Cuando Gregorio se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto"... Era un hombre culto e ilustrado por lo que de inmediato le vino a la mente el relato de Franz Kafka. ¡La madre que me parió! se lamentó y al hacerlo su voz le sonó rara y dedujo que respondía a las peculiaridades fonéticas de un escarabajo, en el inquietante supuesto de que este pudiese hablar.

Una rápida inspección de su cuerpo y la constatación de sus graves dificultades para ponerse de pie le confirmaron que se había convertido en algo similar a la extravagante criatura engendrada por la mente del escritor checo. Gregorio recordaba con toda precisión La Metamorfosis -una de sus lecturas preferidas- y una sensación de miedo mezclado con ansiedad le invadió al pensar en el suplicio que vivió hasta su inexorable muerte el personaje kafkiano. Su hermana Greta fue la primera en verlo y aunque Gregorio esperaba que, de acuerdo con el libro, esta diese un grito, reflejo a partes iguales de su asombro y su repulsión, la joven se descolgó con un admirativo comentario: "Oye, que pedazo de disfraz, que cosa más guapa,¡ estás de lujo!". Greta, a la sazón, componente de la chirigota La sobrina del conde Drácula y su pandilla de crápulas, ultimaba los preparativos para asistir al concurso de agrupaciones y tendía a ver todo con ojos carnavalescos. Maravillada ante el realismo del "tipo" de Gregorio no dudó en arrastrarlo -a pesar de las ininteligibles protestas de este- para que sirviese de atrezo durante la actuación de su grupo. La presencia del enorme insecto en el castillo de cartón piedra que servía de fondo a coplas y tanguillos, se reveló esencial para su victoria. Gregorio, nervioso con tanto jaleo, se pasaba la actuación trepando por las paredes del castillo y los cortinajes del teatro (lo de andar por muros y techos era inherente a su nueva condición) y ante tan genial puesta en escena, del patio de butacas surgió espontáneo el soniquete de: "¡Si señor, esto es carnaval!".

Gregorio ganó además el primer premio del concurso local de disfraces que recibió de manos del alcalde, el cual no pudo menos que alabar la autenticidad del camuflaje mostrando a la concurrencia sus manos impregnadas de la sustancia pegajosa que segregaba Gregorio. Su fama sobrepasó pronto el ámbito local siendo reclamado por lo más prestigioso de la telebasura, desde El hormiguero al Sálvame de luxe pasando por una idílica estancia (al fin y al cabo era un bicho) en la Isla de los famosos. Sin saber cómo, una mañana recuperó su anodina apariencia humana, volvió a ser el triste y anónimo viajante de comercio de antaño y el éxito le abandono tan rápido como había llegado. Ahora, recuerda con nostalgia su nauseabunda morfología de insecto, mientras se prepara su diario refrito de cucarachas.

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