Los perfiles

Los héroes del ascenso

Rubén Martínez

Guantes frágiles y una sola alegría

Sicológicamente, me tocó vivir otra temporada muy dura, conectada a los malos ratos de la anterior. Ya venía de lesiones importantes en la muñeca o en la rodilla que habían minado mi confianza y me habían alejado de aquel gran debut que tuve en Getafe en la época de Jesualdo Ferreira. Debuté en el Ciutat de Valencia, en frío, por la expulsión de Caballero. Mi primera acción fue sacar el balón de dentro de la red. Ni en ese partido ni en el siguiente, ante el Real Madrid, volví a estar fino. Pude haber salido al filial del Valencia cuando el Málaga firmó a Kameni y amplió el contrato de Pol. Reaparecí ante el Villarreal, en una situación muy similar a la del día del Levante. Tuve otro fallo en el despeje del balón que precedió al 2-1. Me desquité al partido siguiente evitando la derrota ante la Real Sociedad. Mi triste epílogo: perderme la convocatoria de la última jornada por culpa de una infección en un dedo.

Jesús Gámez

La reconquista del carril perdido

Para no perder la costumbre, físicamente empecé en baja condición el año. Lo único positivo de esa fase, no padecer las malditas tendinitis de otras temporadas. Me costó más de un silbido ante mi público mi baja forma, algo que nunca es grato en tu casa. Si bien el mal rato del curso fue perder la capitanía, tras el choque en Vallecas. En la segunda vuelta me rehice con entereza. Agarré mi pico de forma y me convertí en un puñal por la banda. Pellegrini instauró la rotación en el lateral derecho; a mí me tocó jugar en casa, donde conecté con mi mejor versión. Repartí varias asistencias de gol (a Rondón, a Maresca, a Camacho) y hasta en dos partidos rocé mi primer gol en la élite. Un punto por encima de Sergio Sánchez. Gané tanta confianza que adquirí nuevas prestaciones, como amagar con centrar, recortar y hacerlo con la pierna izquierda. En el último encuentro la fortuna no estuvo de mi lado.

Weligton

Un seguro de vida para la segunda vuelta 

Me había pasado varios años pidiendo un proyecto ganador y, cuando me disponía a estrenarlo, mi pretemporada fue un calvario. A la mitad del trabajo en Campoamor me rompí el menisco interno de la rodilla izquierda y hasta la jornada 15 no pude jugar. Desde el primer partido de la segunda vuelta, ante el Sevilla, al que por cierto le marqué, me hice indiscutible en el centro de la zaga. Con Demichelis primero, con Mathijsen después y mejor, pese a ser los dos zurdos. Fui dosificado en el Camp Nou para no ver la quinta amarilla y poder jugar contra el Atlético, donde sí la recibí, así que el aspecto disciplinario me privó de hacer pleno de partidos en la segunda manga. Un inicio en la enfermería y un final en la gMientras no se ajustaba la idea de juego, sufrí fuertes críticas por algunos despistes a mi espalda. Alterné un inicio en que nadie nos hacía cosquillas con otra fase de desconcierto. Lamentablemente, esta coincidió con el momento en que parecía que había recuperado un puesto en la selección con Sergio Batista. Sumado a un fallo en un choque ante Bolivia, se acabó la albiceleste. Mi sino cambió cuando Pellegrini rememoró mis tiempos de medio centro para suplir a Toulalan. Ahí fluyó mi nivel más sobresaliente. En los últimos partidos me tocó volver a la zaga, aunque por entonces ya estaba bendecido y no desentoné. Una vez más, aporté a balón parado. El más trascendental, el que culminó la remontada ante el Espanyol. Me irrité considerablemente por el gol mal anulado a la Real Sociedad y un penalti sufrido en el Manzanares.rada, pequeñas máculas, aunque con mi buena colocación y mi rapidez me hice acreedor a la ampliación de mi contrato.

Martín Demichelis

Un gran medio centro bajo la manga

Mientras no se ajustaba la idea de juego, sufrí fuertes críticas por algunos despistes a mi espalda. Alterné un inicio en que nadie nos hacía cosquillas con otra fase de desconcierto. Lamentablemente, esta coincidió con el momento en que parecía que había recuperado un puesto en la selección con Sergio Batista. Sumado a un fallo en un choque ante Bolivia, se acabó la albiceleste. Mi sino cambió cuando Pellegrini rememoró mis tiempos de medio centro para suplir a Toulalan. Ahí fluyó mi nivel más sobresaliente. En los últimos partidos me tocó volver a la zaga, aunque por entonces ya estaba bendecido y no desentoné. Una vez más, aporté a balón parado. El más trascendental, el que culminó la remontada ante el Espanyol. Me irrité considerablemente por el gol mal anulado a la Real Sociedad y un penalti sufrido en el Manzanares.

Ignacio C

amacho

Obstinarse para subirse al trenSuplente de suplentes, mi agente vino a sacarme en diciembre. Pellegrini se negó por a la cesión de Apoño. La lesión de Toulalan cambió mi rol de la noche a la mañana. Entré por las rotaciones intersemanales para acabar en el once cuando Demichelis volvió a la zaga. Fui un jugador de raza, muy físico. Tuve cabezazos notorios: al palo en Pamplona y el que tumbó al Valencia en un duelo decisivo.

Joaquín Sánchez

La lesión, la finta y el sprintMe perdí 15 partidos por lesión. Tuve un inicio arrollador y hasta goleador, fruto de los múltiples partidos en que actué tras Rondón. Di lo mejor de mí en citas señaladas (Mestalla, Bernabéu) e hice regates que gustaron mucho al público. Fui la risa en el vestuario e hice mucha piña en las comidas de grupo. La última recaída no me dejó ponerme al nivel físico deseable. Desatada segunda parte el día final.

Jeremy Toulalan

“Tou, Tou, Toulalan”

Al rendimiento físico que esperaba dar añadí buenos fundamentos con el balón. Conquisté a La Rosaleda con mi entrega. Me destapé en mi faceta goleadora (hice tres) y me sobrevino la lesión en el pie izquierdo cuando mejor me sentía. Sufrí la segunda expulsión de mi carrera, injusta, por eso luego los comités la anularon. Llamé a las puertas de la selección, que definitivamente estaban cerradas para mí.

Ruud Van Nistelrooy

Sin gol pero muy integrado

Aunque mi físico me impidió acercarme al jugador que pretendía ser, caí de pie en Málaga. Me maravillaron la ciudad, la gente y el club, me emocioné con el camino a Europa y, pese a hacer solo cuatro goles, disfruté los de mis compañeros como si fueran míos. Traté aconsejar y animar a Rondón, algo débil psicológicamente. Empecé como titular, acabé con ratos selectivos. Me planteé estar un solo año y así fue.

Apoño

Enemigo en casa, aliado desde Zaragoza

Mi año se define desde una montaña rusa. Pellegrini trabajó concienzudamente conmigo en verano para ser el complemento ideal de Toulalan. Una discusión con él por gestionar mal mi enfado al descanso en el Sánchez Pizjuán, justo en el primer partido, me costó varias semanas sin entrar en una convocatoria. Regresé y recaí en mi relación con él tras el empate ante el Atlético de Madrid, que echó la cruz definitiva para mi futuro en el equipo de mi vida. Antes de salir al Zaragoza cedido, dejé un gol de gallardía ante el Espanyol. En contra de lo que muchos me dijeron, tiré el penalti que dio tres puntos vitales. Tan solo tres compañeros vinieron a festejarlo conmigo. Mantuve una agria dialéctica con algunos seguidores que me increparon cuando mi equipo vino a jugar a Málaga. En suelo maño seguí contribuyendo a la causa con goles que derrotaron a Valencia, Atlético de Madrid y Athletic, rivales directos por la Champions. 

Seba Fernández

Aplausos para un delantero sin gol 

Mi temporada se movió continuamente entre vaivenes. Del fiel reconocimiento del entorno a la gran raza que pongo en todos los encuentros a mi endémica mala puntería. Por eso fui un delantero sin gol pero que cada vez que era sustituido se marchaba entre un mar de aplausos. Las lesiones de Joaquín me dieron los minutos que en verano parecía que no iba a tener y que llevaron al club a escuchar ofertas por mí. Ni cuajaron ni yo habría aceptado ninguna porque estaba seguro de mi aportación al proyecto europeo. Puse a disposición del técnico algunas cualidades distintas a las de mis competidores en el plantel, especialmente mi gran recorrido físico para iniciar una fuerte presión en la salida del balón del equipo contrario. Versátil para actuar también tirado a un costado. Otro año más, tuve una presencia continua con la selección uruguaya. Di esquinazo a las lesiones. 

Santi Cazorla

Llegar como líder para acabar de conquistador 

Me presentaron como a un rey en el estadio de atletismo. Llegué el último y empecé como el líder del equipo, con cuatro goles en cuatro jornadas. De pronto mi estrella se fue apagando, más aún cuando el técnico me puso como medio centro, donde viví muy alejado del hábitat en el que soy peligroso. El partido con la selección en La Rosaleda fue un antes y un después. De inmediato, volví a aparecerme a ese jugador, como quedó claro en Getafe con mi golazo de vaselina. Fui adquiriendo responsabilidad y quedé oficialmente reconciliado con mi tanto del empate en el Bernabéu. Rompí mi récord anotador en un año y acabé como el mejor lanzador de faltas de la competición. Deleité con mis pases a dos piernas a larga distancia. 

Willy Caballero

Definido desde la sobriedad 

Tenía que ser la temporada de mi confirmación y vaya si lo fue. En mi línea de sobriedad, fue más ponderable la sensación de seguridad que transmitía a mis compañeros que las paradas inolvidables. Aunque realicé una de las mejores de mi vida en esa estirada al lanzamiento de falta de Borja Valero en La Rosaleda. Casi detuve el balón y el tiempo en la escuadra a una mano. Rompí el registro histórico de imbatibilidad del club (479 minutos) y también uno de mis metacarpios de la mano izquierda en el tanto de falta de Coutinho en Cornellá-El Prat. Fue el peor momento del año junto a mi fallo ante Benzema en la vuelta de octavos de final de la Copa del Rey. El final de temporada lo viví intensamente vía Twitter, donde traté de animar a mis compañeros.

Joris Mathijsen

Discretamente efectivo 

Vine de los últimos, de manera discreta, y eso fui, un central que no hizo mucho ruido en el terreno de juego pero que acabó convirtiéndose en uno de los habituales. En varios encuentros mi falta de velocidad me jugó malas pasadas contra los delanteros rápidos; en muchos demostré un buen sentido táctico y colocación. Se me resistió lo de marcar a balón parado, aunque estuve cerca en muchos partidos. Casi podría considerarse mi cabezazo en Santander, desviado en propia puerta por Álvaro. Alterné la selección holandesa y el Málaga toda la campaña. No me resentí hasta el tramo final, en el que una rotura en el cuádriceps me dejó sin competir en los encuentros trascendentales. Contra pronóstico, me pude recuperar para el último partido y así poder desquitarme de mi último partido oficial decisivo, el que perdí contra España en la final del Mundial de Sudáfrica.

Nacho Mo

nreal

Por fin un cañón desatado

Tardé dos meses en lograr el reto que me había propuesto cuando llegué desde Osasuna: dar rienda suelta a mi yo más ofensivo. Mi buen trabajo dio fruto en un momento de flaqueza de Eliseu para hacerme acreedor a la titularidad sin interrupción. Únicamente unas molestias musculares en el último mes me dejaron fuera contra el Valencia y el Barcelona. Alimenté el sueño de la selección todo el año. De hecho, fui a disputar un amistoso ante Italia, aunque unos problemas lumbares me dejaron fuera de la convocatoria a última hora. Jordi Alba me ganó la carrera por la Eurocopa, si bien mi final de Liga fue descomunal e hice méritos de sobra para complicarle la decisión a Vicente del Bosque. Demostré potencia y di centros de calidad. Un par de remates a la madera, uno en mi regreso a casa, desafiaron mi habitual tónica de acabar las temporadas con el casillero de goles sin estrenar.

Enzo Maresca

Constancia para apagar los pitos

De clavo ardiendo en invierno pasé a rol secundario en verano. Hasta que las lesiones hicieron mella en la medular, no tuve protagonismo. Fui usado como refresco para los últimos minutos, pero llegué en buen estado físico al tramo final, donde fui más titular que suplente. Contra el Rayo marqué nada más salir y eso fue el punto de inflexión en los pitos que siempre recibía de La Rosaleda. Frente al Racing completé mi mejor partido desde que llegué. Una luxación en una caída tonta ante el Valencia bajó mi telón a tres jornadas del final del campeonato. 

Duda

Zurdazos hacia la historia

Puedo significar cosas muy buenas y muy malas esta campaña. Insisto en la mejor: ya soy el jugador del Málaga CF con más minutos en la élite. Tras tragar saliva con tantas luchas por la salvación y mi apartamiento hace seis años, mi hoja de servicio merecía algo así. La equivocación de Apoño me otorgó unas opciones que en principio no iban para mí. Pellegrini me reconvirtió a medio centro. Traté de hacerlo lo mejor posible, pero pagué la novatada de esa posición y eso me valió muchas críticas, de las cuales nunca me quejé en público. Cuando el técnico abortó el experimento, supe aguardar mi momento, a veces como lateral, casi siempre como interior. Contra el Rayo Vallecano marqué mi único tanto, en el que liberé mucha adrenalina y reivindiqué el sutil golpeo de mi zurda. 

Eliseu Pereira

Aliviando despistes con dos golazos 

Completé una mejor pretemporada que la de Monreal, así que comencé de titular con la aferrada idea de que yo podía ser un lateral con mucha llegada. Realmente, no se me dio nada bien. La involución se completó en Vallecas, donde fui expulsado en una inocente jugada con Lass y ya el navarro agarró mi puesto. Aun así, volví a ir con la selección. Luego me tocaron ratos de revulsivo, más en el rol de extremo. Mi pierna mala me procuró dos grandes goles, a Finlandia y en Getafe, donde inicié aquella remontada, que fue un punto de inflexión en nuestros encuentros. De no ser por la remontada que nos hizo el Atlético, habría marcado el histórico gol del pase a la Champions, un zambombazo increíble a la escuadra desde unos 30 metros. Una de esas genialidades que a veces me saco de la chistera y que aplaca los ratos de desconcierto que doy.

Julio Baptista

De chilena a la enfermería

La chilena y la lesión, mi todo y mi nada. La ironía del fútbol concentrada en una misma temporada. Lo que parecía un simple pisotón en pretemporada fue derivando en una dolencia difícil de descifrar por los médicos. Reaparecí con más tardanza de lo habitual y mostré un regular tono físico y una pelea con el gol hasta que toqué el cielo ante el Getafe. Mi espectacular tijera en la prolongación, completando la remontada, hacía dormir al equipo líder y me dejaba en una nube. Pero realmente ascendí a un averno de pruebas y discrepancias diagnósticas. No hubo más remedio que operar el dichoso sesamoideo interno. Cuando veía la luz al final del túnel, una rotura fibrilar complicó mi vuelta. Me fui de nuevo a Brasil para ponerme en las milagrosas manos del cuerpo médico del Sao Paulo, pero ni ellos pudieron procurar mi retorno a los campos. Fui menos Bestia que nunca.

Diego Buonanotte

Ser demasiado argentino

Fui el primer fichaje, pero el que menos jugó de todos. Cuajé un verano lleno de destellos y goles, aunque no tuve continuidad en Liga. Mi adaptación física y a la velocidad del juego no fue la más idónea. Casi siempre fui el descartado de última hora en las convocatorias de más de 18 futbolistas. Mi único momento de gloria quedó reservado para la Copa, donde metí un gol de falta in extremis que eliminó al Getafe.

Sergio Sánchez

Impulsos desde el corazónFísicamente no llegué bien. Quedó claro en mi debut en Zaragoza. Entré en el once por una lesión de Jesús Gámez y ahí hallé mi punto de fortaleza. Me mostré como un lateral incisivo. La ida copera ante el Madrid fue cielo e infierno: adelanté al equipo con un buen cabezazo y tras una mala cesión mía empató Higuaín. Acabé jugando a domicilio, más asentado atrás, algo menos participativo en el ataque.

Isco

El niño mimado de la grada

Desde que llegué, la afición se encariñó conmigo. Las lesiones me llevaron progresivamente a las alineaciones. Aporté creatividad, regate, buenos centros, remates envenenados y último pase. A veces deambulando por la irregularidad, pero en todo momento absorbiendo una responsabilidad impropia de mi juventud y siendo una pieza importante en el equipo. Mi papel en la selección sub 21 fue estelar. 

Salomón Rondón

El premio final compensa todo

Superé los 24 goles de Catanha en Primera. El mejor de todos fue el último, el que dio el triunfo que nos metió en la Champions. Empecé suplente, viví rachas malas al principio y al final de Liga y me exigí más de lo debido. Fallé algunos goles importantes, aunque mi trabajo físico para el equipo resultó más que importante. Pese a una temporada con viajes transoceánicos, aguanté muy bien físicamente.

Carlos Kameni

Un felino con más sombras que luces

Llegué en el mercado de invierno después de vivir un calvario en el Espanyol. El Málaga se fijó en mí muchas semanas antes de que todo cristalizase en enero. Desde horas después de mi presentación ya ejercí como segundo portero. Ironías de la vida, me tocó debutar en mi casa, en Barcelona, tras la mala fortuna de Willy. Aquel fue el primero y también mi mejor partido de la temporada. Mostré buenos reflejos bajo palos, más despejando que atajando. Alterné osadía con recogimiento en los balones aéreos y puse nervioso a mi público con los saques y arriesgando ante los rivales. A partir de ahí la cosa no funcionó tan bien. Pude haber hecho más en algunos goles, como el de Rubén Castro o el de Koke, y transmití algo de incertidumbre a mis compañeros en los pases tanto con las manos como con los pies. Mala noche la mía en El Madrigal, donde medí mal en una salida que acabó en penalti y expulsión.

Juanmi J

iménez

Tan solo una semana de confianza

Menos mal que las categorías inferiores de la selección me dieron minutos y alegrías para demostrar que tengo gol. Porque el entrenador apenas contó conmigo, a pesar de los continuos problemas en la delantera. Al menos me queda una semana para el recuerdo: salí para arrancar un punto ante Osasuna en los metros finales, marqué el gol que daba la ventaja temporal ante el Getafe en la Copa del Rey, también en los últimos suspiros, y pude canjear esos méritos con ser titular en Mestalla. Aunque tras esa noche volví a desaparecer del once y prácticamente de casi todas las convocatorias. Entre el ostracismo y unos problemas lumbares me pasé el último tramo de la competición. Justo echado el cierre, me fui a seguir marcando goles con la sub 19 en torneos internacionales. Fue todo un lujo para mí poder aprender los movimientos de Van Nistelrooy en cada sesión de trabajo.

Francisco Portillo

Un máster en los entrenamientos

El club quería que me quedara y Pellegrini prefería que me marchara para tener los minutos que no me iba a dar, aunque estaba satisfecho por mi empeño en los entrenamientos. El mercado de invierno fue todo un mareo: estaba hecha mi cesión al Córdoba, que luego se rompió por la ruptura de acuerdo para que Javi Hervás viniera aquí. Luego me ofrecieron ir a Recre y Xerez, opciones que no me convencieron. Me quedé en la plantilla a sabiendas de que apenas entraría en las convocatorias, como así sucedió. No obstante, fue un aprendizaje de élite poder trabajar junto a Cazorla, Van Nistelrooy o Joaquín todos los días. Por sorpresa, el chileno me dio la titularidad en el Camp Nou. Lejos de ser un marrón, lo aproveché con creces porque esa noche fui el mejor blanquiazul en el campo. Potencié mi reto de siempre: saber aplicar mi descaro en los entrenamientos al terreno de juego. 

José Luis Recio

Con pijama pero sin cumplir mis sueños

Resultó un año de difícil transición para mí, a pesar de que comenzó con la fenomenal noticia de mi inclusión en la lista para el Mundial sub 20 de Colombia. Sin ser titular fijo, tuve minutos de consideración y aporté mi granito de arena desde el medio centro. Luego no fue fácil adaptarse a la nueva realidad del equipo. Llegó con algo de sobrepeso y eso me costó que Pellegrini me tuviera en el ostracismo varios meses a pesar de la necesidad de un creador que había en la plantilla. Cuando Apoño se fue cedido y se lesionó Toulalan, mis opciones se multiplicaron. La visita del Barcelona cambió mi sino. Ahí tuve varios partidos como titular, pero no terminé de acoplarme bien a la dinámica del equipo. Lo más destacado que aporté de ahí al final fue buen humor y hasta un amuleto, mi ya célebre pijama de Barcelona, que causó sensación las horas previas a una victoria importantísima en campo del Espanyol. 

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