Desde el comienzo del mundo el género humano ha buscado ayuda en otros seres para cumplir óptimamente sus fines de supervivencia. Quizás en estos tiempos modernos los seres humanos, confiando en la tecnología y los avances científicos, han olvidado las humildes ayudas que en tiempo ancestrales necesitábamos de algunos animales con los que, en perfecta simbiosis, unos nos ayudábamos a otros. Nuestro antropocentrismo, una vez más, nos puede jugar una mala pasada. Me voy a referir solamente a dos especies cercanas a nosotros y cada vez más ignoradas: las golondrinas y las cigüeñas. Las primeras, que ya están llegando a nuestras tierras desde sus lejanos cuarteles de invierno, pronto empezarán la construcción de sus nidos de barro cerca de nuestras viviendas. ¿Cuál es el pacto entre ellas y nosotros? Nosotros le damos protección contra sus enemigos naturales, y ellas nos libran de molestos insectos en los alrededores de nuestros hogares. Tan cercanas a nosotros, la tradición cristiana las recibe con simpatía porque se le atribuye el mérito de quitarle a Jesús la corona de espinas en la cruz. Algunas personas, hoy en día, dicen que las golondrinas molestan, ensucian nuestras calles. Pues vaya, no hay más que ver una playa en un domingo de verano o cualquiera de nuestras vías públicas para ver qué género animal estropea más nuestros paisajes. Hay una corriente naturalista, a la cual me he sumado, de construirles nidos artificiales para así mejor ayudarlas en su tarea. Que cunda el ejemplo. La cigüeña por su parte, y sobre todo en la campiña, coloca sus nidos en las cercanías de los humanos. Pajares, almiares, tejados a baja altura… cualquier cosa con tal de estar cerca de nosotros. Nosotras las protegemos y ellas 'limpian' los alrededores de nuestros cortijos de roedores, reptiles… En definitiva, competidores nuestros en la lucha para la supervivencia. La cercanía de las mismas es tal que hemos acuñado la historia de que la cigüeña trae a los recién nacidos. En los países musulmanes tener en tu casa un nido de cigüeña da prestigio, incluso 'baraka' o sea, suerte total. En definitiva, en esta primavera contemplemos estas especies con agradecimiento. No olvidemos pactos tácitos firmados con ellas en el pasado. Si lo pensamos bien no hace mucho tiempo las necesitábamos. No les demos ahora la espalda.

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