Sporting de Gijón-Málaga CF

El 'coaching' de Míchel funciona (0-1)

  • El Málaga al fin se liberó, como pedía su técnico, para celebrar un triunfo casi definitivo. Otro gol decisivo de Sandro y paradón postrero de Kameni 

La pelota entra en la portería de los asturianos tras el disparo de Sandro.

La pelota entra en la portería de los asturianos tras el disparo de Sandro. / EFE

Imposible ignorar el cordón umbilical entre Gijón y Valencia, eran dos partidos siameses. Málaga y Unicaja, dos finales al mismo tiempo y una historia de desacuerdos; cuando tú ganas yo pierdo, tú celebras la Liga y yo me voy a Segunda. Todo cobró mayor dimensión. El tapón de Brooks simultáneo al paradón estratosférico de Kameni en el descuento, un triple por aquí, un corte oportuno de Ricca por allá. La afonía fue la banda sonora de la noche. Salió bien, pluscuamperfecto. Entre Sandro y Kameni firmaron la factura de El Molinón y la cobró todo el malaguismo, que ya siente la permanencia en el bolsillo. Seis puntos en Gijón, ese es el rédito a la filosofía zen de Míchel. Desde que llegó se ha afanado en curar a los suyos en el diván, alumno aventajado del tan en boga coaching. Y ayer tanto sinsabor quedó canjeado en tres cuartos de permanencia. Festeja Málaga en doble ración, con cava en el baloncesto, con alivio en el fútbol.

Porque lo conquistado en Gijón sirve sólo para liberar toneladas de presión y ver la orilla tan cerquita que no cabe en la cabeza que no llegue la salvación. La primera victoria a domicilio del curso es una estocada. Los análisis finales han de ser críticos, hoy toca dar rienda suelta al resuello. Por un día, por una noche, los males del descenso fueron para el rival, y la fortuna le dio un besito al Málaga. Kameni sacó su mano mágica ante Traoré, el tiro de Sandro hizo pinball antes de entrar. Las caras de los sportinguistas son las que acostumbraban a llevar los blanquiazules. Pero ayer hubo un punto de inflexión. A 8+1 de ventaja del descenso.

Míchel necesitó tres semanas para convencer a los suyos. Les insistió, no eran tan malos. Mantuvo la llama prendida ante el pesimismo generalizado. Y lo consiguió. Ayer muchos jugadores se quitaron los cepos y volvieron a recobrar la felicidad que se siente bailando. Ahí queda el partido de Keko; no es locura aseverar que completó más regates que en toda la temporada. Pillo y bien colocado en la acción del 0-1, para robarle la cartera y el reloj a Canella, y luego tener el temple de dar la asistencia a Sandro. Verlo por la banda sin grilletes es una gran noticia. Debe prorrogarlo.

La transformación de Ricca de sábado a miércoles sólo se puede comprender desde un lavado de cerebro. Y escenifica el auto de fe de todos. Fue esa versión de los buenos uruguayos. Canchero (rozando el penalti en un par de ocasiones), oportunista, intenso, atento. Un uruguayo con cinco sentidos equivale a un futbolista de seis.

El segundo cero consecutivo a domicilio en el marco fue el trofeo para una defensa y un portero muy señalados durante el curso. Llorente, de una vez, jugó sin cara de niño. Agresivo, bien al corte, concentrado. Sufriendo ante Traoré, demasiados centímetros en contra como para no hacerlo, pero valiente como nunca. Con Luis Hernández de sombra, para cuando había alguna fuga. El corazón sobre la cabeza del madrileño en su vuelta a casa. Rosales estuvo algo más desdibujado, pero el repóquer lo puso el mejor Kameni, el que enciende a la grada. El camerunés es el principio y el final de la persiana que puso en su meta. Sacó una mano de prestidigitador ante el tiro raso de Traoré, con un par de defensas delante reduciendo su campo de visión al de una mirilla. Pero ahí estuvo, más felino que nunca. Fue la primera, y seguramente eso le rellenó la barra de energía. Que le sobró hasta el descuento, cuando emuló los vuelos a mano cambiada de Oliver Khan. Tremenda parada, parecida a la de Willy Caballero que aplazó el alirón del Atlético. Esta es la fotografía que prácticamente convalida una permanencia, la redención tras muchas intervenciones desafortunadas en los últimos tiempos. Kameni y la afición hicieron las paces.

Tanto rendimiento potenciado no debe ser azaroso, Doctor Míchel ha terminado de convencer a los suyos de que no eran tan malos, y que debían estar preparados para cuando las musas decidieran volver a casa. Al único al que éstas no le habían retirado la palabra, Sandro, debía ser quien le pusiera el lacre al triunfo más revitalizante del curso. Con carambola, pero la flor es de quienes viven en los jardines, como él. Sandro, otro gol con premio, esos son los jugadores que suman y valen caros. Aunque fue el triunfo de todos. De Juanpi, que reapareció para reengancharse al carro y traer luz, ayer apenas con tiempo para destellos. Una fotografía sin título, como el que levantó Suárez, pero con premio. Y en un hueco Míchel, el coach.

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