málaga cf | betis · La crónica

La inquietud ya es oficial

  • El Málaga se diluye en una segunda parte en la que el Betis remontó

  • Romero se quedó sin capacidad ante el cambio táctico que hizo Víctor

  • Grosero error en el 1-2 de Sanabria

Cuándo se puede poner uno nervioso oficialmente, podría preguntarse de manera legítima el malaguista. La respuesta es: ya. Incluso desde hace tiempo. Pero el maquillaje de la distancia con el descenso ha ido ocultando polvo bajo la alfombra. De hecho, es sólo inquietud, preocupación, y no miedo porque el colchón aún tiene muelles ante una ristra de seguidores que pierden tanto o más. Oír que los peores equipos de abajo mantienen a raya las distancias es una rutina que escuece mucho a una afición harta de esperar un paso adelante de los suyos. Pero, ojo, ya solo hay dos equipos entre el descenso y el Málaga.

El Gato Romero está poniendo mucho de su parte en el despropósito que comenzó con Juande Ramos. 5 puntos de 27 no son la radiografía perfecta porque hubo momentos buenos de fútbol y decisiones arbitrales perjudiciales. Si bien dejan claro que no hay modo de encontrar ni equilibrio, ni continuidad ni fiabilidad. Ayer, de hecho, pareció que lo poco bueno conseguido hasta la fecha se rompió. Ahí queda la imagen del pimpampum protagonizado por Demichelis y Luis Hernández en el 1-2. Con el argentino saltando falto de centímetros, como en ese funesto recuerdo de Dortmund, y el madrileño resbalando para dejar solo a Sanabria. Como si de pronto hubieran perdido su magia. Son estampas que definen las malas sensaciones. La descomposición de la segunda mitad también. No es que la primera fuera para tirar cohetes. El 0-0 era de manual de no ser por el grosero error de Tosca en la cesión que Fornals convirtió en oro ante Adán. Qué pena que hoy no se hable en letras versales de Pablo emulando a Pablo, con los bíceps exhibidos y guiño al cielo.

Con la ventaja, se avecinaba otra exhibición de impotencia bética, como le suele ocurrir fuera de casa. Pero Víctor se comió la reina de Romero con un cambio táctico al descanso. No es que el Betis fuera el Bayern de Múnich, pero le bastó para cambiar el decorado ante su colega, impotente en el banquillo. Brasanac esquió con facilidad en el centro del campo y le regaló un pase ideal a Jonas Martin, al que, en cierto modo, Kameni invitó a marcar. Porque tanto en el primer como en el segundo gol el camerunés se fue al suelo con demasiada facilidad, sin mediar amago. Tiene el muelle flojo Kameni últimamente, que está invitando a un nuevo debate con Boyko. Más por el goteo de inseguridades que por fallos grotescos.

Si Víctor redibujó el tablero, el Gato volvió a hacer sus cambios previsibles, ficha por ficha. La Rosaleda ya lo ve, que le censuró que retirase a Keko y no al Chory Castro. Jony, uno de los que entró, tuvo en sus botas el 2-1 y poco después llegó el 1-2. El asturiano pudo haber firmado su resurrección, pero se entretuvo recortando y tiró con la derecha como si fuera de palo. Una lástima, puesto que dejó algunos centros muy buenos y la sensación de que está para merecer más minutos.

Hubo oportunidades para igualar, sí. Pero mal haría el equipo en agarrarse a esos espejismos, fruto también de acciones aisladas y consecuencias de un Betis lleno de miedo a quedarse sin el botín y mal organizado en defensa.

Tristemente, ha llegado la renuncia oficial al sueño europeo. El Málaga lleva acusando demasiadas heridas como para pensar que en el tramo final de Liga estará rehabilitado. Todo lo contrario. Ya es momento de mirar las fechas en que hay que jugársela con Leganés, Sporting, Granada o Deportivo. Y todos ellos lejos de La Rosaleda. Aunque ayer tampoco pudo presumir de ese amuleto un Málaga quebradizo prácticamente con todas sus galas. Puede que cuando Sandro se recupere tape las heridas, pero no podrá borrar las cicatrices. Las cicatrices que deben hacer recordar al jeque y Arnau que este no es el camino para crecer. Da para conformarse o resignarse, no para más.

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