El lanzador de cuchillos

Los últimos de la fila

No sé si es un chiste catalán, pero los burros sin gracia deberían estar amarrados a la puerta del baile

Primero fue Quimi Portet, a quien tantos años escondido detrás de unas rayban le han oscurecido la visión del prójimo. Recordarán ustedes el episodio. El músico catalán colgó en la Red -la nueva Inquisición- la fotografía de un pobre camarero gallego de un ferry de Baleària, que no le entendió cuando se dirigió a él en la lengua de Ramón Llull. Según Portet, el empleado le contestó: "Mira, en gallego, español, francés, inglés y hasta en italiano, te entiendo; en catalán y en mallorquín, ya no". No será que no había donde elegir, pero a Portet le salió el orgullo de Vic -orgullo salchichonero- y ante lo que debió parecerle un atrevimiento intolerable, tiró de iphone e inmortalizó al empleado díscolo para ofrecérselo como carnaza a sus miles de seguidores virtuales. Puede que fuera un efecto imaginario, pero juraría que vi sobre el pecho del camarero una estrella amarilla de seis puntas.

No contento con que la jauría cibernacionalista se aplicase en despellejarlo, Portet, mostrándose ya sin complejos como un auténtico miserable, procuró también que al pobre hombre lo despidieran de su trabajo, lo que no logró porque la empresa, que inicialmente anunció que adoptaría medidas contra el trabajador, acabó reculando.

¡Qué tiempos aquellos en los que, sin tanto remilgo pueblerino, nuestro héroe atravesaba la frontera mental de Vinaroz para tomarse con su compadre un arrocito en Castellón y no le exigía al cocinero que el grano fuera del Baix Ebre ni que lo hubiera recogido un bracero de L'Ametlla afiliado a la CUP!

Ahora ha sido su exsocio, ese cantante aflamencado y espasmódico que responde al sólo aparentemente hispánico nombre de Manolo García, -en realidad, es descendiente directo de Sunifredo de Urgel-, el que ha emitido un comunicado en el que muestra su indignación por el "barco cargado de policías" que permanece desde hace días atracado en el puerto de su ciudad. Dice, además, Manolo, que los maderos han ido a Cataluña a humillar. Como los toros de Guardiola (con perdón de Pep). Agentes mileuristas recluidos en los camarotes oscuros y diminutos de un crucero destartalado y ridículo al que la casta millonaria de los estibadores -el pueblo oprimido- se niega a auxiliar. Los hijos de los desheredados de Andalucía y de Murcia. Los últimos de la fila. A humillar, dice mi primo. No sé si es un chiste catalán, pero los burros sin gracia deberían estar amarrados a la puerta del baile.

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