Desde el 20 de diciembre, Diego Llorente no salía desde el inicio en un partido oficial con el Málaga. Su último encuentro como titular fue el último choque ante el Córdoba en La Rosaleda en aquel 3-4 que dejó fuera del torneo al equipo. Desde aquel día, la confianza de Llorente cayó bajo mínimos. Ayer en Ipurua escaló varios escalones.

Fue un partido para olvidar el que completó el Málaga ante el Eibar. El rasero arbitral no esconde lo ineficaz que resultó el conjunto blanquiazul ante un rival que dominó durante casi todo el choque. A Diego Llorente le colocaron en el centro del huracán, en el medio campo. Fue el acampañante de Duda para suplir la pareja que habían formado en las últimas semanas Ignacio Camacho y José Rodríguez, ambos amonestados para el choque de ayer.

Llorente perdió en Ipurua parte del miedo que generó durante el primer tramo de temporada como central. Como el resto del equipo, su encuentro no se puede ensalzar, aunque si dejó datos que inventan a pensar en su recuperación. Fue el eslabón aéreo de un equipo falto de centímetros. Ganó diez de los 21 duélos áreos en los que se batió. Acertó 26 de los 45 pases que intentó en la creación del juego. Acumuló 20 pérdidas y logró ocho recuperaciones en su vuelta a la titularidad.

La excelsa unión entre Demichelis y Luis Hernández y sus limitaciones en el centro del campo le seguirán dejando con muy pocas opciones de contar con más titularidades de aquí a final de temporada. Aunque de mediocentro tiene opciones.