Málaga

La tijera mellada de Ciudadanos

  • Lo que iba para ajuste histórico en los salarios de los principales altos cargos del Ayuntamiento de Málaga se ha quedado en bastante menos Pasear por el centro es una carrera de obstáculos

HABEMUS tijeretazo. O sería mejor decir, recorte. Lo que iba para ajuste histórico en los salarios de los principales altos cargos del Ayuntamiento de Málaga se ha quedado en bastante menos. Porque aunque es objetivo afirmar que a las arcas municipales esta parte de la plantilla le va a costar del orden de un millón de euros menos al año, no lo es menos que las expectativas generadas eran superiores.

El valiente mensaje lanzado por Ciudadanos tras haber prestado sus votos a Francisco de la Torre se ha visto desinflado con el transcurrir de los días, con el prolijo proceso negociador y, seguramente, por el hasta desesperante interés del regidor por mantener impolutas las nóminas de sus directivos.

Muestra de ello es que la máxima puesta por escrito por el partido naranja en su programa electoral y repetido verbalmente por su portavoz municipal, Juan Cassá, de que no hubiera un solo alto cargo que recibiese más que lo que recibe el alcalde, 62.800 euros brutos anuales, queda hecho trizas tras el acuerdo alcanzado por ambas formaciones y dado a conocer el pasado viernes. Son 15 los nombres que sobrepasan, sólo incluyendo los salarios base, la citada frontera, siendo especialmente reseñable el caso del coordinador de Urbanismo y Vivienda, José Cardador, que pasa a cobrar 93.975 euros, apenas 1.025 euros menos que en el período anterior.

Sin embargo, seguirán siendo los gerentes de la EMT, Miguel Ruiz; de Emasa, José Luis Rodríguez y su sustituto, y Limasa, Rafael Arjona, los reyes de la escala salarial en la Casona del Parque. Porque aunque viendo reducidas sus nóminas entre 10.000 y 25.000 euros, mantienen viva la posibilidad de seguir cobrando complementos por hasta 24.000 euros.

La controversia en torno al papel jugado por Ciudadanos es más que evidente. Ciñéndonos al papel, que todo lo aguanta, su órdago ha quedado en bastante menos de lo que parecía. Pero sería injusto minimizar por completo su intervención. De no haber participado en esta partida, en la que De la Torre viene jugando en solitario desde hace quince años, es razonable pensar que no se hubiese dado el paso ahora comprometido.

Una moratoria a tanto bar

Leo con interés estos días la propuesta de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de suspender por un año la concesión de licencias para todo tipo de establecimiento hotelero. Lejos de tratarse de una ocurrencia sin más, propia de un gesto revanchista, la iniciativa parte de la necesidad de reflexionar sobre el diseño futuro de la ciudad. No tanto en lo que afecta al urbanismo, como al principio básico que debe impregnar el grueso de las acciones de una urbe que aspira a mantenerse como referente nacional e internacional en materia turística. Nada baladí si se tiene en cuenta el conflicto cada vez más extendido entre la industria turística y la convivencia diaria.

La experiencia barcelonesa es perfectamente extrapolable a lo que viene ocurriendo en los últimos años en Málaga capital. No por la sobrecarga de plazas hoteleras, que según los expertos sigue siendo escasa, sino por la exposición masiva de las calles del casco antiguo a la hostelería. La cuestión es objeto de discusión desde hace meses sin que hasta la fecha haya existido propuesta alguna sobre la mesa.

El Ayuntamiento, sus responsables, hacen oídos sordos a las continuas denuncias y quejas de los vecinos del entorno, ignorados ante lo que es un problema de primer orden. Frente al camino tomado por Colau, De la Torre ha optado siempre por mirar para otro lado como si de ese modo desapareciese la masiva e irracional presencia de mesas y sillas en el espacio público. El regidor no parece tener empacho alguno en que el casco antiguo se convierta en un escaparate repleto de bares y restaurantes, como si no hubiese un mañana.

Asumida esta realidad, alimentada y propiciada por quienes debieran haber velado por la pluralidad de usos, no queda otra que empezar a tomar medidas para rebajar la presión de una actividad que, sobrealimentada, puede convertirse en veneno para un modelo de calidad como el que se ansía. La renuencia municipal a actuar se deja ver a diario en muchos de los rincones del centro, donde prolifera como setas el mobiliario de negocios hosteleros.

Deambular por ciertas vías es enfrentarse a una gimkana de obstáculos, en la que hoy, como ayer, el peatón se convierte en extraño. Son varias las voces que desde el mismo ámbito municipal vienen advirtiendo del riesgo de mantener inalterable esta hoja de ruta. En saco roto cayeron las conclusiones emitidas por el Omau, que ponían el acento en la posibilidad de que el centro se convierta en un parque temático.

El paso dado ahora en la Ciudad Condal, referente en otras muchas materias para Málaga capital, debe serlo también para reconducir la fórmula hostelería-turismo en la capital de la Costa del Sol. Algo que puede pasar por poner coto a tan desordenada actividad, limitando las licencias y equilibrando tan desmesurada ocupación. Colau, a su manera, enseña el camino.

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