El desafío que los partidos nacionalistas catalanes están planteando al gobierno de España ha traído a mi memoria el recuerdo de El huevo de la serpiente, una desasosegante película rodada por Ingmar Bergman en 1977 con David Carradine y Liv Ullmann como principales protagonistas. La historia se desarrolla en el Berlín de los años veinte durante el régimen político de la Republica de Weimar, caracterizado por una gran inestabilidad política y social, una fuerte depresión económica y continuos intentos golpistas tanto de izquierdas como de derechas.

Una combinación letal que condujo a la destrucción de la democracia alemana y a su paulatina sustitución por el régimen totalitario de Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista. Uno de los personajes de la película -el Dr. Vergerus- explica en uno de sus diálogos el significado del título: "Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de su fina membrana se puede distinguir al reptil ya formado". "El pequeño ofidio que podemos vislumbrar por la delgadez del cascarón, se nos antoja -sigue el doctor- insignificante y hasta digno de compasión y por eso cuesta tanto destruirlo en esa fase anterior al nacimiento". Todo el mundo fue capaz de ver -incluso con simpatía dadas las circunstancias- el auge del totalitarismo nazi pero nadie previó sus consecuencias finales.

Ya desde el comienzo de la Transición española, el "huevo" del separatismo catalán comenzó a incubarse. El temor de los políticos a que la reivindicación de unos supuestos "derechos históricos" de vascos, catalanes y gallegos pudiese desestabilizar nuestra incipiente democracia, les animó a concederles ciertos privilegios. Tras ello y para garantizarse la posibilidad de gobernar se vieron obligados a "sobornar" a los nacionalistas y así UCD, PSOE y PP les fueron otorgándoles (a vascos y catalanes) sustanciosas prebendas para escarnio del resto de españoles. Al objeto de fortalecer el sentimiento identitario catalán, el nacionalismo procedió entonces a eliminar cualquier signo identificación con lo español manipulando todas las competencias que el estado (quizá frívolamente) había puesto en sus manos. La Generalitat vapuleó la Historia inventándose el Reino Catalano-Aragonés; utilizó la escuela para adoctrinar a varias generaciones de niños catalanes en el odio a España y, sobre todo, tomó la firme determinación de aniquilar por completo el uso de la lengua española, al punto de llegar a la paranoia de multar a todo aquel que rotulase en castellano. Los gobernantes fueron condescendientes "alimentando" a pesar de sus travesuras, esas criaturas que tan bien servían a sus intereses cortoplacistas. Ahora han crecido y se han vuelto incontrolables, veremos qué sucede el 1 de Octubre cuando una monstruosa y" estelada" sierpe surja del huevo... y empiece a arrastrase por Las Ramblas.

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