Málaga

Los últimos pasos de 'El Cojo'

  • El líder de la organización se caracterizaba por su carácter huraño y metódico

Al líder de una gran organización delictiva de se le presume un estilo de vida lleno de lujos y alardes y un carácter fanfarrón que exhibe en caros restaurantes y discotecas de lujo. Este no es el caso de Nardín El Cojo. El líder de la red de ladrones de casas desarticulada en la Costa del Sol por la Guardia Civil, y a la que imputan más de 300 hechos delictivos, era la antítesis de este estereotipo. Él era un auténtico profesional. Hacía una vida huraña, cambiaba de número de teléfono cada 15 días y no dudaba en alojarse en hostales inmundos para no levantar sospechas. Sentado frente a los investigadores las únicas palabras que pronunció fueron: "¿Cuánto me va a caer?"

Fuentes de la investigación relataron que este delincuente de 38 años de edad tiene un importante historial de delitos de robos con fuerza y causas judiciales pendientes en Marbella y Torrevieja. Además, se le vincula con una trama marroquí, que giraba en torno a un rent a car, a la que vendía objetos robados.

El Instituto Armado estima que lleva asentado en la Costa del Sol al menos cuatro años, en los que destacó por ser muy metódico en sus golpes. Su perdición ha sido no rodearse de delincuentes con sus mismas características. "El resto de la organización era algo chapucera", señala un agente, que no duda en reconocer que "El Cojo es uno de los delincuentes más profesionales a los que me he enfrentado".

La aseveración del investigador no es gratuita. El jefe de la organización se caracterizaba por hacer una vida huraña. No hacía ningún alarde y siempre trataba de pasar desapercibido entre sus vecinos. "Siempre alquilaba apartamentos baratos y no dudaba en hospedarse en hostales de poca calidad, en los que no le pedían documentación, para no ser detectado", afirmaban las citadas fuentes.

Habitualmente vivía solo, al contrario que otros miembros de la organización, y era capaz de cambiar de residencia tres o cuatro veces al año. Este mismo modus operandi lo aplicaba a sus comunicaciones. Nardín no conservaba el mismo número de teléfono móvil más de 15 días por temor a que estuviese pinchado. Además, si cuando iban a cometer un robo algo se escapaba al plan inicial, se abortaba.

Las precauciones llegaban al punto de tener varias identidades con las que realizaba los alquileres de coches y viviendas y en el momento de su arresto dijo llamarse de otro modo. El reconocimiento por huellas dactilares le descubrió.

El afán por pasar desapercibido le obligaba a no hacer gala de una actitud violenta, aunque las fuentes consultadas señalaron que, si era necesario, imponía su jerarquía y llegaba a amenazar de muerte a los elementos díscolos. Este carácter latente lo evidenció cuando fue arrestado el martes. Los agentes le dieron el alto cuando circulaba con su coche y no dudó en embestirlos.

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