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"En España no se valora al pianista de cantantes"

  • Coincidiendo con el estreno en Madrid de su tercera ópera de salón de Manuel García, el pianista Rubén Fernández Aguirre es novedad por partida doble en el sello IBS Classical.

El pianista vizcaíno Rubén Fernández Aguirre.

El pianista vizcaíno Rubén Fernández Aguirre. / tere ormazábal

Rubén Fernández Aguirre (Baracaldo, 1974) es el más reconocido de los pianistas acompañantes españoles de nuestros días.

-Lo habitual es que los pianistas aspiren a desarrollar carreras de solista. En cambio, usted se declara un pianista acompañante vocacional.

-En el País Vasco hay mucha tradición coral. Siempre he cantado en coros. Toda mi familia lo ha hecho. Para mí era lo más normal del mundo vincular el piano con la canción. Cuando estudiaba, mis referencias eran Félix Lavilla, Miguel Zanetti, Graham Johnson, Gerald Moore… Nací destinado a ser pianista de cantantes. Terminé el Superior de Piano y sabía que me tenía que ir a Viena a especializarme como pianista acompañante. Nunca tuve dudas.

-En realidad son como dos carreras diferentes, ¿no?

-Absolutamente. Siempre pongo el ejemplo de Achúcarro, que dice que tenemos un vínculo común, que es el piano, pero que ejercemos profesiones distintas. Todo el esfuerzo que un pianista puede destinar a desentrañar los pasajes más complicados de una determinada obra, un pianista de cantantes lo tiene que destinar a tener claro el texto, a comprender la psicología del cantante, a saber acoplarse con él. Porque no se toca igual con un cantante que con otro. Uno puede demandarte que lleves más la gestión musical; otro que estés más en un segundo plano... La relación con el cantante necesita tiempo y trabajo. Como me decía mi profesor Félix Lavilla, es muy bueno trabajar con mucha gente distinta, porque es la forma de aprender esta profesión. Cuando das un recital solista, las condiciones pueden cambiar o el instrumento, el ambiente…, pero al fin y al cabo eres tú con tus circunstancias. Cuando acompañas a un cantante formas parte de algo. Tú tienes que ser el colchón armónico, la persona de confianza…

-¿Se valora lo suficiente en España la figura del pianista acompañante?

-No. Nunca se ha hecho. En otros países con más tradición, el pianista de cantante es un músico de referencia. En España no se lo valora. Pero eso tiene que ver con la repercusión y el espacio que se concede al lied. ¿Cuántos ciclos de lied hay en España? Más aún, ¿en cuántos de esos ciclos se cuenta con cantantes españoles? En Londres, por ejemplo, hay infinidad de ciclos, y los grandes maestros (Johnson, Vignoles, Martineau, Drake…) tienen múltiples opciones de desarrollar sus carreras, y sus alumnos puede+n tocar y formarse. En cambio aquí yo soy en realidad el único friki que puede vivir de los recitales.

-Publica ahora una integral de Granados con 40 canciones, muchas inéditas. ¿Cómo es posible a estas alturas?

-Ha habido una integral de 25, otra de 32, y ahora tenemos esta de 40, que a ver si es la definitiva. En 2006 Tritó publicó una nueva edición con 39 canciones, y recientemente se ha descubierto otra, que está en italiano, Vita nuova. Sólo se conocían las Tonadillas, las Canciones amatorias, la Elegía eterna, que cantó mucho la Caballé y alguna otra cantante, pero había muchas canciones que eran desconocidas y algunas que ni siquiera estaban grabadas. Yo no daba crédito a eso. Hablé con García Morante, que fue quien hizo la edición de Tritó, y me animó a hacerlo.

-¿Por qué estos cantantes?

-Las Canciones amatorias y las Tonadillas se hacen mucho, pero se tienden a exagerar también mucho, a folclorizarlas, a vulgarizarlas incluso. Y son canciones que viven de la estética de Goya. Quería a alguien que llevara el peso principal del álbum y que fuera muy elegante, respetuoso, dúctil en la forma de contar las cosas, y digo ahora contar, no cantar. Yo había trabajado mucho con Elena de la Merced, y me pareció ideal. Las currutacas modestas está escrita a dos voces, y necesitaba a una mezzo que empastara muy bien con Elena. Conocía a Carol García, que es una chica que hace un repertorio de Cenerentolas, Rosinas, personajes mozartianos, pero también alguna Manon..., que canta muy bien, dice muy bien, y además es catalana, lo que me venía genial para las once canciones catalanas de la integral; cinco de ellas son primeras grabaciones, y eso le quedará a ella para siempre. Creo sinceramente que Carol es el descubrimiento del disco. Finalmente, con David Menéndez he trabajado mucho. Necesitaba un barítono de sus medios, con espectro vocal amplio, en el agudo y en el grave. Hay canciones, como La boira, que necesita gran amplitud, y otras muy diferentes, como la italiana, lo que exige mucha ductilidad en el cantante.

-¿Qué lugar ocupan en el repertorio estas canciones?

-Las Tonadillas y las Amatorias son muy importantes ya. El resto se verá. Dependerá del cantante que las interprete. Por eso mi obsesión era poder grabarlas de la mejor manera posible, para que la gente las conociera, pero también para que los intérpretes pudieran apreciarlas en todos sus matices y se animen a incluirlas en sus recitales.

-IBS Classical publica también un CD con un antiguo recital de 2007 junto a Carlos Álvarez en La Monnaie de Bruselas. ¿Por qué editarlo ahora?

-Como amigo y pianista de Carlos, es un sueño para mí, porque él es más cantante de ópera que de recitales. Tengo un recuerdo maravilloso de aquel recital, que grabó la radio belga, y en el que hicimos las canciones populares de Lorca, otras de Miquel Ortega sobre poemas lorquianos y romanzas de Zarzuela. Lo pasamos muy bien. Yo había pedido una copia para mi archivo personal, y aprovechando los 80 años de la muerte de Lorca pensé que se podría remasterizar y sacar. A Paco Moya le pareció bien. Y aquí está.

-En estos días presenta en Madrid Le Cinesi, la tercera ópera de salón de Manuel García que rescata después de L'isola disabitata y Un avvertimento ai gelosi. ¿Tiene la sensación de que era este un patrimonio injustamente desatendido?

-Totalmente. Me cuesta creer que nadie antes lo hubiera hecho. Es cierto que mi necesidad de trabajar con cantantes propicia la búsqueda de un repertorio diferente. Y estas óperas de salón de García me dan la ocasión de hacer obras escritas originalmente para piano y con escena. Las dos anteriores han ido razonablemente bien allí donde se han hecho. Y Le cinesi es un divertimento maravilloso. ¿Porque tiene acompañamiento pianístico tiene que ser una obra menor? En absoluto. La música de García se nutre de Mozart, de Rossini. No es fácil para los cantantes, que además, al no tener una orquesta detrás, están más desnudos. Deben manejarse bien en los recitativos, poseer una línea belcantista sólida, tener agilidades… Estoy muy contento con el trabajo que hemos hecho. La dirección escénica es de una chica muy joven, Bárbara Lluch, que hace un trabajo espléndido, y hemos conseguido un cuarteto vocal idóneo [Marina Monzó, Marifé Nogales, Cristina Toledo, José Manuel Zapata], mezclando a cantantes jóvenes con algunos ya consagrados, como Pepe Zapata, que me dice que yo hago por las noches güija con García.

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