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Estado de preocupación

  • Ni siquiera el revulsivo en el banquillo revierte las malas sensaciones de cuando Juande Ramos dimitió

  • En el vestuario asumen que hay problemas que urge solucionar

Michael Santos hace una reclamación a Mateu Lahoz mientras Mikel y Chory Castro se lamentan del 0-2 encajado ante la Real Sociedad.

Michael Santos hace una reclamación a Mateu Lahoz mientras Mikel y Chory Castro se lamentan del 0-2 encajado ante la Real Sociedad. / javier albiñana

Sucede habitualmente que el relevo en un banquillo suele traer aire limpio. El nuevo técnico trae entusiasmo, los jugadores que eran titulares saben que tienen que volver a defender su escaño y los menos usados se aferran al cambio como nueva oportunidad para estar en el once. Y se intenta aprovechar esa catarsis para coger una buena ola y recuperar así la velocidad de crucero. Al Málaga el nuevo brío apenas le dio para ser combativo ante el Celta. La imagen del equipo ante la Real Sociedad, alicaído ante un equipo que ni siquiera tuvo que forzar la máquina ha dejado un estado de preocupación que se puede significar en todos los sectores del malaguismo.

En la grada empiezan a ser conscientes de que el relevo en el banquillo no trae por el momento sustanciales mejoras. Más allá de los malos resultados -el 3-1 de Vigo fue muy engañoso-, las sensaciones no mejoran. En Balaídos los pecados defensivos fueron los mismos; contra la Real Sociedad los dos tantos rivales fueron más accidentales, no hubo tantas desaplicaciones como habitualmente, si bien la gasolina en ataque duró lo que duró sano Sandro y se emitieron preocupantes evidencias de inoperancia ofensiva. Los donostiarras ni siquiera tuvieron que forzar la máquina para llevarse los tres puntos.

En el vestuario también empieza a cundir la preocupación. Obviamente, la ventaja con la zona de descenso es muy buena, nueve puntos -y sobre equipos que tampoco están mostrando un palpable margen de mejora-, pero no se es ajeno a que futbolísticamente no se aprecia la evolución que cabría esperar 18 jornadas después, más allá de lesiones que han ido fastidiando al equipo durante todos estos meses.

En la entidad de Martiricos se asume que es el momento de arropar al Gato Romero y mantener la calma hasta que sus métodos empiecen a cuajar en el equipo, pero también que ya se ha gastado el comodín del cambio de entrenador. Se espera que el mercado invernal deje buenos réditos y que a Peñaranda y Demichelis se le sume algún elemento más -el escenario ideal dejaría aquí a Luis Hernández y N'Diaye también-. Ello, sumado a las reincorporaciones progresivas de Charles y Keko generaría un ambiente más favorable al cambio.

En cualquier caso, una plantilla en la que el Málaga invirtió en torno a diez millones de euros y que estaba diseñada para acercarse con motivos a la zona europea ahora anda pendiente de no dejarse arrastrar por una inercia negativa que lo deje más cerca del descenso. Ahora llega el alto listón del Bernabéu y posteriormente tocará visita a El Sadar, donde el Osasuna aún no ha ganado y sabe que tiene que echar el resto si quiere aspirar de verdad a seguir en la élite.

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