Míchel es un entrenador con carisma, ya le quedó claro a la afición y a los jugadores en el tramo final de la pasada campaña. Y se desenvuelve como pez en el agua en el entorno, vengan mejor o peor dadas. Por eso ayer quiso unir dos corrientes, el récord de abonados y el mal sabor de boca del primer amistoso del curso, para tener a sus seguidores enganchados a la pretemporada. "23.000 detrás y los que siguen llegando en la marea bokerona. No os vamos a defraudar. Calma", escribió el preparador blanquiazul, de nuevo insistiendo en esa etiqueta tuitera que usa desde que llegó: #larosaledamola.
El entrenador madrileño vuelve a ser una baza importante del club de cara a tener ilusionados a los aficionados en una temporada en la que todos esperan que se confirme el paso adelante dado con él y se pueda luchar por aquello que no se pudo con Juande Ramos.
Este mediodía comparecerá una vez finalizada la concentración de Benahavís y un día antes de partir hacia Holanda. Y precisamente de él se esperan palabras de aliento. No tanto por la derrota en el primer amistoso de pretemporada contra el Sheffield, sino ahora que su plantilla está casi cerrada a expensas de algunos anuncios oficiales de incorporaciones. El efecto Míchel pudo con el miedo al descenso del año pasado y esta pretemporada, con el viento de la grada a favor, puede dejar muy buenos réditos.
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