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El karma da un anticipo (1-0)

  • El Málaga celebra su triunfo in extremis como un título y avisa de que irá en serio a por la próxima Champions. Julio Baptista canjea en el minuto 93 un gol muy merecido antes

Málaga no tiene prisa. Sabe que el destino le debe una, pero una bien gorda. Quizá tengan que ser los hijos de los que ayer cantaban "campeones, campeones" los que canjeen la deuda histórica de Dortmund. Pero llegará. Cuestiones del karma. Quizá sea un título, la semifinal de Champions sisada, el tiempo dirá cómo se canjea esa compensación; anoche le dio un anticipo de lo que le espera. Llegó la victoria en el minuto 93, ironíco. De Santana a Baptista, gol a la desesperada, pero en buena lid, sin manchas arbitrales. Por eso se festejó con esa locura. La Bestia enfervorecida, la piña del banquillo, el estadio celebrándolo como un título. Mucha rabia contenida, que estalló como una botella descorchada cuando la fortuna le dio al equipo lo que le arrebató en Dortmund y le puso en chino durante 92 minutos frente a Osasuna.

La victoria, la locura de cinco minutos tras el partido, obligando a Pellegrini a salir del gusano y saludar desde el centro, el grito de "sí, se puede", la sensación de haber hecho algo muy gordo; todo ello demostró unas ganas tremendas de revivir en el plantel. Enorme respuesta de un Málaga que no quiere estar en la UVI ni pañuelos para limpiarse la pena del Signal Iduna Park. Si el equipo se quedó sin la Champions, su réplica es volver a jugarla el año que viene. Por ahora es quinto, a ver qué hace la Real Sociedad hoy. Pero la sensación de final del encuentro es de una hambruna tremenda, de no dejarse de ir, de obligar al TAS a tener que autorizar el cuarto puesto blanquiazul.

Sacó sus mejores galas, casi las mismas del martes, con el esfuerzo extra de haberse remendado las heridas. Volvió el fútbol de memoria, el vertical, el que enamora a la grada e hipnotiza al rival. Alguna vez sacó la cabeza Osasuna, es cierto, pero tuvo que vivir por sistema en la trinchera. El tanto merecido llegó con poco glamour. El clásico balón desesperado en la última acción, caído con nieve desde lejos. Pero fueron dos malaguistas y otros tantos pamplonicas con tanto énfasis que chocaron contra todos menos con el balón. En la caña de Baptista aún quedaba carnaza. Y el gol picó. A la red. El primero del brasileño en La Rosaleda. Desde que se convirtió en Pelé, aquella evasión o victoria contra el Getafe, no repetía. En esa misma portería. El éxtasis posterior fue similar al de esa gloriosa noche, la misma rabia brotaba de su boca. La contenida desde el martes también. El fuego prendía igualmente en la grada.

Cuando el balón se iba a ir virgen a dormir, llegó el merecido triunfo. Canje tardío para un partido agarrado por la pechera en la primera mitad y madurado tras el descanso como buen boxeador para no dejar huecos a la contra en un intento desesperado por el gol. Con ratos muy divertidos antes del descanso. Los de Pellegrini completaron una primera parte como si estuvieran jugando el partido de ida de las semifinales de Champions. Una avalancha. Parecieron querer demostrar lo que se iba a perder Europa. La buena actitud y la adelantada línea de presión de Osasuna configuraron un escenario de vértigo. El Málaga combinaba asomado al cañón del Colorado, pisando con rabia y clase cada baldosa de La Rosaleda.

Guiado por Joaquín e Isco, los alfiles de Pellegrini, el fútbol se electrifica. El gaditano salió a jugar con el sombrero, dispuesto a olvidar cualquier pesadilla alemana. Cuando él dictamina el ritmo del juego, Saviola es feliz. Los buenos movimientos del argentino tuvieron con conexión con las llegadas de Baptista. Todo el engranaje estaba bien recompuesto tras el varapalo europeo. Sólo la mirilla estaba sucia. A los cinco minutos Andrés Fernández ya era el héroe de Pamplona. Rectificado tremendo ante Baptista y vaselina de rebote en el despeje de Arribas contra Saviola. Ni así marcó el conejo, quien también se estrellaría contra el poste. A balón parado tampoco quería entrar el esférico. Para que no quedaran dudas de que era un buen encuentro del Málaga, apareció la mano salvadora de Caballero ante Cejudo. El guión se emborronó en el tramo final, con la gasolina en reserva y negados ante el meta rojillo. Un caño estelar de Isco a Puñal dejó la chistera sin recursos. Tuvo que ser con el corazón con lo que llegara el gol. Y ahí quedó el aviso a navegantes: el Málaga va a seguir latiendo.

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