Cultura

Carlos Saura, coreógrafo

  • El profesor de la Facultad de Comunicación de Sevilla Javier Millán analiza la obra flamenca del cineasta Carlos Saura como encarnación del espíritu trágico

Pedro Javier Millán Barroso. Sevilla, Alfar, 430 pp.

Esta obra es un análisis de las películas de Carlos Saura desde la tesis de que éstas representan un elemento trágico presente en la cultura hispana y mediterránea desde tiempos inmemoriales. Es una revisión de la tesis doctoral de su autor y, como tal, se presenta en su mayor parte a través de un lenguaje técnico, sin duda excesivo para el lector no académico. Tema fundamental del análisis de Millán es el que atañe al género: las películas de Saura no son y sí son obras de ficción y obras de no ficción. Lo que el libro revela es que desde la segunda mitad del siglo XX no existen fronteras claras entre géneros. Una tesis que de hecho podemos extender a toda la historia del arte y de la narrativa. La delimitación de géneros es, ha sido, será, una cuestión académica que en nada le importa al creador ni al receptor. Las películas de Saura son tanto cine como flamenco, tanto ficticias (Flamenco, Sevillanas) como documentales (Carmen, Bodas de sangre, El amor brujo). Las películas de Saura, al revelar su carácter artificial, se muestran más naturales, tienden hacia el espectador líneas de familiaridad y de coexistencia. El concepto coreográfico, como demuestra suficientemente el autor de esta obra, rige la puesta en escena de cada película de Saura, como no podía ser menos y como ocurre en todo cine musical que se precie. Saura es coreógrafo en su planificación de las escenas, tanto en su emplazamiento y movimientos de cámara, como en la iluminación.

En realidad, el cine de Saura es verdadero cine flamenco que no se daba en España desde el cine popular republicano de Filmófono producido por Luis Buñuel. Eso sí, con intenciones estéticas más que distantes: si allí el flamenco, como género eminentemente popular, era el elemento central de las películas, incluso de la dramaturgia (véase La hija de Juan Simón dirigida por José Luis Sáenz de Heredia y con las interpretaciones dramáticas y musicales de Angelillo y Carmen Amaya, entre otros), queda claro que nos estamos refiriendo a la vertiente más lacrimógena y popular de este arte. Por el contrario, Saura, siguiendo ilustres precedentes como los Edgar Neville o Rovira-Beleta, lleva a cabo una estilización de los elementos musicales y coreográficos del flamenco. Es la única vía que le quedó al cine musical flamenco, ya que el musical popular quedó copado a partir de los años 40 por el género de la canción andaluza. El flamenco dejó de ser la música popular por excelencia para dejar paso a la copla andaluza. Hasta tal punto es así, afirma Millán, que el cine de Saura ha sido un referente inexcusable para la puesta en escena flamenca contemporánea.

Lo que más me ha gustado del libro, como de su precedente La reconstrucción de la identidad del flamenco en el cine de Carlos Saura firmado por Ángel Custodio Gómez, es el minucioso análisis que Millán hace de cada escena de las películas de Saura. Aunque su objetivo, manifiesto, es dar material a sus tesis, estas resultan así más digeribles al lector que en su pura enunciación teórica con un lenguaje técnico. Por supuesto, es otra forma de volver a la filmografía de Saura con otra luz.

Lo que el libro revela es la evidencia de que Saura es una de los pocos cineastas que se ha tomado el flamenco en serio y es, por tanto, y desafortunada y extrañamente, el único cineasta flamenco de la actualidad, como en el pasado lo fueron, al menos en partes de sus filmografías, Rovira-Beleta o Edgar Neville. El flamenco entra, sigue entrando, en el cine contemporáneo como nota de color o subrayado dramático. Pero, con la excepción de Saura, jamás se ha ofrecido este arte en primer plano o, como hace el director aragonés, el discurso fílmico se ha construido en función del contenido flamenco. Es cierto que el cine musical está casi completamente ausente del panorama cinematográfico español contemporáneo y en sus escasas manifestaciones otros directores se han decantado por géneros más populares (el rock, la copla) o mejor considerados en los ámbitos cultos (el jazz, la zarzuela). En todo caso, como digo, desafortunadamente no existe un musical español por la razón de que éste sólo consiguió conectar con el gran público con el fenómeno de las folclóricas. Como decía también, el cine popular republicano fue un intento más que notable en este sentido, que, como tantas cosas, quedó frustrado por la guerra civil. A la espera de la nueva vuelta de tuerca sauriana del género, Flamenco, flamenco de inminente estreno, esta es una oportunidad de volver a la obra del aragonés.

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