estoy no tengo agua? ¿Qué pasa donde no están esos medios para decir me siento mal, tengo ansiedad, me lavo las manos y me lavo las manos? Entonces, con una ayuda y el contacto de un conocido del mercado que tenía una hermana monja en Bolivia me fui al Altiplano. Durante todo aquel tiempo me quedaba en sitios de monjas.

-Los años 80 y en Bolivia...

-Era un poquito antes del verano de 1984 . Llegué a Bolivia con un golpe de estado reciente, pero la juventud no ve peligros, se cree inmortal. Tuve una vivencia impresionante de aquellas monjas, con sus vaqueros, que se jugaban la vida.

-La teología de la liberación estaba en plena expansión, había mucha tensión, solo unos años después fueron los asesinatos de jesuitas en San Salvador.

-No te puedes imaginar. Era tremendo. Tuve momentos que pensaba que nos iban a ametrallar a todos.

-Pero de Bolivia a Málaga hay una gran distancia.

-Me pasó otra cosa que vas a alucinar. Antes de irme había dejado firmados varios papeles en blanco a mi hermano porque mi padre había muerto y tenía que arreglar todo lo de la herencia. A la vuelta de Bolivia hice una escala en Las Palmas de Canarias y llamé a mi madre para decirle que iba de vuelta. Ella me dijo que me venía a Málaga. Resulta que María Victoria del Barrio supo que habían salido unas plazas para profesores titulares interinos, llamó a mi casa y, como tenían papeles con mi firma, habían preparado la solicitud y ya había sido seleccionada para la Facultad de Psicología.

-¡Caramba!, qué cambio.

-Llegué a finales de septiembre de 1984, hace 32 años.

-¿Qué camino ha seguido?

-Mi investigación ha ido siempre por el trastorno obsesivo compulsivo, aunque hace unos años pasamos al TOC infantil y adolescente porque vimos que había más TOC infantil del que pensábamos. La investigación del TOC infantil es reciente. Ha tenido un comienzo lento y prudente porque el niño no tiene desarrollada la parte cognitiva, notan algo, se dan cuenta de que pasa algo que no es normal, pero lo ocultan. En casa solo notan que están irritables pero se atribuye a otros acontecimientos como el nacimiento de un hermano y no se diagnostica hasta que se acuden a un profesional. Hemos detectado TOC hasta en niños de cuatro años.

-¿Qué prevalencia tiene el trastorno en la población?

-Siendo conservadores podemos decir que afecta al 3% de la población adulta, aunque hay autores que la elevan al 5%, y en la infancia es del 2,5%.

-¿Todos los adultos que sufren TOC lo han padecido de niños?

-No. No todos los niños a los que se les diagnostica van a ser adolescentes o adultos con TOC, puede que desaparezca. Sin embargo, ¿sabemos cuáles sí y cuáles no? En este momento no.

-¿Se cura?

-Se trata. Hay tratamientos que funcionan muy bien, pero depende de la cronicidad del trastorno. Si una persona lleva 30 años será muy complicado, también por todo lo que le rodea porque lleva 30 años sin incorporarse al mundo laboral, sin tener amistades... En ese caso es muy complicado. En un niño es mucho más rápido.

-¿Cómo se trata?

-Tenemos dos grandes grupos. Uno que realiza las conductas repetitivas de escape o evitación para calmar la ansiedad y otro que hace estas conductas porque teme que si no lo hace ocurra una desgracia a un ser querido. Sabe que no tiene sentido y es absurdo, pero siente esa necesidad. Para el primer grupo hay un programa que se llama prevención por respuesta que desde 1963 se ha replicado muchísimas veces con buenos resultados. En el segundo grupo es más complicado, aunque hay un programa cognitivo conductual que funciona bastante bien. No se solucionan el 100% de los casos, pero hay un porcentaje importante que sale adelante. Seguimos investigando para saber por qué en algunos casos no funciona.

-Una persona con TOC tiende a apagar la luz un número determinado de veces, lavarse las manos de forma reiterada, no pisar las juntas de las baldosas... Los aimaras del altiplano no podían hacer nada de eso. ¿Existía allí el trastorno?

-Claro, solo que ellos tenían una serie de rituales muy integrados en su cultura que no molestaban a la comunidad.

-Sumamos años de recortes en la investigación. ¿Los ha sufrido?

-Hemos tenido financiación del Ministerio, de la Junta... No nos hemos quedado ningún año sin recursos. Sucede que si has tenido proyectos anteriores con buenos resultados, la posibilidad de lograr fondos es alta, el problema es para quien empieza. He visto proyectos buenísimos rechazados por tonterías. Sé que he tenido suerte, pero también he salido a buscarla. Todas las épocas han tenido sus dificultades, lo que me duele es que hay becarios que han logrado ayudas con su currículum, que han luchado, que se han formado, que han empleado tres o cuatro años en hacer una tesis con mención internacional, que han hecho estancias en universidades extranjeras importantes, con grupos de investigación punteros, que después han tenido otra beca posdoctoral y cuando han terminado no se les ha dado ninguna oportunidad de seguir la trayectoria universitaria. Algunos se han ido, pero no es lo mismo irte porque quieres que porque no puedes hacer otra cosa. Esa formación, que hemos pagado entre todos, al final la tiramos a la basura y no repercute en el bien de todos, porque esa persona ya no puede seguir investigando y consiguiendo datos que van a ayudarnos a todos en nuestra vida, ya sea en psicología, matemáticas, medicina o la profesión que sea. Eso es lo que me duele.

-¿Demasiados universitarios en una sociedad sin capacidad para absorberlos?

-En la democracia se planteó que los jóvenes pudieran ir a la universidad al margen de su condición económica porque para sacar adelante un país hacen falta universitarios. El problema es que no hemos sido capaces de encontrar un sistema para desarrollar en una buena dirección a los jóvenes que no saben qué hacer. Terminan bachillerato y tienen que hacer una carrera porque ¿qué otra salida tienen?

-O sea, no se trata de que sobren alumnos, sino de que faltan expectativas para el que no quiere ir a la universidad.

-Y para el que quiere estudiar tampoco porque en una universidad masificada no consigue todo el beneficio que quisiera, pero sobrar, no sobran alumnos. Es más, hasta hace cuatro días nos quejábamos de una generación que abandonaba los estudios porque de albañil ganaba más y ahora esas criaturas no tienen nada que hacer. ¿Cómo se podría reordenar todo esto? No lo sé, pero hay que ilusionar a los adolescentes en lo que les gusta. Por otra parte, en Psicología deberíamos tener un sistema, no me preguntes cuál, que nos dé seguridad de que nuestros alumnos no solo están bien formados, sino preparados para atender los problemas de otro ser humano.

-¡Cómo! ¿No lo están?

-Cuando un alumno acaba, a los 23 años, ¿está ya hecho como profesional? Necesita una cierta madurez. No salen como profesionales cualificados porque no podemos darle esa cualificación, necesitan que se les dirija en una trayectoria, que no se encuentren desvalidos pensando 'y ahora qué', necesitan un empuje profesional que les enseñe. Además, las carreras son ahora de cuatro años, no de cinco, terminan un año antes y se les nota la falta de madurez. Ya que han hecho el esfuerzo, han luchado, ya que hemos avanzado tanto, ¿no podemos ofrecerle algo más para que se formen mejor? Deberíamos pensarlo y que no sean los burócratas y los números económicos los que decidan.

-Su desembarco casual en Málaga debió dar lugar a un largo idilio, ¿no? Han pasado 32 años.

-Sinceramente, de corazón te digo que en los últimos años echo de menos Valencia, quizás porque me he hecho mayor y a allí pertenecen mis amigas de la infancia, mi familia, las voces... En Valencia voy por la calle y me giro porque el tono del habla me es tan familiar que me parece que siempre que es de un conocido. Dicho esto te puedo asegurar que en Málaga he vivido y vivo muy a gusto. Es una ciudad abierta, te acoge con naturalidad, te acepta, no te impone, te integra. Está muchísimo mejor que hace años cuando había sitios que al cerrar las tiendas se volvían hasta peligrosos. Ahora se ha abierto y es muy agradable, aunque últimamente tengo una vivencia de agobio. Creo que hay un exceso de personas en el centro. Estoy encantada si significa dinero para la ciudad y que haya gente que viva mejor, pero a veces me quedo pegada a una pared sin poder moverme entre los grupos porque, vale, viene un crucero, bien, ¿pero tres seguidos? Vas a tomar algo y está todo lleno, hay colas esperas... Creo que habría que pensar un poquito porque el turismo está bien, pero el propio turista también sufre la saturación.

-Además de su producción científica, tiene tres novelas y codirige colección de psicocuentos infantiles. ¡No para!

-Siempre he escrito, pero para mí. Me plantee la primera novela antes de la cátedra y cuando acabé le dije a mi marido que la iba a retomar. Él no sabía nada de la novela, leyó lo que había escrito y, aunque es un crítico muy estricto, me dijo que le gustaba. La publiqué en Ediciones B. Sin embargo, después, no sé... Me encontré muy pública. Iba a El Corte Inglés a presentar el libro y me preguntaban si era la protagonista, si mi marido era el del libro, cosas así. Eso me produjo un poco de miedo y en las dos siguientes me plantee la autoedición en Amazón. Sin embargo, ahora veo que Amazon paga un 1% en los países en los que está, que tributa en Luxemburgo y me cuestiono hasta qué punto favorezco ciertas cosas... ¿Me entiendes?, así que me he planteado publicar con una editorial.

-¿Tiene ya editorial?

-No.

-¿Y libro?

-Sí.

-El cuarto.

-Sí. Las tres primeras novelas tienen que ver con psicología. La protagonista es una terapeuta que desarrolla un tema. Me decidí porque a veces me cuesta que mis alumnos entiendan lo que es un terapeuta, cómo trata a la persona, cómo estudia lo que le ha dicho... Pensé que quizás sería más fácil transmitirlo en una novela. La última ya no. Se titula Encuentros y exploro el azar de dos personas que se encuentran en un paseo marítimo, cómo se relacionan y muestran sus propias vidas. Es más intimista.

-Además están los psicocuentos.

-Es una colección que edita Pirámide y que codirijo con Javier Méndez, catedrático de la Universidad de Murcia. Cada volumen tiene una guía para padres en la que se aborda un tema común, como las pesadillas o los celos y se les explica de qué se trata y qué se puede hacer. También incluye un cuento sobre un niño que tiene ese problema, para que los padres lo trabajen con sus hijos.

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