Hablábamos hace una semana de una grave contrariedad que afrontaba nuestra emblemática laguna; ahora no se seca nunca. Paradójicamente, comentábamos que eso era un gran problema, aquello ahora es un desierto, pero no de arena, sino de agua. El sol no llega al suelo, este no se mineraliza y por tanto no produce nutrientes.

Sin embargo, apuntábamos a una complicación aún mayor para conservar la vida natural que nuestros padres disfrutaban, para paseo o caza, hasta hace pocos años. Y el problema viene de un pez, la carpa (Cyprinus carpio). Puede parecer una broma que un pez sea una amenaza para una masa de agua, pero he aquí, como en otros casos parecidos, que ese pez no es autóctono, sino una especie introducida. De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (U.I.C.N) la ha incluido en su lista de las 100 especies más dañinas del mundo.

Y, ¿por qué esta inocente criatura es un inconveniente para la vida natural? Por su forma de alimentarse. Estos peces comen todo lo depositado en el vaso de la zona lacustre, y además remueven el agua para conseguir más nutrientes. Eso produce turbidez en el agua e impide que los rayos del sol lleguen al fondo y generen macrófitos, vegetación sumergida que sirve de alimentos para las fochas o gallaretas.

Conclusión: no hay alimento para las acuáticas y Medina aparece con una superficie desierta y yerma de vida natural.

El tema es la gastronomía y la globalidad. Como lo oyen. Resulta que en países como República Checa, Eslovaquia Polonia… la carpa es el plato tradicional del día de Nochebuena; vamos, como aquí el pavo. Y algunos avispados se han dedicado a introducirlas en todos las lagunas, estanques, charcas, para pescarlas y venderlas en esos países.

Puede parecer una paradoja macabra, pero para que Medina renazca primero tiene que secarse un largo período de tiempo. O sea primero debe temporalmente, morir.

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