Trazos de historia

Donde nace la leyenda

  • La vieja Copa de Europa, parida en 1955, se transformó en 1992 en la Liga de Campeones. Es un torneo de impacto planetario que ha coronado a los mejores equipos del continente. Prestigio, dinero, la gloria... En suma, la Champions

La Liga de Campeones es hoy un evento muy diferente en su envoltorio al que a mediados de los 50 imaginó Gabriel Hanot, periodista del diario francés L’Equipe, que aún hoy sigue siendo referente en Europa. De él partió la idea de la vieja Copa de Europa, la Copa de Clubes Campeones Europeos, nombre original en francés. Como en su día hiciera con el Tour de Francia, L’Equipe se volcó y apadrinó el lanzamiento de un torneo que coronaría al mejor equipo del continente. Como el Tour, es aún hoy la mejor carrera del mundo.

Hanot había contemplado en Londres partidos amistosos del Wolverhampton con el mítico Honved de Budapest y la idea de comparar y medir estilos y equipos de distintos países, algo que hoy parece tan obvio y atractivo, encandiló y acabó cuajando. Las comunicaciones en los años 50 no eran lo que son hoy, evidentemente, cualquier desplazamiento era una odisea. Pero el respaldo de clubes y la UEFA propició el embrión de lo que hoy es esto. En Lisboa, un Sporting de Portugal-Partizan, se disputó en septiembre de 1955 el primer partido de una competición con sólo 16 equipos y que entronizó al Real Madrid como primer campeón. Desde entonces, muchos cambios en el formato, miles y miles de partidos, cientos de equipos y decenas de campeones han convertido a la Champions en la mejor competición de clubes del planeta. Y ahí, con letras bordadas, tiene el Málaga la oportunidad de figurar 57 años después de aquel partido inaugural en Lisboa si supera esa traicionera eliminatoria previa. Un privilegio supremo, un sueño hasta hace nada inalcanzable.

La vieja Copa de Europa alumbró a equipos legendarios, en un visceral cara a cara, siempre eliminatoria directa en dos partidos y final a uno. Y con un sólo equipo por país, sólo dos en el caso de que el campeón de Europa no lo fuera también de su Liga. El primer Real Madrid de Di Stéfano, que enlazó los cinco primeros títulos, el Ajax de Cruyff, el Bayern de Beckenbauer, un Liverpool tetracampeón, dominio inglés imperial, después italiano... Fue una época de dinastías que acabó con el Milan de Arrigo Sacchi, el último equipo que ha repetido título en dos ediciones consecutivas (1989 y 1990). En 1992 la UEFAdecide cambiar la idea. Ya en la temporada anterior se introdujo una fase de semifinales de final con dos grupos de cuatro en el que el campeón avanzaría a la final. Acabaría campeón el Barcelona en Wembley.

Pero ese 1992 es el punto de inflexión. De la Copa de Europa, original francés, se pasa a la Champions League, en inglés Liga de Campeones, en un síntoma también del cambio de poder en el fútbol y la sociedad europea. Ese himno readaptado de Handel, el original Zadok el sacerdote (ese The Chaaaaaaampions que se espera que atrone en La Rosaleda), contribuyó a dar solemnidad al evento. En 1997 se amplía el cupo por países, dos en los más poderosos y con mejores resultados, hasta que con la entrada del nuevo siglo se ampliara hasta un tope de cuatro, que es lo que ha tenido España desde entonces y que es lo que permite al Málaga tener esta opción apetitosa. Con cambios en el formato, pero con la esencia permanente.

En fin, es la Champions, así se ha popularizado en el mundo entero. Un impacto planetario, la competición que propició que Abramovich invirtiera en el Chelsea tras ver un Manchester-Real Madrid, la que paraliza las sobremesas en Sudamérica, las que lleva a madrugar en Asia. Es el torneo más mítico, el que ha construido las más grandes leyendas en el mundo de clubes. El que genera el dinero que sustenta a todo equipo que participa. Por el que suspira toda Málaga. Prestigio, dinero, gloria... En definitiva, la Champions. 

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