La localidad de Campillos perdió ayer a uno de sus pequeños vecinos, Javier Godoy, un niño que padecía una enfermedad rara y que se convirtió en el símbolo de la lucha por intentar integrarse en la sociedad y poder mantener un vida lo más parecida posible a la del resto de pequeños de su edad. Lamentablemente, la jornada del jueves el pequeño se sintió molesto y los profesionales sanitarios que lo atendieron decidieron trasladarlo hasta Málaga, aunque, desgraciadamente, su cuerpo no resistió y murió en el interior de la ambulancia que lo trasladaba hasta la capital malagueña.

Su muerte causó una honda consternación en el municipio. Su lucha y la de su familia fueron un ejemplo. Quería ser un niño integrado. Quedará para siempre su recuerdo y quizás sirva para que casos como el suyo no se repitan. Javier tenía su claro deseo de acudir a clase con el resto de sus compañeros, sin que su rara enfermedad fuese en freno, aunque para ello debía contar con un monitor del que su colegio no disponía y que la administración en un primer momento le negó.

Fue entonces cuando su familiar inició una dura batalla para conseguir hacer realidad el sueño de Javier: ser uno más entre los niños de Campillos y poder recibir la formación académica que correspondía a los pequeños de su misma edad.

Rápidamente aquella campaña recibió miles de firmas de apoyo y la historia de Javier saltó de los medios locales y provinciales a los nacionales, hasta el punto de que, tras varias reuniones, la Consejería de Educación de la Junta decidió dotar al centro de un monitor para que pudiese estar al cuidado del pequeño. Aquella lucha de una familia dispuesta a todo por hacer realidad el sueño y el deseo de un pequeño que desbordaba ilusión por ir al colegio, terminó de forma satisfactoria. No obstante, la vida le tenía reservado un duro golpe, aunque no podrá acabar con el símbolo que representó para conseguir la igualdad de aquellos que por algún motivo son diferentes al resto.