El pasado lunes estalló La Rosaleda en el duelo del miedo. Si bien es cierto que el Málaga quiso llevar la voz cantante desde el inicio sin llegar a arriesgar especialmente.

El equipo empezó equilibrado y con posesión de balón. Sin muchos arrebatos de ataque, completó un primer tiempo más que decente. Sin embargo, cuando estás mal no caben buenas noticias y Jonathan Viera, en un error de Luis Hernández, infligía un duro golpe justo antes del descanso.

El Málaga vio como sin ser inferior tenía que remar nuevamente contracorriente. Pudo enderezar el rumbo al comienzo de la segunda parte gracias a una acción a balón parado en la que Diego González remató un centro medido de Recio. La Rosaleda empujaba y parecía que consumar la remontada era solo una cuestión de minutos.

Mula y Ontiveros eran los encargados de tirar del carro. Sin embargo, Calleri estaba a otro nivel y en una jugada de killer dejó en evidencia a la defensa malaguista marcando el segundo gol. Adrián, por su parte, no se ubica, ni llega en las transiciones ni plantea soluciones en situaciones de ataque. En torno a la precipitación, Las Palmas creció con balón esperando el tambaleo y desorden para colocar la última estocada. Llegó, y deja muy nervioso al equipo en vísperas de un calendario de rivales difíciles en horas de bonanza.