No suele frecuentar Lorenzo Ghielmi el sur de España como concertista, ni es desde luego un personaje mediático del mundillo de la música antigua, pese a su prestigio como intérprete, profesor y estudioso de la música barroca en centros de la importancia de Basilea, Milán o Boston. Tal vez eso explique que no se llenase su concierto de anoche, e hizo bien en no ir el aficionado que esperase grandes novedades en la interpretación de obras bien conocidas del repertorio para teclado bachiano como el Concierto italiano, o quien soñase con arrebatos líricos en, por ejemplo, la tiernísima alemanda de la cuarta partita.
Sin embargo, quien desease escuchar en directo versiones magistrales -en el sentido etimológico de la palabra- de ese repertorio acudió a la cita adecuada. Ghielmi impartió una verdadera lección práctica sobre la interpretación canónica de Bach al clave, en la que todo estaba en su ortodoxo lugar y momento. A partir de una técnica que le permitió sortear con limpieza las dificultades de piezas endiabladas como la fuga o la giga de la partita, el milanés dio a cada pieza su tempo justo, articuló con precisión y sin extravagancias -muy legato en los lentos, bien afilado en la courante y el aria- y mantuvo una precisión casi metronómica en la medida, incluso en la fantasía inicial y en los pasajes más expresivos de los movimientos lentos.
Más artesano que artista -como Bach-, Ghielmi nos redordó, en suma, a los austeros maestros de la generación de Leonhardt, lejos de tendencias interpretativas subjetivistas hoy en boga. Elija el oyente según su inclinación.
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